El viernes por la noche, a 25 años de la desaparición de Miguel Bru a manos de efectivos de la Comisaría Novena de la ciudad de La Plata, fue escenario de la tradicional vigilia que realiza la Asociación Miguel Bru para pedir justicia y recordar al joven estudiante de periodismo de la UNLP.
Domingo 19 de agosto de 2018
"Que a 25 años todavía se recuerde y se exija por la aparición de Miguel, para nosotros es una caricia", dice Rosa Schonfeld de Bru, madre del Miguel Bru, el joven estudiante de periodismo secuestrado, torturado hasta la muerte y desaparecido la noche del 17 de agosto de 1993 en la ciudad de La Plata.
El viernes 17 desde las 19 y hasta las 2 de la mañana, se realizó la clásica vigilia frente a la Comisaría Novena de la capital bonaerense, allí donde se comprobó que Miguel fue llevado y torturado antes de ser desaparecido.
Miguel había sufrido en su domicilio junto a sus amigos un allanamiento ilegal y lo denunció. Luego sufrió un gran hostigamiento por parte del personal de la Comisaría Novena, presionándolo para que retire la denuncia, hasta su secuestro por parte del personal de calle de la mencionada comisaría.
Era la maldita policía de Eduardo Duhalde y Pedro Klodczyk.
Rosa todavía espera que el único detenido actualmente en la causa y condenado a cadena perpetua, el exsargento Justo José López, “comprenda y diga dónde está Miguel".
La Comisaría Novena, ubicada en la esquina de 5 y 59, fue el lugar para recordar a Miguel a 25 años de su desaparición. De 19 a 2 de la mañana, el horario en el que la "maldita policía" golpeó y desapareció al joven estudiante de periodismo.
Según contaron testigos que estaban detenidos en esa dependencia, lo torturaron hasta la muerte y llevaron en un auto.
En 1999, el Poder Judicial condenó al exsubcomisario Walter Abrigo y al exsargento López a prisión perpetua como autores materiales del crimen. En el mismo juicio recibieron una pena de tres años el comisario Juan Domingo Ojeda y el suboficial Ramón Cerecetto que cumplieron escasamente.
Abrigo falleció de un paro cardíaco en el penal de Florencio Varela, donde cumplía condena. López continúa cumpliendo la suya en el penal de Sierra Chica.
El exsargento había recuperado su libertad en 2014, por el beneficio del "2x1", pero la medida fue apelada y en julio de 2017 López volvió a ser detenido. Desde entonces, la Asociación Bru, a pedido de Rosa, propuso ante la jueza de ejecución penal María Silvia Oyhamburu la posibilidad de otorgar un beneficio de eximición de prisión para el exsargento a cambio de que aporte información sobre la ubicación del cuerpo de Miguel.
Sin embargo, hasta el momento, el exsargento insiste en su inocencia, se considera un "preso político" y sostiene que no sabe dónde está el cuerpo del joven desaparecido en 1993.
El pacto de silencio, propio de las fuerzas represivas de este régimen, nunca se quebró.
"Llevamos 25 años de lucha, Miguel merece un lugar donde descansar", insiste Rosa, quien asegura que cada agosto desde hace 25 años se abre "una llaga", pero destaca todo lo que se luchó desde el primer día, cuando a los amigos y familiares del joven estudiante de periodismo les decían que estaba de viaje en Brasil.
"La lucha empezó con los amigos de Miguel y hoy somos una asociación que sigue caminando, con el eterno apoyo de la Facultad de Periodismo y también de los periodistas. Para todos tengo solo agradecimiento por no bajar los brazos", manifiesta una de las madres referente nacional en la lucha contra la violencia estatal.
Todos los avances y las condenadas logradas en el marco de un entramado de complicidad policial-judicial y de enormes irregularidades fueron gracias a la lucha incansable de la Asociación Miguel Bru con Rosa, su presidenta, a la cabeza.
El 15 de junio de 2017 se descubrió el robo del expediente del caso Bru, de ocho cuerpos con 200 fojas, que estaba bajo custodia en la fiscalía de Fernando Cartasegna. El expediente apareció cuatro días después en un armario de la secretaría de la UFI N°4, mueble que ya había sido requisado unos días antes.
Hilos de continuidad en el poder policial
Los policías condenados por el caso integraban la patota de la Comisaría Novena junto a Rubén Fabián Perroni, el actual jefe de la Policía Bonaerense promocionado por María Eugenia Vidal.
Perroni era integrante de la misma patota que lideraba Walter Abrigo. Llegó a la comisaría para investigar una banda que asaltaba carnicerías. La patota de la Novena actuó como sabía: apretando, deteniendo y torturando.
Poco tiempo después Perroni sería detenido y sus colegas procesados por el poder judicial, por ese tipo de procedimientos "irregulares". Finalmente quedaron libres. Pero un año después, en la misma comisaría y con un método similar, fue secuestrado Miguel Bru. Desde ese momento se encuentra desaparecido.
En 1997, la justicia detuvo a Perroni y a Abrigo por “torturas y violación de los deberes de funcionario público”. Al actual jefe de Policía lo procesó por torturar a Julio César Medina, integrante de la banda que supuestamente asaltaba carnicerías. A Abrigo por la desaparición de Miguel Bru.
Pero Abrigo murió en la cárcel y se llevó el secreto a la tumba. Durante estos años Rosa, la madre de Miguel, lo buscó por cielo y tierra. De hecho, el 2 de mayo pasado hubo un procedimiento en el último lugar donde fue visto con vida: la Comisaría Novena.
El dato de un testigo de identidad reservada llegó al Poder Judicial y fue recogido por el actual fiscal de la causa, Marcelo Martini. La Gendarmería Nacional realizó un rastrillaje en el patio de la Comisaría Novena. Los peritos ingresaron con georadares, pero no encontraron restos del cuerpo del estudiante. Era lógico: habían pasado casi 25 años.
Otro de los rastrillajes fue ordenado por el fiscal Cartasegna en un lote ubicado en la diagonal 77 y calle 10 de La Plata, donde solo encontraron restos óseos de animales.
¿Perroni podría haber roto el silencio de la patota policial para apaciguar el dolor de Rosa y decir dónde está el cuerpo de Miguel? No, porque también es parte del pacto de silencio. Rosa afirma: “Cualquiera que conoce cómo procede la Policía sabe que ellos no son ajenos, que entre ellos todo se sabe”.
El primer destino de Perroni tras haber egresado como policía fue en 1985 en la Comisaría Quinta de La Plata. Allí conoció a Néstor Bru, el padre de Miguel. Cuando Miguel, el hijo mayor de cinco hermanos se preparaba para viajar a Bariloche, su padre comentó en la comisaría que necesitaba comprarle una campera. “Perroni le dice a Néstor ’pero ni gastes, yo fui a Bariloche y la usé únicamente ese día’. Al día siguiente se la prestó. La foto de Miguel en Bariloche, es con la campera de Perroni”, relata Rosa.
Rosa cuenta que cuando Miguel desapareció Perroni jamás se acercó a la familia para solidarizarse ni, mucho menos, para colaborar con ellos en la investigación.
“Miguel no era alguien que él no conocía, pero jamás se acercó al padre a decirle ’Mirá Bru, lamento lo que le está pasando a tu pibe’. Menos para decir ’voy a ver si puedo averiguar algo’. No tenía una relación estrecha con Néstor, pero sí de trabajo, no se puede haber olvidado quién era. Aparte Bru no es un apellido tipo Martínez o López. Es un apellido que no es tan fácil decir ’ah, no sé quién es’”.
Ante lo sucedido con su hijo, una de las tantas cosas que Rosa hizo en décadas fue presentarse ante el jefe de la Policía de entonces, Pedro Klodczyk. En su momento, el jefe máximo le dijo que él “tenía que defender a sus muchachos”.
En relación al ascenso de Perroni, Rosa asegura que no puede de ninguna manera ocupar el cargo de jefe, dados sus antecedentes. “Si yo hice esto ¿por qué no lo va a hacer el otro que viene detrás mío?”, dice Rosa que se debe estar preguntando Perroni en estos momentos. Y concluye: “No vaya a ser que ahora el jefe de Policía tenga que defender a sus muchachos”.
Más tarde, al enterarse del ascenso de Perroni por parte de Cristian Ritondo y María Eugenia Vidal, repetiría la duda: “Si Perroni y Abrigo eran compañeros y usaban el mismo modus operandi, no veo por qué no puedo pensar que el nuevo jefe de policía sepa dónde está mi hijo. Abrigo también fue condenado por el secuestro y la tortura de Roberto Abel Diez. Procedían exactamente igual”.
Perroni fue sobreseído y a pesar de su paso a disponibilidad preventiva durante dos años, no recibió sanciones disciplinarias y fue reincorporado a la fuerza.
La duda es totalmente lógica. Más bien, el modus operandi de la maldita policía lo transforma en una certeza: el jefe policial de Vidal tiene que saber qué pasó con Miguel.
Hoy, a 25 años y luego de un incansable proceso que incluyó la destitución del Juez Amílcar Vara por complicidad, la dudosa muerte de un testigo protegido que vio cómo trasladaban a Miguel sin vida, muerto en circunstancias dudosas en un supuesto enfrentamiento, el encadenamiento en Tribunales por parte de Rosa para reclamar el apartamiento del fiscal Cartasegna por no avanzar en la causa al cumplirse los 23 años de la desaparición de su hijo, infinidad de movilizaciones y acciones, más de 38 rastrillajes infructuosos, no sabemos dónde está Miguel.
La lucha por encontrar el cuerpo de Miguel sigue en pie así como la condena a todos los responsables políticos-policiales comenzando con el Jefe de la Policía Bonaerense que no cumple ninguna condena por torturas y que sabe qué sucedió con Miguel.
Esta pelea se da en el marco de una avanzada represiva del gobierno nacional que tiene como últimos elementos el decreto para utilizar a las fuerzas armadas en la represión interna, política ya inaugurado hace días en Jujuy.
Junto a esto aplican la Doctrina Chocobar, que no es más que la ejecución sumaria que se cobra la vida de cientos de jóvenes en el país. Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, Cristopher Rego son algunas de las víctimas las fuerzas represivas del Estado.