Una foto al final de la película motivó al autor de este artículo a escribir en primera persona en sus redes. Este dirigente del PTS participaba de las movilizaciones por juicio y castigo a los militares, desde que hacía la colimba en la Armada en 1983.
Martes 25 de octubre de 2022 12:58
Imágenes del film de Argentina, 1985
Resulta que aparece una imagen mía al finalizar el exitoso film "Argentina: 1985". Los realizadores decidieron poner los créditos finales con fotos de la época con el emocionante fondo de "Inconsciente Colectivo" de Charly García, principalmente fotos de Strassera, Moreno Ocampo, el equipo que acompañaba a los fiscales, y fotos del juicio, incluyendo a Adriana Calvo y los genocidas desde el único ángulo en que se permitían tomar tomas: por la espalda. En ese montón aparecen dos o tres fotos de movilizaciones, la única referencia a las mismas durante las dos horas veinte de la película dirigida por Santiago Mitre.
Fui parte de esa historia, en vísperas de comenzar a militar en el trotskismo (el viejo MAS), ya que los inicios de mi militancia -aún estando haciendo la colimba en la Armada en 1983- se sucedieron bajo la lucha por la cárcel a los genocidas y por la libertad de los presos políticos que año y medio después de asumir Raúl Alfonsín seguían privados de su libertad, lo que motivó una huelga de hambre de dos semanas en la que tuve la oportunidad de participar junto a referentes de las entonces Juventudes Políticas.
Ya se han escrito ríos de tinta acerca de la película. La realización y el clima de época están muy bien logrados, amén de excelentes actuaciones. Siendo parte del MEDH (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos) tuve la oportunidad de estar cuerpo presente en dos jornadas del juicio: la declaración de Patricia Derian, subsecretaria de Derechos Humanos del gobierno yanqui de Jimmy Carter, y la declaración de Adriana Calvo (de Laborde), con quien recién doce o trece años después comenzamos a entablar una intensa relación política cuando se funda el "Encuentro Memoria, Verdad y Justicia" (ella como integrante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, junto con el Sueco Lordkipanidse y Cachito Fukman, y yo como representante del PTS), relación que estrechamos a partir de la segunda desaparición de Jorge Julio López.
Huelgan las palabras sobre lo conmovedor que fue escuchar en vivo y en directo ese testimonio, aún para quienes, como yo, era algo habitual escuchar a familiares que daban cuenta de cómo habían arrancado a sus seres queridos de sus casas. Pero hasta entonces yo sólo tenía permanente contacto con ex presos políticos, pero nunca con ex detenidos desaparecidos como Adriana, cuyos testimonios apenas habíamos leído en los informes de la Conadep.
Cómo se llega al Juicio a las Juntas
Quiero destacar sólo dos o tres cuestiones: en la película se ve -solo al pasar- el evidente fracaso de que los milicos se juzgaran a sí mismos a través del Tribunal Supremo de las Fuerzas Armadas; durante el mismo juicio, parecía una joda, por no decir un tremendo drama para los sobrevivientes que tenían que ir a declarar frente a sus mismos verdugos, como nos contaba el ya mencionado y entrañable Enrique Cachito Fukman.
Considerar que los milicos iban a hacerse una "autolimpieza" por haber llevado a cabo el cometido de la gran burguesía del país, era un sinsentido, un "cacha giles". Esa fue la política de Alfonsín, que desde siempre sostuvo la teoría de los tres niveles de responsabilidades: quienes dieron las órdenes, los que las cumplieron y los que se "excedieron". Sí, Alfonsín sostuvo la teoría de la "obediencia debida" desde el vamos, lo que iría a dejar en libertad a los Alfredo Astiz, Ramón Camps, Miguel Etchecolatz y hasta al propio Domingo Bussi. También "los dos demonios", ya que las cúpulas de las organizaciones armadas (Montoneros, ERP, etc) fueron perseguidas por el gobierno de Alfonsín al mismo nivel que las Juntas militares.
La clase media se pasa a la oposición de la dictadura
El peronismo se había comprometido a no derogar la "ley" de autoamnistía del general Bignone (el último presidente de la dictadura); Alfonsín, siempre sosteniendo la teoría de los "excesos", quería dar una señal a unas clases medias que habían sido base inicial de la dictadura, que luego rompieron cuando el plan de Martínez de Hoz estalla (devaluación, inflación al 100 % anual, etc), y ni que hablar cuando los milicos recuperan las Malvinas, lo que terminó siendo una irresponsable aventura con el desenlace de una humillante capitulación frente a los invasores imperialistas ingleses. "No hubo errores, no hubo excesos, ¡son todos asesinos los milicos del Proceso!", era uno de los cánticos más populares que entonábamos en las calles de ese entonces.
Volviendo a la película, es falso que la derechista madre de Luis Moreno Ocampo escuchó en la radio la declaración de Adriana Calvo y se conmovió. Las autoridades habían prohibido que se emitiera ningún audio de lo que se escuchaba en aquella imponente sala tallada en madera de la planta baja del palacio de Tribunales que da a la calle Uruguay (la misma en la que se filmó la película). Sólo transmitían imágenes sin sonido que se podían ver en la TV Pública, ATC.
Esto último tenía un fin: que el gran público no escuchara en primera persona los testimonios, que podían incluir arengas políticas, pero principalmente nombres de torturadores y asesinos que no estaban en el banquillo de los acusados, y a los que se los intentaba dejar impunes. Lo mismo había sucedido con la Conadep (un año antes): se publicó el "Nunca Más" con los testimonios de algunas víctimas, pero el listado del personal involucrado en los secuestros, robos, las torturas, vejámenes, violaciones, vuelos de la muerte, etc., estaba oculto bajo siete llaves.
En septiembre de 1984, cuando Jorge Sábato entrega el informe a Alfonsín en Casa Rosada, participamos de una enorme movilización cuyo lema era: "tenemos la verdad, ahora queremos Justicia", y exigíamos la nómina de los responsables, algo que sólo se empezó a conseguir con las declaraciones que los sobrevivientes volvían a hacer en los organismos de derechos humanos.
Por ese entonces, y eso fluye en la película, las y los desaparecidos eran no más que "víctimas" de un plan criminal. La militancia revolucionaria de gran parte de las y los secuestrados, torturados y asesinados era un tabú, y a lo sumo algunos habían sido también víctimas de las "órdenes" de ese otro "demonio" que eran las direcciones de las organizaciones armadas.
La primera vez que escuché una reivindicación de la militancia armada de su hijo fue en boca de Nora Cortiñas en el local de Familiares de la calle Riobamba, algo que realmente me impactó. Nota aparte, la película hace justicia con Norita mostrándola en la interpretación re caliente con el rol cómplice de Strassera durante la dictadura, algo que casi con seguridad ocurrió en la realidad.
El supuesto peligro de los milicos haciendo un nuevo golpe no es más que un dislate que deja entrever la película. Pero no es culpa de los realizadores del film. Es cierto que eso era lo que quería imprimir como relato el gobierno radical y la militancia de la UCR, como forma de justificar todas y cada una de las políticas que tuvieron para garantizar la impunidad de la mayoría de los genocidas y dejar intactas a las fuerzas represivas estatales.
Lo cierto es que no había ninguna posibilidad fáctica de que se pudiera realizar un nuevo golpe, y menos que se pudiera consolidar, sencillamente porque no habría tenido ninguna base social para sostenerse (a diferencia de 1976). Claro que había intimidaciones, amenazas anónimas, robos en organismos de DDHH, como nos sucedió en el MEDH en la calle Libertad en 1984, pero eran elementos sueltos de una maquinaria en descomposición.
Por último. Como ya expliqué, el plan era meter en cana a una veintena de milicos, y dejar en pie toda la estructura y la cadena de mandos de las Fuerzas Armadas, Gendarmería, Prefectura y policías responsables materiales del plan de exterminio. Pero no sólo eso. La democracia que funda Alfonsín tenía todo el poder judicial designado por la dictadura, y se reconocieron como parte del plexo legal de la democracia todas las normas (leyes, decretos, disposiciones, etc.) dictadas por el Proceso. Pero, lo más importante fue que la naciente democracia mantuvo (y luego profundizó) toda la "herencia" de la dictadura y sus "conquistas" logradas a través de la maquinaria del terror, deuda externa, pobreza endémica, inicio de la precarización laboral y una creciente dependencia política y económica a las potencias imperialistas comandadas por USA.
En este juicio a las Juntas estaban en el banquillo los que ordenaron una tremenda masacre, pero los autores intelectuales, la gran burguesía que clamaba por "órden" y comenzó a poner centros clandestinos de dertención y tortura en los campitos de sus propias empresas aún antes del 24/3/76, estaba absolutamente ausente en las imputaciones. Se terminó construyendo un relato en el que parece que los milicos se convirtieron por obra de vaya a saber qué en una horda de asesinos y torturadores, un grupo delirante de criminales degenerados con la única función de perpetuarse en el poder. Nada más lejano a la realidad. Esos mismos capitalistas, esa misma clase social es la que tomó a esta democracia como forma institucional de seguir profundizando su dominio a costa de la sangre y el sudor de las y los trabajadores y el pueblo pobre.
Algo me llevó desde la lucha por la cárcel a los genocidas a militar en el socialismo revolucionario y es haber comprendido que la verdadera Justicia por lxs 30.000 compañerxs detenidxs desaparecidxs sólo se conquistará cuando acabemos con los mentores de aquellos milicos e implantemos un gobierno propio de las y los trabajadores.
Seguimos firmes e inclaudicables en eso. Hacia allá vamos, hasta la victoria.