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México

Panorama Político. 2018: el triunfo de López Obrador y la necesidad de una alternativa obrera y socialista

Ante el nuevo gobierno, la clase trabajadora, las mujeres y la juventud debemos luchar por nuestros derechos y organizarnos políticamente en clave revolucionaria.

Lunes 24 de diciembre de 2018 00:59

2018 será por siempre el año en que Andrés Manuel López Obrador finalmente logró, después de dos intentos frustrados, alcanzar la presidencia de México.

El 1 de julio, 32 millones de votos constituyeron una mayoría irrefutable. El Morena, una formación relativamente nueva, arrasó con los partidos tradicionales y trastocó el mapa político, convirtiéndose en la fuerza hegemónica en el Congreso de la Unión y dándole a AMLO una fortaleza impensada hasta entonces. La explicación de semejante sismo en la política mexicana hay que buscarla en el hartazgo social con los viejos institutos políticos (el PRI, el PAN y el PRD), y la brecha entre éstos y la mayoría de la población. En ese panorama, profundizado desde la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, emergió el gobierno de AMLO.

En la previa de las elecciones presidenciales, el descontento fue pasivizado. La protesta social dejó las calles, y se trasladó a la confianza en las urnas. Las direcciones políticas y sindicales del movimiento obrero y popular -empezando por aquellas que se reclamaban “opositoras”- se encargaron de fomentar la ilusión que por ese camino se lograrían las aspiraciones de cambio. Eso fue esencial para que López Obrador -a pesar de un discurso cada vez más moderado, que buscaba tranquilizar a los “mercados” y a la Casa Blanca- capitalizara el descontento social y lograra un amplio apoyo del que hoy goza, y que para muchos aparece sin mayores contradicciones.

Sin embargo, ya en ese momento, decíamos que lo que le daba mayor fortaleza a AMLO, sería fuente de inestabilidad en el futuro. Las amplias expectativas populares, después de décadas de neoliberalismo, chocarían con el limitado programa del nuevo gobierno. Las propuestas de asistencia social, combate a la corrupción y reformas serían insuficientes en el reino de la precarización laboral, la militarización, los atropellos a las libertades democráticas, y los saldos de la opresión imperialista.

Entre las expectativas populares y los intereses capitalistas

Después del 1 de julio, el nuevo presidente no perdió un minuto. Ocupó la larga transición para empezar a gobernar en los hechos, mientras la estrella del priista Peña Nieto caía aceleradamente.

En los 5 largos meses del interregno, se adelantó lo que ya es la marca de estas primeras semanas de la llamada “cuarta transformación”. Característica fundamental del nuevo gobierno es que navega entre los intentos por responder -muy limitadamente y a su manera- a las expectativas populares, a la par que garantizar los intereses de los grandes capitales y la estabilidad política y económica que requieren.

Es así que reivindicaciones que fueron bandera de la protesta obrera y popular en los últimos años - como la abrogación de la reforma educativa, la libertad de los presos políticos o la lucha por la aparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa- fueron apropiadas por el nuevo gobierno y presentadas como el resultado de su voluntad, las cuales, por otro lado, solo “resolverá”, a lo sumo, parcialmente.

El Nuevo Aeropuerto en Texcoco, contra el que, en los últimos años, se manifestaron distintos sectores sociales, fue cancelado después de una “consulta ciudadana” mientras se garantizan las inversiones de los grandes empresarios que avasallaron la voluntad popular en los años previos. El Tren Maya -que AMLO quiso legitimar mediante ceremonias acordadas con sectores indígenas que lo respaldan pero que no representan al conjunto de los pueblos originarios-, es presentado como una oportunidad para la inversión privada.

El presupuesto económico 2019 confirmó que el cambio lopezobradorista se basa en los programas sociales a través de las secretarias de Bienestar y Trabajo y en la construcción de infraestructura energética, áreas que vieron un notorio incremento presupuestal; mientras que fue alabado por grandes empresarios y financieras internacionales por respetar el “orden macroeconómico”. En contraste, la reducción del presupuesto para las universidades y cultura desató críticas y el peligro de movilizaciones, que fueron conjuradas por la aceptación gubernamental del “error”.

Austeridad de AMLO amenaza con despidos masivos a trabajadores de CDMX ¿Qué hacer?

Por otra parte, la reducción de gastos en la administración pública muestra una realidad que pone en entredicho el discurso de combate a la corrupción, y ya alentó las primeras protestas. En la Ciudad de México, miles de trabajadores precarizados están amenazados con los despidos y la no renovación de sus contratos, como en el DIF. En dependencias como el Sistema de Atención Tributaria, trabajadores de base se manifestaron contra los despidos en varios estados. La reducción presupuestal en el Congreso de la Unión llevó a que le bajaran el sueldo escandalosamente a los trabajadores de intendencia. En estos y otros casos, los afectados no son los altos funcionarios, como reza el discurso oficial, sino los trabajadores precarizados y de base.

Fuerzas armadas: una relación privilegiada

Otro rasgo sobresaliente del gobierno de AMLO (que Manuel Aguilar Mora definió atinadamente como un “equilibrista”) es que privilegia la relación con las fuerzas armadas y su lugar en el escenario nacional. A pesar de que la lucha contra la militarización estuvo en el centro de la protesta social en los años previos, López Obrador propuso una Guardia Nacional conformada por elementos de las cuestionadas corporaciones policíacas y militares y aumentar el presupuesto de la Defensa Nacional.

En la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum lanzó un programa de altos incentivos económicos para la policía, en tanto que intelectuales morenistas como John Ackerman justificaron que los mandos de las fuerzas de seguridad ganen sueldos elevados por “la gran responsabilidad que tienen”. Todo esto es parte del nuevo relato de AMLO, quien se refirió al Ejército como “revolucionario” y “del pueblo”, para relegitimar a esta institución, en la que planea apoyarse cada vez más como pilar del régimen y del gobierno.

El “ejército del pueblo”: el nuevo relato de López Obrador

La lucha contra “la mafia en el poder” fue una de las banderas que más simpatía generó en la población. Pero el intento de López Obrador de que ningún funcionario cobre más que el presidente (salario de por sí altísimo si lo comparamos con lo que cobra un trabajador) fue resistido por el poder judicial y sectores de la “clase política”, a lo que se sumó el fuego amigo proveniente de la administración morenista, como Olga Cordero, secretaria de Gobernación.

Finalmente todo terminó en un acuerdo que puso evidentemente en duda las intenciones de AMLO de acabar con los privilegios. Éste priorizó darle estabilidad a las instituciones; muy lejos de levantar cuestiones elementales como que todo funcionario o legislador cobre como una maestra o un trabajador medio, y que los jueces sean electos por el voto popular.

Sin duda, la relación con Estados Unidos es un elemento crucial para distinguir entre discurso y realidad en todo gobierno que se defina como “progresista”. López Obrador y su canciller Marcelo Ebrard buscaron desde el 1 de julio una “relación armónica”, que incluye la reformulación de los acuerdos económicos (ahora bajo el nombre del T-MEC) y migratorios. Más allá de que el gobierno mexicano negocie algunas de las pretensiones de Trump, se mantiene la subordinación “amistosa” de México a los EE.UU, por parte de un gobierno que preservará los intereses de las trasnacionales y la clase dominante nativa.

Los nubarrones en la relación con el poderoso vecino del norte no vendrán de Palacio Nacional, sino más bien de la Casa Blanca y las bravuconadas del presidente estadounidense.

En ese sentido, no está de más recordar que el gobierno de AMLO se distingue de otras experiencias políticas en las que pretende abrevar, como es el caso de Lázaro Cárdenas. Su gobierno, de corte nacionalista burgués, aún y sin salirse de los marcos del régimen capitalista, tuvo en determinado momento cierto grado de confrontación con el imperialismo y las trasnacionales, en particular en 1938 con las expropiaciones petroleras. El programa lopezobradorista está incluso lejos de ello: no busca afectar las propiedades de las trasnacionales que en los últimos 30 años se beneficiaron de la entrega de las empresas públicas, los recursos energéticos y naturales, y continuar pagando la deuda pública, mecanismo esencial del saqueo imperialista.

Prepararse para el 2019

Un nuevo periodo está abierto. Como decimos antes, las expectativas populares en el nuevo gobierno son muchas; pero la “cuarta transformación” no cuestiona la explotación capitalista, la opresión imperialista ni las estructuras fundamentales del régimen político al servicio de la clase dominante. Sin eso, no es posible resolver la situación de los millones de trabajadores del campo y la ciudad.

Las medidas asistenciales y las reformas propuestas por el nuevo gobierno, apoyadas por amplios sectores de las direcciones sindicales, no resolverán las aspiraciones de cambio profundo que existen en la mayoría de la población. Hacia adelante, se abre la perspectiva de nuevas luchas de sectores de trabajadores y el pueblo, en defensa de sus derechos; en los meses previos la juventud universitaria protagonizó importantes movilizaciones.

Los trabajadores y los sectores populares debemos prepararnos para luchar por nuestras reivindicaciones, con independencia política del gobierno y las instituciones del régimen político.

Nadie nos ha regalado nunca nada; por eso, el camino debe ser la movilización en las calles, confiando solamente en nuestras fuerzas. En esa perspectiva, desde el Movimiento de los Trabajadores Socialistas y La Izquierda Diario México impulsamos la construcción de una gran herramienta política de los trabajadores, la juventud combativa y las mujeres que luchan por sus derechos, una necesidad imperiosa para los explotados y oprimidos del país.

Proponemos una perspectiva antiimperialista, socialista y revolucionaria. Consideramos que para enfrentar la explotación y la opresión es necesario enfrentar el orden capitalista y la dominación imperialista, luchando por una salida de los de abajo: un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre, que abra el camino a una transformación radical y revolucionaria de la sociedad.


Pablo Oprinari

Sociólogo y latinoamericanista (UNAM), coordinador de México en Llamas. Interpretaciones marxistas de la revolución y coautor de Juventud en las calles. Coordinador de Ideas de Izquierda México, columnista en La Izquierda Diario Mx e integrante del Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas.

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