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Red Internacional
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JUVENTUD EN LUCHA. 1968: la generación que trascendió al régimen del PRI

Hace 49 años la lucha estudiantil de 1968 cimbraba a una sociedad acostumbrada a las reglas de control autoritario del PRI. Ese gran movimiento fue precursor de las luchas que posteriormente reclamarían el lugar de esa valerosa juventud.

Martes 3 de octubre de 2017

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La generación del 68 nacía en medio de una etapa de autoritarismo concentrado. Previamente al gobierno de Díaz Ordaz, estuvo el de López Mateos que impuso fuertes derrotas al movimiento obrero (como la represión a la lucha ferrocarrilera de 58-59) que abarcó hasta los inicios de los 60s.

Esta generación, se estrenó como tal en una nueva etapa que surgía rebelde contra el conservadurismo social y político, y en medio del fin del boom económico capitalista de posguerra y las contradicciones del modelo desarrollista, basado en la sustitución de importaciones.
Así, en medio de la inexperiencia política y las aspiraciones contenidas, decidieron tomar la democracia por asalto.

Y es que la huelga estudiantil, que tenía ya repercusiones a nivel nacional, y las masivas movilizaciones que empezaban a ganar el apoyo popular, significaban para un régimen autoritario basado en un fuerte presidencialismo y una estructura caciquil de los gobernadores, toda una revuelta "comunista".

La explicación de los priístas de que se trataba de salvar la democracia y la “paz social”, expresa el carácter del tipo de gobierno que existía. Y es que no estaba descartado que este proceso de lucha alentara la salida a la calle del movimiento obrero y otros sectores.

Fue un momento de transición donde el movimiento estudiantil expresaba la ruptura de un sector de la población con los de arriba (la clase política, la burocracia sindical, los empresarios, los periodistas e intelectuales y la Iglesia).

Las aspiraciones democráticas del movimiento juvenil, las simpatías de sectores de trabajadores y población en general - en un marco de caída de los salarios, aumento del desempleo, declaración del fin de reparto agrario, y una creciente diferenciación social-, expresaban el carácter objetivamente anticapitalista de esas demandas.

En el fondo, el movimiento estudiantil expresaba las aspiraciones democráticas de las masas fuertemente contenidas por el régimen del PRI, que si bien no había enfrentado crisis como las que posteriormente llevarían al priato a una etapa agónica ((en 1997 la pérdida del control político de la capital del país y en el 2000, la pérdida de la presidencia), mostraba las contradicciones de ese autoritarismo.

Y es que el modelo desarrollista -en una economía subdesarrollada y dependiente -necesitaba no solamente un estado con fuerte intervención en la economía, sino también que desde la “institucionalidad” garantizara la estabilidad política social que requería dicho proyecto económico.

Una visión de estabilidad en la que el mismo PRI tuvo que contener las tibias demandas internas de democratización, como las que demandaba Carlos Madrazo, presidente de este partido (quien murió misteriosamente en un accidente de aviación).

Fiel a su naturaleza autoritaria y represiva, el bonapartismo mexicano respondió a las demandas democráticas con bayonetas, metralla y cárcel, para cortar de tajo el desarrollo de las tendencias soterradas y no tan soterradas que se expresaban en sectores de la sociedad mexicana.

La barbarie priísta mató los cuerpos, no las ideas

Como toda represión a los movimientos, ésta provoca reflujo político y desarticulación de los procesos de organización (o cooptación). Pero la lucha de la generación del 68 (también reprimida en el 71 con el “halconazo”), pese a ese retroceso natural, no pudo ser contenida internamente en los marcos de un autoritarismo que entraba en contradicción con las exigencias que demandaba el desarrollo de la economía mundial y la integración de la semicolonia a esos planes.

El movimiento del 68 y sus demandas abrió una gran crisis en la sociedad moldeada bajo los lineamientos de los generales triunfantes de la revolución de 1910, y que crearon el PNR, el PRM y el PRI para garantizar el control político ideológico y social.

Serían en los setentas que surge una juventud trabajadora - heredera indirecta de la juventud del 68 que desafía el control del aparato sindical charro, a su vez sostén del Estado- con la llamada “insurgencia sindical” que buscaba independizarse del símbolo de la opresión de la clase obrera: la CTM.

En ese proceso, el movimiento estudiantil retoma la experiencia del Consejo Nacional de Huelga que en el 68 se ligó a la lucha de los trabajadores, formando conjuntamente comités de obreros y estudiantes en apoyo movimiento estudiantil.

Y es que las ideas de la juventud se mostraban más vivas que el anquilosado aparato del PRI, que tuvo que enfrentar posteriormente la erupción de la lucha estudiantil de 1986-87 encabezada por el CEU.

Pero más allá, de la política negociadora de la dirección estudiantil que acabó pactando con rectoría y el gobierno una salida que no solucionó las demandas del movimiento, queremos rescatar aquí la dinámica de ese ímpetu histórico -con retrocesos, estancamientos y avances- que ha venido mostrando la juventud, retomando el ya famoso ¡2 de octubre no se olvida!

Doce años después, la huelga en la UNAM encabezada por el Consejo General de Huelga, mostró la continuidad de las ideas y la potencialidad de las demandas democráticas que surgieron a la escena nacional con la lucha estudiantil del 68. Ahí el autoritarismo del Estado mexicano, sin importar el color del partido en el poder, mostró su naturaleza reaccionaria en defensa del status quo capitalista.

Después, la juventud tomaría las calles bajo las banderas del movimiento “soy 132” que cuestionaban así la antidemocracia y el autoritarismo del hoy decadente PRI.

Por todo esto, la movilización masiva de la juventud en las calles con motivo de los sismos de septiembre, presionó al gobierno de la clase dominante para levantar una política de contención para desviar la auto-organización de las masas, en medio de la crisis de legitimidad de las instituciones.


Mario Caballero

Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.