La República Democrática Alemana, tal el nombre de Alemania del Este por aquel entonces, se llamaba a sí misma socialista, pero construyó un muro. ¿Cómo encaja todo esto? Al final, el país fue gobernado por una casta burocrática, no por los trabajadores. Ni el capitalismo ni el estalinismo son la solución.
Viernes 13 de agosto de 2021 14:25
shutterstock.com / Por Noppasin Wongchum
No es casualidad que el Muro de Berlín en Alemania haya pasado a la historia como símbolo del socialismo. Porque con la caída del Muro, el capitalismo había triunfado: la antigua RDA fue anexionada violentamente por Occidente. Y la historia siempre la escriben los ganadores.
La razón por la que aprendemos en la escuela que el socialismo no funciona en la práctica y que 1989 fue liberador para los alemanes del Este es que el capital se beneficia de cortar las ideas revolucionarias de raíz. Sin embargo, hoy en día por ejemplo, la mayoría de los jóvenes de Estados Unidos preferiría el socialismo al capitalismo. En este sentido, tenemos que preguntarnos hasta qué punto la experiencia en nuestro propio país fue socialista, hasta qué punto no lo fue y en qué condiciones nuestra historia podría haber resultado diferente.
¿Qué pasó realmente después de la II Guerra?
Tras la rendición de los nazis ante las fuerzas aliadas de Francia, Estados Unidos y la Unión Soviética, estos países se repartieron el mundo en la Conferencia de Potsdam. La URSS recibió lo que hoy conocemos como Europa del Este y a cambio prometió no extender la revolución, tanto a otros países europeos que no debían ser ocupados como dentro de la propia URSS. Esto significaba suprimir cualquier revolución política emergente contra las castas privilegiadas. Así, se suprimieron incluso las estructuras tipo consejo que abogaban por una Alemania independiente y socialista.
Sin embargo, la cuestión candente en Potsdam era qué hacer con Alemania, cuya burguesía se había armado dos veces en pocas décadas y había iniciado guerras para dominar el continente. Para los aliados, sin embargo, los trabajadores alemanes representaban un peligro mayor, ya que su rica tradición, su experiencia organizativa y de lucha podían ponerlos de nuevo en el camino de la revolución. Para evitarlo, dividieron el país y Berlín en cuatro zonas, que los respectivos ejércitos ocuparon a continuación. La economía, la cultura y la política estaban bajo control extranjero y absoluto
En 1946 comenzó la Guerra Fría y en 1949 los aliados occidentales unieron sus fuerzas y fundaron la República Federal; la Unión Soviética reaccionó proclamando la RDA. Allí, las condiciones de vida se deterioraron hasta tal punto que el 17 de junio de 1953 se produjo un levantamiento popular.
Porque Stalin había administrado hasta entonces lo que hoy llamamos un Estado obrero deformado. Aquí la burguesía fue expropiada con éxito, aunque no como producto de las revoluciones, sino "desde arriba". De este modo, se abolió la propiedad privada de los medios de producción1 y se introdujo una economía planificada burocráticamente en la que el poder político quedó en manos de unos pocos. No se trataba del socialismo bajo la dirección democrática de los consejos, tal como lo imaginamos.
Unos meses después de la muerte de Stalin, la situación en la RDA no era nada halagüeña, por lo que la burocracia decidió aumentar la producción en un diez por ciento sin ajustar los salarios. Combinado con las altas tasas de inflación, el justificado enojo de la población ya no podía ser detenido. Los trabajadores industriales de Berlín Oriental y los metalúrgicos, exigieron el fin de la política de expansión de la producción y de aumento de los precios, pero también precisamente al gobierno y a la división interior de Alemania. El levantamiento llegó a toda Alemania Oriental, se formaron comités en las fábricas y se coordinaron entre ellos.
Pero carecía del apoyo organizado del proletariado de Alemania Occidental y de una dirección que planteara la necesidad de una revolución política y de la unificación de Alemania Occidental y Oriental en un Estado obrero revolucionario y genuinamente socialista, por lo que el levantamiento fracasó.
1961 comienza la construcción del Muro
El 13 de agosto de 1961, ocho años después, comenzó la construcción del Muro. Con ella, el régimen del Partido Socialista Unificado de Alemania (que gobernaba el país) tomó esa medida desproporcionadamente drástica para poner fin a la entonces creciente emigración. Durante casi treinta años, miles de alemanes orientales fueron detenidos cada año al intentar cruzar la frontera y cientos murieron.
Justificadamente, la población de Alemania Oriental no quería seguir soportando las condiciones que allí se daban: represión, malas condiciones de vida, estalinismo. El 9 de noviembre de 1989, derribaron el Muro y pusieron fin a la Stasi (N.R.: servicios de inteligencia de Alemania Oriental). Las masas ajustaron cuentas con el régimen estalinista: acabaron con la burocracia y lucharon por una Alemania unida.
Pero, ¿realmente todo el mundo preveía con entusiasmo los "paisajes florecientes" de los que hablaba el canciller de Alemania occidental (RFA) Helmut Kohl? No.
Se escribió poco o nada sobre los que querían construir un verdadero socialismo, muy diferente a lo que había. Muchas de las luchas de aquella época se dirigían contra la desvinculación de la dirección del Estado y del partido, por el establecimiento de comités de empresa elegidos democráticamente y formados por delegados; por la coordinación entre las plantas contra los despidos y las privatizaciones que se avecinaban; y por la puesta de las plantas nacionalizadas bajo el control de los trabajadores. Los sectores más avanzados mantenían una visión, aunque a menudo difusa, de una economía planificada y organizada democráticamente, sin una casta burocrática parasitaria en la cima.
Habría sido posible un socialismo muy diferente, si una fuerza real hubiera señalado el camino para ello. Pero, una vez más, faltó un partido revolucionario que pudiera dirigir las luchas. Así es como la República Federal Alemana pudo impulsar la unidad capitalista de las dos Alemanias.
Su memoria y la nuestra
Hoy, por ejemplo, se ha olvidado colectivamente que no todo en el Este era malo: había pleno empleo y nadie tenía que luchar por las plazas de guardería o de escuela. Del mismo modo, se ha borrado de la memoria histórica que en los años posteriores a la contrarrevolución se produjeron grandes luchas de masas para defender los últimos logros de la RDA -por ejemplo, la ley del aborto-, por la que un millón de mujeres salieron a la calle aún en 1994.
Es un caso típico de "justicia de los vencedores" el modo en que la RFA trató todo lo relativo a las experiencias de vida y lucha de millones de ex ciudadanos de la RDA: el ostracismo de todas las personas que ejercían alguna función en el Estado de la RDA fue la consecuencia de un castigo por igual a los burócratas estalinistas y a los trabajadores de a pie. Aún hoy, la enorme disparidad de condiciones de vida y de trabajo entre Occidente y Oriente es testigo de los efectos materiales de este castigo colectivo, por no hablar de las consecuencias psicológicas y morales.
El estalinismo y sus políticas autoritarias fueron capaces de preparar el caldo de cultivo perfecto para la propaganda neoliberal en la RDA y en todo el antiguo "Bloque del Este" durante los últimos 30 años.
Para más de una generación de izquierdistas, suprimió por completo la posibilidad de un orden social alternativo al capitalismo porque los crímenes del estalinismo fueron equiparados al socialismo. Pero hoy surge una nueva generación en el mundo que lucha contra las condiciones a las que las somete el capitalismo y comienza a criticar amplios aspectos de este sistema, aún sin abrazar las ideas del socialismo, pero -como en Estados Unidos- esa opción aunque todavía difusa vuelve a ser una alternativa.