En 1991 Argentina fue el primer país en América latina en establecer un mínimo de candidaturas femeninas en las listas. Hoy, esta discusión se reactualiza con el tratamiento de la Ley de Paridad.
Lunes 6 de noviembre de 2017 18:35
En septiembre de 1990 comenzó la discusión sobre la representación de las mujeres en el Congreso. El 6 de noviembre de 1991, finalmente se sancionaba la ley 24.012 de cupo femenino que establecía que los partidos tenían que incluir un 30% de mujeres en sus listas, para la elección de diputados.
En 1995 esa ley se extendió al Senado. Hoy en día este debate se reactualiza con la discusión sobre paridad de género.
La sanción de la Ley
A mediados del siglo XX las mujeres argentinas conquistamos nuestro derecho al voto, que significó un avance en este elemental y democrático derecho cívico, pero esto no se reflejó en la participación de las mujeres en los espacios políticos.
La sanción de la ley de cupo femenino fue una novedad a nivel mundial. Argentina fue el primer país en establecer un mínimo de candidaturas de mujeres en las listas. Luego, este ejemplo fue seguido por otros países a mediados de los 90, como Brasil, Bolivia, Perú, México, Uruguay.
En 1989, Margarita Malharro de Torres en el Senado y Florentina Gómez Miranda y Norma Allegrone en Diputados, todas de la UCR, presentaron proyectos para establecer el cupo del 30 por ciento en las listas legislativas.
El proyecto fue aprobado en Senado, pero estuvo a punto de perder estado parlamentario al pasar casi dos años y no ser aprobado en Diputados. Ahí es cuando María Teresa Moroni, también diputada radical, comenzó a buscar apoyo entre propios y ajenos para lograr el tratamiento y que no venciera la media sanción. Finalmente, durante la madrugada del 6 de noviembre fue aprobada la ley por 140 votos a favor, 7 en contra y 3 abstenciones.
Con la sanción de la Ley la participación aumentó, aunque con el tiempo ese cupo se fue transformando en prácticamente un techo. A esto se suma que el cumplimiento de los cupos no es el único obstáculo que las mujeres deben enfrentar.
Según un estudio del Equipo latinoamericano de justicia de género (ELA), a partir de un relevamiento realizado en el Congreso de la Nación y 6 Legislaturas locales en 2010, por las complicaciones que lleva compatibilizar la vida familiar con el trabajo, en las legislaturas hay proporcionalmente más mujeres solteras, viudas o divorciadas en relación a los varones. Y las legisladoras tienen en promedio menos hijos que los legisladores, y una mayor cantidad de mujeres que deciden no tener hijos. Estas dificultades no las atraviesan solo las mujeres en el ámbito legislativo.
En los gremios también encontramos estas mismas cuestiones, la mayor parte de los cargos directivos son ocupados por hombres, incluso en aquellos gremios de alta composición femenina, como los docentes.
El cupo, la paridad y la izquierda
Con la discusión de la paridad de género abierta en el 2016, se reabre la discusión sobre la participación y representación de las mujeres en los espacios políticos. En el 91 cuando se discutía la ley de cupo femenino Luis Zamora, entonces diputado nacional por el MAS (Movimiento al Socialismo), planteó que “podemos otorgar a las mujeres el 80% de la representación parlamentaria, pero estoy seguro de que no lo podrán ocupar porque no tienen tiempo para hacer política dado que viven totalmente explotadas” y luego se abstuvo al momento de votar. Seguramente podemos coincidir con una parte de esta afirmación: las mujeres vivimos totalmente explotadas. O mejor dicho
las mujeres tenemos lo que los marxistas llamamos la doble jornada laboral, es decir que luego de cumplir con nuestro trabajo remunerado, llegamos al hogar y debemos ocuparnos de los quehaceres domésticos y del cuidado de los niños
Una segunda jornada laboral no remunerada. Pero esto no puede ser un argumento para votar contra cualquier avance, por pequeño que sea.
Como dijimos antes, este debate se reabrió con la discusión de la paridad de género, cuando en octubre de 2016, la Cámara de diputados de la provincia de Buenos Aires aprobó la Ley de Paridad de Género, que establece que el 50% de los lugares de las listas debe ser ocupado por mujeres, y otro tanto por varones. Luego de eso, un proyecto similar fue aprobado en el Senado de la Nación, que tiene dictamen favorable en comisión y ahora espera tratamiento en Diputados. El tratamiento de esta ley abrió un debate al interior del Frente de Izquierda. Las compañeras del PO han planteado que esta medida “no comporta ninguna ampliación de derechos para la mujer, pues está reservado para la casta política que maneja los pseudo partidos que se desgajan de los otrora partidos tradicionales, que ha votado sistemáticamente en contra de las grandes reivindicaciones del movimiento de la mujer y ha encubierto todos los atropellos que han sufrido las mujeres por parte del poder judicial y las fuerzas de represión, incluso en el ámbito del clero pedófilo”.
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Las compañeras que somos parte de Pan y Rosas y el PTS en el FIT no desconocemos la demagogia que con nuestros reclamos hacen los políticos y las políticas burguesas.
Justamente por eso, no vamos a dejar ninguna de nuestras demandas en sus manos. Como planteó Myriam Bregman (PTS/Frente de Izquierda) "nuestra postura siempre fue clara, a favor de la igualdad, y por eso como Diputada nacional presenté en su momento un proyecto de ley para que haya un mínimo de 50 por ciento de mujeres en las listas de candidatos y candidatas para las elecciones nacionales, que seguirá defendiendo en el recinto mi compañera diputada Nathalia González Seligra".
Al mismo tiempo, también rechazamos que la ley de paridad, pone no solo un cupo sino un techo del 50% a la composición femenina en las listas. Las listas electorales del PTS en el FIT están siempre conformadas por centenares de militantes que son protagonistas de las luchas del movimiento de mujeres, que pelean por el derecho al aborto, por el desmantelamiento de las redes de trata, contra los femicidios y la violencia machista.
Por eso, cuando en el 2015 presentamos una lista en las PASO de CABA que por primera vez en la historia invertía el cupo femenino, con un 70% de mujeres, no fue casualidad.
Porque para nosotras, Ni Una Menos no es solo para la foto ni slogan de campaña, es parte de la pelea que damos día a día.
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El camino a la igualdad real
Sabemos que la igualdad real no puede conquistarse en este sistema que se basa justamente en la desigualdad, en la explotación y en la opresión de millones por unos pocos.
También sabemos que las mujeres somos las más oprimidas de los explotados, y que cualquier pequeño paso que demos es un impulso para fortalecer la lucha por nuestros derechos.
Cada pequeña conquista arrancada a este sistema la tomamos para seguir organizándonos para terminar de una vez y para siempre con la explotación y la opresión, por eso luchamos con todas nuestras fuerzas por cualquier derecho por elemental que sea, en el camino de derrotar al capitalismo, y con él al patriarcado.
Estamos en primera línea en la defensa por las libertades democráticas y en la lucha por arrancarle a este sistema los más amplios derechos que podamos conquistar.
Somos conscientes de que los partidos burgueses intentan darle una respuesta a las grandes movilizaciones surgidas al calor del movimiento de Ni Una Menos, y mientras proponen leyes como la de Paridad de Género al mismo tiempo rechazan cualquier avance más estructural en la vida de las mujeres, y son los que garantizan que se siga reproduciendo la violencia hacia las mujeres.
Por eso, al mismo tiempo que defendemos y desde nuestras bancas apoyamos cualquier medida que vaya a favor de un avance de nuestros derechos, también apostamos a fortalecer la organización y la lucha de miles de mujeres.
Hace 100 años, las mujeres rusas nos demostraban que el mundo tal cual lo conocían podía cambiar. La Revolución rusa otorgó a las mujeres que no existían en ningún país capitalista. De la vida de estas miles y miles de mujeres, y de tantas otras protagonistas a lo largo de la historia es que tomamos sus ejemplos de lucha y organización, para seguir peleando por la conquista de nuestros derechos.