Creada en teoría para evitar candidaturas “folclóricas” al hacer que estas tengan que estar aprobadas por representantes electos, la regla de las 500 firmas es profundamente antidemocrática y representa un obstáculo para los “pequeños candidatos. Esta barrera institucional no debe impedir que Anasse Kazib se presente a las elecciones presidenciales.
Lunes 7 de febrero de 2022
El sistema de filtración consistente en que las candidaturas deben ser avaladas por representantes electos es una de las normas más antidemocráticas de la V República francesa.
Salvo que pensemos que reducir el número de candidatos al eliminar de antemano las propuestas más minoritarias sea algo democrático, la función de esta norma está explícitamente expresada en webs públicas como Vie-publique.fr dirigida por el equipo del primer ministro y que especifica: “El filtro de las firmas busca evitar un exceso de candidaturas en las elecciones presidenciales y descartar candidaturas fantasiosas o testimoniales…”
En resumen, solo los grandes partidos pueden tener voz. Lo que ya es problemático en sí, pero a lo que hay que añadir como funciona la regla de las 500 firmas en la práctica. Oficialmente, es un sistema para evitar candidaturas poco serias, al hacer que estas sean apoyadas por cargos públicos electos. El problema, es que estos últimos apenas representan a la población francesa, ya que la V República es un sistema especialmente antidemocrático.
¿Representantes elegidos democráticamente?
Para empezar, hablemos de los diputados y consejeros de departamento. Estos son elegidos, al igual que el presidente de la República, por sufragio universal mayoritario a dos vueltas. El modelo de escrutinio que más perjudica a las minorías. Por ejemplo, en las elecciones legislativas de 2017, mientras que La Republica en Marcha (partido de Macron) obtuvo el 46% de los sufragios en segunda vuelta, obtuvo el 63% de los escaños (306). Y de forma contraria, La Francia Insumisa con un 4,86% de los votos no obtuvo más que el 2,9% de los escaños, 17 en concreto. Independientemente de lo que pensemos de estos partidos, el modo de elección refuerza artificialmente a los partidos grandes y perjudica a los minoritarios, algo que no es democrático.
En cuanto a las elecciones regionales y municipales, la cosa no mejora mucho. Estas son elecciones son “proporcionales” pero con una prima mayoritaria. En las municipales, la lista ganadora obtiene automáticamente la mitad de los escaños. La otra mitad se reparte proporcionalmente según los votos obtenidos por cada partido (lo que termina de reforzar la mayoría absoluta del ganador). Aquí incluso las formaciones mayoritarias están infrarrepresentadas al respecto de los votos que han obtenido.
Con el número de representantes públicos que ganan fácilmente los grandes partidos, estas formas de escrutinio garantizan a sus candidatos vía libre para las presidenciales.
¿Son representativos los cargos electos?
Otro punto para tener en cuenta es que, entre los cargos públicos, todas sus firmas valen lo mismo para avalar las candidaturas. Por ejemplo, la firma de un alcalde elegido por 50 habitantes vale lo mismo que la de un alcalde de un municipio de 50.000 personas. Da igual la población de la circunscripción, la firma tiene siempre el mismo valor.
Para contextualizar el 75% de los municipios del país no agrupan a más de 11 millones de personas. Los otros 58,2 millones de franceses viven en el 25% restante, normalmente en grandes ciudades. En estas condiciones, la búsqueda de apoyos a la candidatura le da la espalda a prácticamente el 85% de la población.
A esto hay que añadirle que la mayor parte de las clases populares, obreros, asalariados, profesiones intermedias, viven en las grandes ciudades y que, por otro lado, artesanos, comerciantes y agricultores están sobrerrepresentados en los pequeños municipios rurales, una mezcla perfecta para reflejar la imagen menos fiel a la sociedad francesa real en la línea de salida de las presidenciales.
Si vemos las estadísticas de los alcaldes en términos de representatividad: el 65% tiene más de 60 años, mientras que su franja de edad no representa más que al 27% de la población; el 79% son hombres; un 17,6% son agricultores, aunque estos sean solo un 1,4% de la población activa, un 44 % son cuadros medios, artesanos, comerciantes patrones o tienen profesiones liberales (todas estas profesiones representan un 27% de la población activa). En cuanto a la clase obrera en un sentido amplio, incluyendo obreros, asalariados y profesiones intermedias, que serían el 70% de la población, representarían un 34% de los alcaldes actuales.
No se nos va a quitar de en medio
Hay muchas razones por las que las elecciones presidenciales son antidemocráticas antes incluso de que estas comiencen. Algo que la norma de las 500 firmas saca a la luz es hasta qué punto los partidos institucionales acaparan la elección. Mientras que las grandes formaciones no tienen que mover un dedo para recoger centenares de firmas de los alcaldes a sus órdenes, una candidatura obrera como la de Anasse se enfrenta a un verdadero obstáculo para poder presentarse.
Presiones a los ayuntamientos o con las subvenciones, todo se hace para evitar que los alcaldes se salgan de lo establecido. Un camino difícil al que los pequeños partidos se enfrentan, ya que los representantes públicos de los partidos no se privan de presionar a los alcaldes que dan su firma en un gesto democrático.
Incluso cuando un pequeño candidato pueda presentarse, deberá gastar una gran cantidad de tiempo y dinero para conseguir las firmas. Medios que después no están disponibles para hacer mitines, pegadas de carteles… en esencia para poder convencer a la gente de sus ideas.
Sin embargo, aún así deben poder haber candidaturas que representen de forma fiel a la sociedad. Frente a quienes dicen que en política existe “igualdad de condiciones” , la regla de las 500 firmas constituye una advertencia seria sobre el funcionamiento de la democracia burguesa.
La presencia de Anasse Kazib, a pesar de los esfuerzos militantes y financieros realizados, no está garantizada a estas alturas. Llamamos a todos los cargos electo que piensen que Anasse Kazib debe poder participar en las presidenciales a que den su apoyo a la candidatura.
Ferroviario, trabajador en 3-8, figura de los procesos de lucha emergentes desde 2016, hijo de inmigrantes, nieto de un fusilero marroquí, nacido en la ciudad rosa de Sarcelles e impulsor de más de una docena de mitines que han llenado salas a lo largo de múltiples meses, es una de las caras de una nueva generación militante que combate contra un sistema capitalista profundamente injusto, contra el racismo, el sexismo y la destrucción del planeta. A pesar de las trabas institucionales, Anasse Kazib debe poder presentarse a las elecciones presidenciales.