A casi 100 años de la masacre de trabajadores en Guayaquil, Ecuador , se vuelve fundamental recuperar la memoria y métodos de lucha de la clase obrera a nivel internacional con el fin de tomar las mejores lecciones del pasado para enfrentar el futuro.
Lunes 15 de noviembre de 2021
América Latina (como Ecuador) tuvo un proceso desigual de incorporación al mercado capitalista mundial. Desde el siglo XV los europeos arribaron a tierras americanas ampliado el circuito mercantil y al mismo tiempo, combinando sistemas políticos-económicos disimiles que generaron enormes contradicciones.
Por un lado, las mercancías del nuevo mundo se dirigían a las metrópolis, por el otro, relaciones sociales con tintes feudales se mezclaban con las formas tradicionales de trabajo, lo que implicaba niveles de acumulación relativamente lentos. El ritmo, cambió a finales del siglo XIX y principios del XX. Se empezó a designar posiciones diferenciadas en la estructura global del sistema capitalista. A países como Ecuador se le destinó el papel de proveedor de materias primas, mientras que las naciones centrales se concentraban en la manufactura.
Ecuador desde la época de la colonia, se dividió social, económicamente y culturalmente en dos zonas fundamentalmente. La primera era la sierra, en la cual podemos ubicar la ciudad de Quito. Esta zona se caracterizaba por su carácter predominantemente agrario vinculado a las comunidades indígenas y al gran poder terrateniente.
Por el otro, encontramos la costa, que tiene su máxima expresión en la ciudad costera de Guayaquil. Dicha urbe, nació y se ha consolidado como un puerto con una vida comercial muy intensa, lo que le daba un aire cosmopolita-burguesa y de servicios. Fue aquí en donde se empieza ha desarrollar con gran fuerza el movimiento obrero ecuatoriano.
Para la primera década de 1900, el gobierno de Eloy Alfaro promueve la construcción del ferrocarril Quito-Guayaquil, con el objetivo de aprovechar la bonanza generada por la producción de cacao que tenía como destino el mercado mundial; esto, por supuesto, trae aparejada la movilización de miles de personas que se emplearon como obreros y trabajadores de servicios. En éste contexto, las contradicciones entre el capital y el trabajo no tardan en explotar.
La empresa The Guayaquil and Quito Railways Co. mantiene en condiciones infrahumanas a sus obreros, llegando al extremo de hacer explotar montañas con los hombres adentro para no pagar sus salarios. [1] La resistencia no se hace esperar e inicia una huelga pero es derrotada por la represión policial.
La represión no desanimó a los trabajadores, tan no lo hizo que empezaron a surgir por todo el país organizaciones de apoyo mutuo, sindicatos (algunos con influencia anarquista) y organizaciones de corte católico para luchar por mejores condiciones de vida de las masas obreras.
A nivel internacional la situación no ayudo a la economía primario-exportadora ecuatoriana, ya que al estallar la Primera Guerra Mundial se cerró el puerto de Hamburgo, por donde entraba a Europa buena parte del cacao. Simultáneamente se debilitaron los precios de la fruta. Uno de los primeros efectos de la crisis del cacao fue el desempleo y la agudización de formas precarias de producción. El incremento se la pobreza fue su resultado inmediato. [2]
En Ecuador, la revolución rusa tuvo un impacto más mediático que real. Las corrientes políticas que estaban más presentes en el país, eran, además del liberalismo el anarquismo, pero luego de los acontecimientos del 15 de noviembre, perdería mucha fuerza.
El conjunto de condiciones económicas, sociales y políticas incidieron en la realización del II Congreso Obrero Ecuatoriano. Efectuado en Guayaquil del 7 al 15 de octubre de 1922, con la asistencia de 55 organizaciones laborales de todo el país. El congreso, tuvo la presencia de socialistas y anarquistas que abonaban en crear consciencia de clase entre los trabajadores, lo que por supuesto, no veían con buenos ojos los terratenientes y las autoridades.
El 17 de octubre los ferrocarrileros exigen, entre muchas otras cosas, el respeto a la jornada de 8 horas y aumento de salarios a los dueños estadounidenses de la empresa, estos se niegan. Los obreros entran en huelga, misma, que en pocos días, se generaliza a la mayoría de las empresas y talleres de Guayaquil. Así, el 10 de noviembre la solidaridad traspasa lo gremial y transciende a la población en general, los paros parciales empiezan a convertirse en huelga general y se convoca a la Gran Asamblea de Trabajadores (GAT).
Para el 13 de noviembre, los comités de huelga asumieron el control de la ciudad. Las autoridades gubernamentales debían pedir permiso al comité huelguista para transitar con sus vehículos por la ciudad. No obstante, por la falta de experiencia y de una perspectiva clasista de la mayoría del proletariado, estos aceptan mejoras meramente económicas sin tocar las demandas de corte político.
Para el 15 de noviembre, las clases dominantes en una combinación de furia (por la parálisis de sus negocios a manos de unos “cholos que creen en el socialismo” y “una chusma de salteadores”) y miedo al poder obrero (ya demostrado en la Rusia soviética), deciden asaltar a los manifestantes con 3000 soldados. El resultado es sanguinario. Más de 2000 muertos entre hombres, mujeres y niños (la mayoría obreros o simpatizantes) en una ciudad, que según el censo oficial tenía apenas 79 000 habitantes. Fue el bautismo de sangre de un joven movimiento obrero. Al final de la jornada, cientos de cadáveres que no fueron enterrados se les arrojó al rio Guayas. [3]
Contrario a lo esperado por el gobierno y los patrones, la matanza sólo provoca huelgas por todo Ecuador; al mismo tiempo, los trabajadores por primera vez en la historia, supieron que la sociedad estaba dividida en clases irreconciliables. Ante esta situación, las autoridades y las empresas tratan de calmar la situación y ceden a varias de las exigencias obreras, desmovilizando a la mayorías de las organizaciones combativas.
Para cerrar, citamos un breve fragmento de “ Las cruces sobre el agua” de Joaquín Gallegos Lara, vivida novela sobre los acontecimientos del 15 de noviembre de 1922:
De repente, por el extremo de los muelles, más allá de las canoas y barcas, Alfonso vio recostarse escueto un grupo de negras cruces. Se erguían, flotando sobre boyas de balsa. Eran altas, de palo pintado de alquitrán. Las ceñían coronas de esas moradas flores del cerro, que se consagran a los difuntos… Alfonso se volvió
¿Qué significan esas cruces?
Ahí debajo, de donde están las cruces hay fondeados cientos de cristianos, de una mortandad que hicieron hace años. Como eran bastantísimos a muchos los tiraron a la ría por aquí, abriéndoles la barriga con bayoneta, a que no rebalsaran.
Entonces, Alfonso reparó en la extraña coincidencia: ese día era 15 de noviembre.
Las ligeras ondas hacían cabecear bajo la lluvia las cruces negras. Quizá esas cruces eran la última esperanza del pueblo ecuatoriano. [4]
[1] Ycaza Córtez Patricio, Historia del movimiento obrero ecuatoriano. De su génesis al frente popular, Quito, Ediciones la Tierra, 2007, p. 65
[2] Acosta Alberto, Breve historia económica del Ecuador, 2a. ed., Quito, Corporación Editora Nacional, p.80
[3] bid., p. 100
[4] Gallegos Lara, Joaquín, Las cruces sobre el agua, Quito, Libresa, 2014, pp. 287-288