A 53 años de la matanza de Tlatelolco, es necesario salir a las calles. Marcha con nosotres este dos de octubre para rememorar la lucha del movimiento juvenil contra la represión del gobierno.
Agrupación Juvenil Anticapitalista @AgJuvAnticapMx
Martes 28 de septiembre de 2021
Era 2 de octubre de 1968. Miles personas conformaron un mitin en la plaza de las Tres Culturas para escuchar el discurso del representante del Consejo Nacional de Huelga —un organismo de democracia directa de las masas estudiantiles en lucha—, pues, desde hacía más de dos meses, el movimiento estudiantil se enfrentaba en las calles y desde las universidades al gobierno autoritario del presidente priista, Gustavo Díaz Ordaz.
A las 6 de la tarde, después de que las luces de bengala rojas avisaran, el Ejército Nacional apareció con camiones, tanquetas y helicópteros y comenzó la ahora conocida Masacre de Tlatelolco que, después de 53 años, nos sigue recordando el cinismo y la crueldad no sólo de PRI, también del Estado.
El movimiento estudiantil estaba en pleno auge, hartos del autoritarismo del priato, desafiaron frontalmente a Gustavo Díaz Ordaz, el presidente en ese momento —un abogado católico, anticomunista que había llegado al poder a base de mentiras y falsas promesas—, con la publicación del pliego petitorio en el que básicamente pedían:
- La libertad a los presos políticos (demanda retomada de la lucha ferrocarrilera del 58-59)
- La destitución de Luis Cueto (jefe de la Policía del Distrito Federal), Raúl Mendiolea (subjefe) y Armando Frías (el jefe del Cuerpo de Granaderos)
- La extinción del Cuerpo de Granaderos
- Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal (delito de disolución social), instrumentos jurídicos de la agresión
- Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos que fueron víctimas de la agresión desde el viernes 26 de julio en adelante (por las anteriores marchas que inundaron las calles y habían sido reprimidas)
- Deslindamiento de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades a través de policía, granaderos y Ejército
Sin importar quién estaba en esa plaza, ese día el Ejército disparó. Fuentes extraoficiales dicen contar más de 250 personas asesinadas.
Con un guante blanco en la mano izquierda y vestidos de civil, el grupo paramilitar conocido como Batallón Olimpia se identificaba entre la multitud. Junto a éste, el ejército y la Dirección Federal de Seguridad encabezaron la represión con ametralladoras, tanques ligeros y francotiradores posados en edificios cercanos.
Los acontecimientos que marcaron ese día fueron escondidos muchos años por el gobierno. Había medios de comunicación que decían que no había habido muertos, que había sido normal, como manifestaciones pasadas. No hay fotografías de los cuerpos de las víctimas en la plaza, pues el ejército cerró el área a los medios de comunicación.
En días siguientes se celebrarían las olimpiadas, y el presidente había dejado claro no permitiría que la juventud tomara las calles preparadas para el evento deportivo, que ya había sido amenazado por el Comité Olímpico con la suspensión si el proceso juvenil continuaba, por lo que el CNH, de la mano del Partido Comunista —pues los dirigentes más radicales se encontraban encarcelados— se vio obligado a decretar una "tregua olímpica".
La juventud mexicana se enfrentaba contra un régimen que no dudó en utilizar la fuerza armada para frenar la enorme marea de descontento hacia la brutalidad policial, el autoritarismo y el monopolio del PRI en los espacios políticos del país. No eran demandas estudiantiles nada más, sino que eran demandas que la clase obrera había planteado en luchas previas y que el estudiantado abrazaba en su lucha.
Por esto el mitin fue acompañado por obreros, petroleros, telefonistas y médicos. De hecho, los obreros del ferrocarril llegaron a la Plaza con una manta gigante con “los ferrocarrileros apoyamos el movimiento estudiantil”, quienes habían vivido en carne propia la represión estatal. Claramente, el movimiento estudiantil contaba con el apoyo y simpatía de otros sectores, pues las demandas se orientaban contra el autoritarismo y represión de Díaz Ordaz.
El repudio a nivel internacional se hizo patente en protestas en Estados Unidos, Ecuador, Chile, Italia, Holanda, Finlandia, Alemania Occidental y Centroamérica, donde se responsabilizó al gobierno por el baño de sangre de miles de personas.
Los y las estudiantes que encabezaron el movimiento del 68 luchaban contra los granaderos y soldados que ocupaban sus barrios. No se limitaron a democratizar la universidad, pelearon con métodos de lucha basados en la organización desde las bases contra un gobierno profundamente autoritario, cínico y cruel. Buscaron la unidad de la juventud y la clase trabajadora, la cual mostraba ser un ejemplo de lucha a nivel internacional.
A 53 años de la masacre: ¡Inundemos las calles!
Las heridas abiertas por la masacre estudiantil han puesto de pie a cada generación de jóvenes que, desde entonces, toman consciencia del pasado. Hoy como ayer, seguimos luchando por el juicio y castigo a todos los culpables y responsables tanto material, como intelectualmente del escandaloso y horripilante suceso.
Por esto te invitamos a marchar, como cada año, este 2 de octubre desde la Plaza de las Tres Culturas hacia el Zócalo.
Es necesario retomar la organización que esa juventud logró y luchar por demandas que no sólo abarquen las problemáticas que enfrentamos los y las estudiantes, también el conjunto de la clase trabajadora.
A pesar de que Claudia Sheinbaum haya ordenado blindar los monumentos y otros espacios del Centro y quiera frenar al movimiento, después de 53 años seguimos gritando enérgicamente: ¡no olvidamos, ni perdonamos!
Estamos hoy, por la disolución de la Guardia Nacional, que, en vez de “proteger al pueblo” como lo pinta el gobierno, reprime y violenta a nuestros hermanos y hermanas migrantes, a la juventud, a las mujeres.
También luchamos contra la privatización de la educación, que cada vez se ve más próxima no sólo por las reformas educativas, también por la pandemia, la cual a exacerbado el abandono de estudios, pues el salario de las familias trabajadoras no alcanza para cubrirlos. Buscamos el acceso irrestricto de los y las hijas de la clase trabajadora a las universidades, para que puedan ocupar las aulas de forma pública y gratuita garantizada por el Estado.
El mejor homenaje para los y las estudiantes asesinados hace 53 años es levantar un movimiento estudiantil que se forje de la unidad con otros sectores oprimidos y la auto-organización independiente de las autoridades y de los partidos del régimen.