Este 25 de noviembre el movimiento de mujeres volvió a salir a las calles en un Chile convulsionado, en el marco de una semana bastante agitada tanto en el congreso como en las calles. En este artículo buscamos aportar en la reflexión sobre sus potencialidades, desafíos y perspectivas en este contexto.
El 25N en una semana convulsionada
Con el motivo de la conmemoración del día contra la violencia de género, hubo concentraciones y marchas en cerca de 70 ciudades, fuimos miles en las calles a lo largo del país. Si bien no fue una jornada tan masiva como ha caracterizado las convocatorias del movimiento de mujeres en los últimos años, el hecho que en el marco de la pandemia lograra reunir a miles a nivel nacional, muestra su poder aglutinante.
Un aspecto característico de la marcha fue justamente que la convocatoria y las consignas que resaltaron fueron por la libertad a las y los presos políticos de la revuelta, y por el rechazo a Piñera, expresado en el cántico “que muera Piñera y no mis compañeras”. Además, la marcha se dio en una semana donde las calles volvieron a hablar, si bien no con la intensidad del 2019 muestra lo convulsionado del país.
La juventud y los familiares que luchan por la libertad de los presos políticos, las y los trabajadores de la salud por el reconocimiento a su labor y el de la salud pública, los portuarios con un paro por el retiro del 10% y contra la medida del gobierno de recurrir al Tribunal Constitucional (TC), y el movimiento de mujeres contra la violencia machista.
El mismo 25N estas movilizaciones ocurrieron en paralelo, y el ánimo unitario fue un signo que estuvo presente: en Antofagasta los portuarios confluyeron con familiares y juventud que ha estado peleando por la libertad de los presos políticos, y con los profesores; en Santiago las y los trabajadores del Hospital Barros Luco, en el marco del paro de la salud y las demandas por mejores condiciones laborales y salariales como el bono COVID, desarrollaron una jornada contra la violencia machista y por la libertad de los presos políticos. Y en la misma marcha, se hicieron presente familiares de Cristián Valdebenito, asesinado por carabineros en la revuelta.
Pero a pesar de los ánimos unitarios, y las pequeñas muestras de fuerzas en las calles, lo que primó fue la dispersión. Nuevamente, las grandes centrales sindicales y las federaciones estudiantiles como el Confech brillaron por su ausencia, no buscaron unificar, llamando a un paro nacional, menos aún buscaron que la clase trabajadora tomara las demandas de las mujeres como propias. La CUT se contentó con hacer una pequeña concentración para entregar una carta al Gobierno exigiendo la ratificación del Convenio 190 de la OIT; respecto a los presos políticos, recién este viernes 27 se juntaron con los familiares donde plantearon -por lo menos de palabra- que respaldaran su agenda de movilización.
La contracara fue el Barros Luco que expresó lo más avanzado del movimiento sindical, quienes en el marco de su propia movilización contra la desidia del gobierno ante la negativa del bono de reconocimiento a la primera línea de la pandemia, han denunciado que hay plata para reprimir pero no para los hospitales, haciendo mención al bono entregado a carabineros en el marco de la pandemia. Pero también en cada salida, corta calle, asamblea y acción que han realizado han puesto la exigencia y demanda de la libertad a los presos políticos, participando en una asamblea y miting sus familiares, e impulsando una declaración internacional. Este 25N tampoco se quedaron fuera y realizaron una movilización donde unieron sus demandas, la de la libertad de los presos políticos y la conmemoración al día internacional contra la violencia de género.
Sin duda, las y los trabajadores del Barros Luco muestran un camino a seguir, buscando la unidad, pero para que se generalice es indispensable la exigencia a que la burocracia sindical termine ya con la tregua y convoque y organice un paro nacional ya.
Las potencialidades que volvió a mostrar el movimiento de mujeres
Y si bien el movimiento de mujeres es heterogéneo y policlasista,las mujeres somos parte orgánica de la clase trabajadora, de la juventud que lucha por la liberación de los presos políticos, y del sector combativo que está todos los viernes en plaza dignidad. La pequeña muestra de fuerza que fue la movilización del 25N, y los ánimos de unidad, pueden dar un salto, y nuevamente el movimiento de mujeres puede ser un dinamizador de la lucha de clases. Un medidor será el paro del 10 de diciembre por la libertad de los presos políticos convocada por los propios familiares y diversas organizaciones.
El potencial del movimiento de mujeres radica en una doble vía. Por un lado, su capacidad de ser un puente en la articulación entre sectores de vanguardia y sectores más amplios de masas, elemento fundamental para evitar la división estratégica para la burguesía y el régimen que permite la criminalización y facilita los desvíos. Y por otro lado, la fuerza social explosiva que puede alentar si se expande a la clase trabajadora con las mujeres al frente, que saque de los cómodos sillones a la burocracia para lograr articular las fuerzas en un paro nacional y plan de lucha con la perspectiva de una huelga general que frene la represión, conquiste la libertad de los presos políticos, y saque a Piñera, única manera de realmente conquistar una asamblea constituyente libre y soberana, sin vetos y trabas al pueblo. El 12N del 2019, en la jornada historia de acción independiente donde paralizó el sector público altamente feminizado y los portuarios y se unió a la juventud combativa ya lo mostró ese enorme potencial.
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La rebelión, el acuerdo por la paz y la pandemia cambiaron las coordenadas
Unos meses antes que estallara la rebelión, el 8 de marzo de 2019 el movimiento de mujeres hacia una gran demostración de fuerzas que no dejó indiferente a nadie, todos los sectores sociales, desde el gobierno y los sectores de la derecha más rancia, buscaron hacerse eco, demagógica e hipócritamente mostrándose a “favor” del movimiento de mujeres. La operación que buscaban hacer era tender puentes para evitar que los distintos sectores de la burguesía, el régimen, los empresarios, sus partidos y la iglesia, no se transformaran en los principales enemigos de este movimiento. Su gran temor era justamente que esta enorme fuerza tomara los métodos de la lucha de clases, y que su programa se uniera a la causa de las y los trabajadores, el pueblo mapuche y la juventud.
Pero la rebelión desatada el 18 de octubre del 2019, empezó a delimitar más claramente a los enemigos, aunque algunos siguen buscando hacerse pasar por falsos amigos del pueblo y de la lucha de las mujeres. Pero ya no se ve ni sería concebible ver en las marchas del movimiento de mujeres abrazos con las pacas, ni fracciones de la derecha haciéndose parte de las movilizaciones.
La rebelión en este sentido fue un punto de inflexión en Chile que no le fue ajeno al propio movimiento de mujeres. La crisis económica y sanitaria que dejó en evidencia la pandemia no sólo fue un impasse en términos de la lucha en las calles, sino que debido a las medidas y políticas del gobierno que buscaron y seguirá buscando constantemente cargar la crisis sobre las y los trabajadores, implicó una pauperización de la vida de las grandes mayorías trabajadoras, aumentó el desempleo y la precariedad, las mujeres aumentaron la sobrecarga de las tareas reproductivas y se vieron afectadas mayoritariamente por el desempleo. Con ello crecieron las bases materiales sobre las que reposa el aumento de la violencia machista en los hogares.
En la pandemia, si bien las condiciones formales de las mujeres no cambiaron, nuestras condiciones materiales retrocedieron en 10 años. Y a pesar de haber pasado ya más de un mes de la arrolladora victoria del apruebo, donde se hizo patente que somos millones quienes queremos echar abajo la herencia de la dictadura, también ha quedado de manifiesto que el gobierno y el régimen no están dispuestos a dar más que concesiones parciales con muchos límites. Un ejemplo evidente, es la actitud del gobierno sobre el proyecto del 10%, pero también de la ex concertación y el mismo frente amplio, quienes votaron el proyecto del gobierno en el Senado.
Cada conquista la arrancaremos con lucha, confiando en nuestra propias fuerzas, articulando la fuerza social necesaria para doblegar a nuestros enemigos, ahí la clase trabajadora y las mujeres trabajadoras cumplen un rol fundamental, el movimiento de mujeres puede sin duda alentar este camino.
La prueba del 10 de diciembre y la lucha por un paro nacional
Como ya mencionamos para el 10 de diciembre está convocado un paro nacional por la libertad a los presos políticos de la rebelión, y si bien este viernes la CUT dijo apoyar la agenda de los familiares de los presos políticos, aún no convoca a paro para esa fecha.
Un desafió importante para el movimiento de mujeres y todas y todos quienes buscamos ser una oposición efectiva a este gobierno en las calles, que queremos poner freno a la represión y la desidia empresarial, es rearticular volúmenes de fuerzas en una acción defensiva de peso, que ponga en movimiento el poder de fuego de las y los trabajadores, parando sectores estratégicos de la economía, por eso un paro de 24 hrs efectivo y combativo, con paralización productiva, es fundamental para que las fuerzas sociales que han actuado esta semana de manera separa confluyan, se amplíen y golpeen juntas.
El 10 de diciembre puede ir marcando ese camino y ser una demostración de fuerzas mayor, y si el movimiento de mujeres o un sector importante de este se pone esta perspectiva y desafió puede ser un caudal de energía muy importante. Desde el feminismo socialista de Pan y Rosas damos la batalla para que el movimiento de mujeres se ligue a la lucha de explotados y oprimidos, que ayude a articular las fuerzas para enfrentar al gobierno y los empresarios, y a este régimen podrido que busca una y mil trampas para sobrevivir.
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