La Izquierda Diario trae la segunda parte del artículo “El 68 mexicano: limitaciones y alcances de una gesta heroica”, como parte de una serie especial rumbo a una de las fechas más importantes del 68 mexicano, por lo que significaría para la historia desde entonces: el 2 de octubre.

Jimena Vergara @JimenaVeO
Miércoles 30 de septiembre de 2015
Tanto la lectura “contracultural”, como aquella que reduce el movimiento a una lucha por “más democracia”, no pueden explicar el proceso profundo que implicó el despertar de una generación que tenía como sus principales referentes la revolución cubana y la lucha antiimperialista contra la guerra de Vietnam.
De ahí que, al mismo tiempo que el pliego petitorio del movimiento esgrimía consignas eminentemente democráticas, todas las crónicas y testimonios dan cuenta de una discusión profunda en su seno, de carácter estratégico, que mostraba la posibilidad de que la lucha diera un salto en su cuestionamiento al capitalismo. La “lógica de gobierno” de la que habla Carlos Pereyra, no es más que la cara que adquiere el régimen de la clase en el poder cuando su dominación está cuestionada por la lucha de clases.
Paralelo a estos “dos grandes relatos” de la rebelión juvenil del ´68, se afianzó un discurso que, si bien sienta sus bases en un proceso real, llega a conclusiones incorrectas.
Según el mismo Hiriart en el texto citado anteriormente “Un análisis cabal de las condiciones sociales del 68 tendría que incluir una historia de la sobreideologización de los 70, cuando todas las relaciones humanas se vieron teñidas por la luz de la política, y cómo su radicalización crítica alcanzó precisamente (¿Quién lo iba a decir?) la doctrina marxista ortodoxa demoliéndola por todas partes y traduciéndose en un desencanto y en una opacidad del pensamiento social (¿Dónde quedaron las utopías que regulaban de algún modo los razonamientos y las acciones políticas?) de los que todavía no salimos”(Hiriart y Garín, 2008: 19).
El autor realiza una trampa teórica: identificar el stalinismo con el marxismo. Los comunistas van a ser ácidamente cuestionados por la vanguardia del CNH; en las guardias, las barricadas, las brigadas, las asambleas y hasta en la cárcel, los estudiantes van a intentar discutir una estrategia alternativa a la de las ya degeneradas organizaciones estalinizadas. Están fuertemente inspirados por la juventud de Praga que, sin renegar del socialismo, se levanta en franca revuelta contra la dominación burocrática del stalinismo.
De ahí que, el cuestionamiento del orden establecido, no fecunda en un desencanto generalizado con el marxismo, sino con la dirección que lo ha expropiado para degenerarlo. Sólo así se explica la emergencia posterior al ´68 de nuevas organizaciones que se identifican con el marxismo y las ideas revolucionarias.
Esto no quiere decir que el movimiento haya gestado una generación plenamente consciente y armada con una estrategia cabalmente revolucionaria, que sentara las bases de un partido de la clase obrera. Pero si podemos encontrar en la multiplicidad de testimonios, una idea fuerza que buscaba abrirse camino. Como dice Félix Hernández: “Una de las dificultades que hay que reconocer en el movimiento del 68 es que desde el Consejo Nacional de Huelga y desde la asamblea de cada una de las escuelas hicimos esfuerzos por incorporar a otros sectores de la población, concretamente a los asalariados, a los sindicatos” (Hiriart y Garín, 2008:219).
En el presente trabajo, intentaremos desmenuzar la dinámica del movimiento estudiantil de 1968, haciendo una lectura crítica que nos permita extraer las lecciones de sus aciertos y sus errores, en una perspectiva que busque recuperar el objetivo de la revolución y recrear el espíritu militante del movimiento.
Utilizaremos para el entramado del presente texto, varios de los testimonios de los protagonistas que, más allá de sus filiaciones políticas actuales, dejaron un importante trabajo documental y analítico de esta gran gesta de los estudiantes mexicanos.
El 68 en contexto
Los últimos años de la década del sesenta plantearon un punto de inflexión a nivel internacional. La estabilidad capitalista de los años previos, conocidos como “los treinta gloriosos” tendía a quebrarse por la acción de la lucha de clases, anticipando la fuerte crisis económica que azotaría al sistema en la primera mitad de los 70´s.
La insurrección de mayo protagonizada por los obreros y estudiantes franceses, ponía de relieve esta inestabilidad, en una de las “democracias modelo” de la dominación burguesa.
El año de 1968 será recordado como un año revolucionario, producto de la acción insurrecta de sectores de los explotados y oprimidos y en particular de la juventud.
En México, el llamado modelo de “sustitución de importaciones” había logrado cierta estabilidad y crecimiento económico. Durante estos años, el Producto Interno Bruto creció en una tasa de 3.01% per cápita anualmente y la manufactura registró un crecimiento del 6.4% anual. Es a partir de 1967 que la economía internacional comienza una etapa de desaceleración en las metrópolis y se desarrollan recesiones de carácter internacional que impactarán en el conjunto de la economía.
Eran los primeros síntomas de una crisis capitalista, después de la fortaleza económica que el sistema mundial había conseguido producto de las condiciones estructurales que posibilitaron el boom, a la salida de la guerra mundial.
Sin embargo, como dijimos antes, sería la lucha de clases la que comenzaría a corroer la estabilidad pactada entre las burguesías imperialistas y la burocracia soviética.
La lucha de liberación nacional en Argelia fue abrazada con entusiasmo por la juventud francesa y de todo el mundo, mientras el Partido Comunista Francés, en su profunda adaptación a la “Quinta República” traicionaba las aspiraciones independentistas de las masas argelinas.
La revuelta antiburocrática en Praga desnudaba el carácter contrarrevolucionario y represor del stalinismo, que aplastaba con metralla los cuestionamientos por izquierda que emergían en su “zona de influencia”. La juventud radicalizada del mundo miraba como sus nuevos referentes a la revolución cubana y al Che Guevara.
El elemento más progresivo de esta empatía lo tenía el hecho de que, en Cuba, la revolución socialista se había impuesto a las aspiraciones “democrático burguesas” de su dirección y que el Che había sentenciado el carácter socialista de las revoluciones latinoamericanas.
Bajo este ímpetu, se hacía evidente para sectores de vanguardia, que el stalinismo se había convertido en el mejor instrumento de la reacción y era necesario romper con los PC´s y hacerse de una política efectivamente revolucionaria.
Aún más, estos sectores van a despertar a la vida política y la militancia de lucha, conscientes de que aún al imperialismo norteamericano se le puede derrotar.
El “optimismo americano” comenzaba a desmoronarse en Vietnam, cuando, a principios de enero de 1968, el Vietcong lanzaba una fuerte ofensiva sobre Saigón y la embajada norteamericana era atacada por un comando suicida. Ni la superioridad militar ni el poderío económico, pudieron evitar que un pueblo heroico hiciera retroceder al gigante, apoyado en la solidaridad internacional de la juventud y sectores de trabajadores de todo el mundo.
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Jimena Vergara
Escribe en Left Voice, vive y trabaja en New York. Es una de las compiladoras del libro México en llamas.