A 20 años del catastrófico tsunami del océano Índico, recuperamos un artículo publicado el 20 de enero de 2005 en La Verdad Obrera, semanario del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina. El evento, un potente terremoto submarino tuvo lugar el domingo 26 de diciembre de 2004 con epicentro en la costa de Banda Aceh (Indonesia), dejó un saldo de 230.000 muertos producto de la desidia y la irracionalidad capitalista.
Diego Lotito @diegolotito
Jueves 26 de diciembre de 2024 10:26
Foto de archivo. Reuters.
Una ola de muerte y destrucción
Con el correr de los días, los informes sobre la cantidad de muertos crecen por miles. Las olas siguen depositando cadáveres en las playas. Hoy se estiman en 225.000 las vidas perdidas, y casi la misma cifra de desaparecidos. Sólo en Banda Aceh, el último parte oficial contaba 119.000 víctimas. En Sri Lanka, ciudades enteras de pescadores fueron arrasadas y no hay sobrevivientes para decir cuántas personas vivían allí.
La ONU alertó que las cifras de víctimas pueden duplicarse a causa de las epidemias de malaria, cólera, y hepatitis, listas para desatarse a causa de la contaminación del agua potable. El costo de los daños se calcula en 13.500 millones de dólares y una década al menos para finalizar la reconstrucción. En una zona en la que el turismo mueve anualmente más de 100.000 millones de dólares, más de 20 millones de pobladores sólo esperan la desocupación y la miseria. Hay 5 millones de personas desplazadas. Los niños y adolescentes sufren los mayores padecimientos. Se cree que más de la mitad de los muertos eran niños y UNICEF estima que al menos un millón y medio han resultado afectados de una u otra manera por el desastre: una generación perdida, la “generación tsunami”. La catástrofe no sólo dejó a su paso la muerte, sino también la desolación de los vivos.
La catástrofe podía evitarse
La población mundial se estremeció por las consecuencias del maremoto. Millones vieron en directo el doloroso cuadro de la tragedia. Surge así la gran pregunta: ¿era posible alertar sobre el tsunami? Como reconoce Paul Tapponier, del Instituto de Geofísica del Globo de París, entre el sismo que sacudió a Sumatra y el despliegue del tsunami transcurrieron “por lo menos tres horas, durante las cuales hubiese sido perfectamente posible salvar numerosas vidas humanas” [1]. Pero nadie avisó a tiempo… y no porque fuera imposible.
Desde 1949, Estados Unidos estableció en Ewa Beach, Hawai, el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico, dependiente de la Administración Nacional en materia Oceánica y Atmosférica (NOAA). Este Centro es eje del Sistema de Alertas de Tsunamis, que comprende a 26 países, entre los que están Indonesia y Tailandia.
A las 02.59 pm (horal local) del 25 de diciembre, a segundos de comenzado el sismo, este Centro emitió un comunicado en el que daba las coordenadas exactas del maremoto y le atribuía en ese momento una magnitud de 8.0 puntos en la escala Richter. Decía el mensaje: “Evaluación. Basados en los datos disponibles un tsunami destructivo del Pacífico no es esperado y no hay amenaza de tsunami en Hawái. (...) Este será el único boletín emitido para este evento a no ser que datos adicionales sean recibidos.” [2].
El boletín dio una estimación errónea de la fuerza del maremoto –algo inusual considerando la tecnología emplazada en este terreno–, repitió el mensaje tranquilizante para los intereses norteamericanos en el Pacífico y no lanzó el alerta. Sólo cuando Banda Aceh estaba devastada corrigió su estimación de la intensidad del sismo a 9, ¡un tramo de intensidad real diez veces superior al 8 anterior! Pero el NOAA no tardó en avisar al Departamento de Estado. Como dice Michel Chossudovsky: “La base naval norteamericana de la isla de Diego García en el Océano Indico fue notificada. ¿Por qué los pescadores de la India, Sri Lanka y Tailandia no recibieron el mismo aviso que la Marina y el Departamento de Estado de EE.UU? ¿Por qué el Departamento de Estado silenció la existencia de una catástrofe inminente?” [3].
El imperialismo actúo con negligencia criminal. Ahora sus agencias echan culpas exclusivamente sobre los gobiernos de la zona, alegando que “nadie atendió los teléfonos”, mientras científicos escriben sobre la falta de un sistema de alerta en la región. ¿Pero con quién quisieron comunicarse si oficialmente el Centro de Hawái no esperaba ningún tsunami? ¿Y cómo que no había un sistema de alerta si, al menos, Indonesia y Tailandia son parte de él? Ciertamente, no existe un sistema de detección en el Océano Indico: la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la ONU reunida en junio pasado, luego de concluir que el “Océano Indico tiene una amenaza significativa de tsunamis” y deberían tener una red de alerta, no llegó a ningún acuerdo para financiarlo [4].
Miseria imperialista, terror humanitario
“Hay un grado de solidaridad internacional nunca visto”, dicen los voceros de la ONU. Pero el operativo de ayuda no suma siquiera el monto previsto por la ONU, como dice el mismo Koffi Annan [5]. Los aportes de Estados Unidos (350 millones), Japón o Francia, son miserables. ¡Mientras el imperialismo yanki destina miles de millones de presupuesto para financiar la guerra en Irak!
Cínicamente, Colin Powell, recorriendo la provincia de Aceh, se confesó “horrorizado” y sentenció: “Estuve en guerras y colaboré en varias operaciones de rescate a causa de huracanes, tornados y otros desastres, pero nunca vi algo parecido” [6]. La hipocresía no es fortuita. Estados Unidos busca lavarse un poco su fachada, salpicada con la sangre iraquí, mientras despliega un dispositivo militar preventivo ante posibles alzamientos en la región. El mismo funcionario declaró que confiaba en que “como resultado de nuestros esfuerzos (…) se reforzará nuestro sistema de valores” y que así “se secarán esos pozos de insatisfacción que podrían alimentar la actividad terrorista” [7] Rara ambición, cuando el responsable de coordinar la “ayuda humanitaria” es nada menos que el teniente general de marines Rusty Blackman, ex jefe de Estado Mayor de las tropas que tomaron Bagdad en 2003. Bajo su mando ya se encuentran en la región tres equipos militares, se enviaron dos portaaviones, decenas de aviones y helicópteros y varios miles de efectivos, un verdadero aparato de “terror humanitario”.
Anarquía capitalista
El maremoto en el sudeste asiático fue un fenómeno natural, propio del desenvolvimiento geológico de la tierra; pero sus consecuencias y cómo enfrentarlas, no lo son. En este caso, la irracionalidad del sistema capitalista ha llevado por desidia, anarquía e irresponsabilidad criminal a la muerte de centenares de miles de personas y ha puesto en juego el futuro de generaciones.
La respuesta a la barbarie capitalista sigue siendo la revolución socialista internacional que introduzca la razón en la esfera de las relaciones económicas, premisa necesaria para avanzar en la edificación de la sociedad comunista.
* Publicado originalmente en La Verdad Obrera #155, semanario del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina, el 20 de enero de 2005.
Diego Lotito
Nació en la provincia del Neuquén, Argentina, en 1978. Es periodista y editor de la sección política en Izquierda Diario. Coautor de Cien años de historia obrera en Argentina (1870-1969). Actualmente reside en Madrid y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.