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Declaración de la independencia. 9 de Julio: declaración de la independencia, guerras y debates

La Declaración de La Independencia fue un hecho crucial en la historia nacional. Acá haremos un repaso de los deabates y tensiones que rodearon los acontecimientos del 9 de Julio.

Sábado 9 de julio de 2022 10:00

Los hechos

Luego de los acontecimientos del 25 de Mayo de 1810, cuando la Primera Junta destituye al virrey Cisneros, derrocando la Junta Suprema Central y erigiéndose como representante del gobierno, se abrió una coyuntura de 6 años hasta la declaración de la independencia de España, el 9 de Julio de 1816.

Estos cortos años estuvieron atravesados por conflictos militares, con el ejército realista queriendo recuperar el control total de lo que consideraba su territorio, combatido por el ejército de las Provincias Unidas del Sud haciéndoles frente; y sobre todo, muchas discusiones internas en el bando criollo sobre si independizarse, cómo independizarse y sobre qué bases independizarse.

Los antecedentes

La antigua administración española había dejado un enorme territorio que iba desde México hasta Argentina, unificado artificialmente en una misma unidad política (la monarquía española) y a la vez dividida burocráticamente en capitanías y virreinatos.

Dentro de los territorios ocupados por la corona española, en cada región coexistían –hacia finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX- las viejas formas de producción de los primeros años de conquista, como la extracción de metales, con nuevas formas comerciales y nudos de producción locales que servían para abastecer las tradicionales ciudades mineras, como Potosí o Lima.

A medida que se desarrollaba más la economía en las colonias, la nueva casta criolla comerciante, terrateniente y minera, ganaba más autoridad y le hacía frente a los administradores españoles para obtener más poder político y representación formal en la administración de los territorios.

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Este esquema de coexistencia entre dos formas distintas y la autoridad “divida” entre los españoles y los criollos, no estaba destinada a perdurar en el tiempo. La invasión de Napoleón a España, dará el marco ideal para que la nueva capa local aprovechara a ejercer su control más libremente.

Aunque durante el período entre 1810 y 1816 actuarán bajo la “máscara de Fernando”, es decir sin romper abiertamente con la corona española, hacia 1816 tomarán un curso más consecuentemente rupturista.

Para el año 1814, con la derrota de Napoleón en España, comenzaba la restauración monárquica en Europa y el ejército español, ya con Fernando VII de vuelta a la cabeza, quería recuperar el control de los territorios y comenzó una campaña de reconquista.

El avance realista acelera los acontecimientos en América y los bloques dominantes criollos comprenden la necesidad de derrotar la marcha contrarrevolucionaria y avanzan en los debates para salir de la ambigüedad respecto a su condición jurídica. Finalmente, en 1816, se reúne un Congreso Constituyente en Tucumán, que comienza en marzo. El 9 de Julio se firma la independencia total de España.

La proclama establecía “(…) declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli”. Diez días después, en una reunión secreta, se modificará el acta y se agregará “y toda otra dominación extranjera”, en referencia a los intentos claros de otras potencias como Inglaterra y Francia de hacerse de los nuevos territorios libres.

Unidad coyuntural ante el frente realista

Como decíamos antes, esta casta no era uniforme y representaba intereses distintos. Mientras los amos mineros del Alto Perú (hoy Bolivia) querían volver a conquistar más poder político y económico (disminuido desde que España había nombrado a Buenos Aires como cabeza del Virreinato de Perú), los comerciantes porteños pretendían asegurar su dominio del puerto más importante en ese momento, que les deba una vía libre para comerciar con Europa y otros puertos americanos, incluidos los noveles puntos de comercio del reciente territorio independizado: los Estados Unidos.

Aunque todos estaban unidos ante el avance militar realista y de ninguna manera querían volver a ser los segundos con respecto a los españoles en la toma de decisiones y el control económico, entre ellos no primaba en un primer momento la idea de formar una república soberana. Como decía el historiador trotskista Milcíades Peña la revolución de mayo lo que único que liquidó fue esa “burocracia importada” (*) como grupo social de peso. Los nuevos amos de las minas, las tierras y el comercio seguían detentado el poder real en los hechos, como sucedía en los tiempos de dominación colonial.

Esta unidad ocasional entre los distintos sectores americanos que no querían perder ni sus privilegios ni el nuevo control que tenían luego de 1810, les permitirá combatir con relativo éxito a las tropas realistas, aunque les costará la pérdida del Alto Perú.

Esta cohesión criolla, sumada a los intentos desesperados de España de hacerse nuevamente del dominio de “sus” colonias imprimirá una dinámica que llevará finalmente a la declaración de la independencia el 9 de Julio de 1816.

La participación de los sectores sub-alternos

Pero este contexto en tierras americanas, se da en el marco de una situación mundial más que interesante. En el viejo continente, Inglaterra –que venía de su reciente revolución industrial- seguía con ojos despabilados todo lo que sucedía en las antiguas colonias españolas.

Esta poderosa nación industrial moderna europea, veía en las américas una oportunidad de extraer materias primas para vender luego las manufacturas que su nueva capacidad industrial podía proveer.

A comienzos del 1800, Inglaterra había protagonizado una aventura militar en el puerto de Buenos Aires queriendo quebrar el cerco comercial y afianzarse en las costas sudamericanas, pero el intento fue derrotado, no por el ejército imperial de España, sino por los sectores subalternos que combatirán a los ingleses ante la huida de los españoles.

Dentro de este ejército urbano de los sectores subalternos habrá jornaleros, esclavos que huían de sus amos para enrolarse al ejército, pequeños comerciantes e integrantes de las comunidades originarias. Esto le imprimirá un carácter popular a las milicias que se mantendrá hasta los sucesos de la Semana de Mayo de 1810 y se continuarán durante todo el periodo hasta la declaración de la independencia, con una participación decidida en los ejércitos revolucionarios.

Además dentro los sectores que firman la independencia, hubo alas más radicales, como por ejemplo la política de Castelli que quería darle voz a los indígenas o la Asamblea Constituyente de 1813 y sus propuestas de libertad de prensa, libertad de vientre, extinción de tributo y supresión de títulos y signos de nobleza, parte de lo que proponía Mariano Moreno, todas cuestiones muy progresivas que marcan la importancia que tuvieron las ideas liberales de la época y sobre todo, el cuestionamiento más profundo al colonialismo y la esclavitud, más en momentos donde en Europa se fortalecía la restauración monárquica conservadora.

Aunque finalmente termina primando una línea política más conservadora, que se condensará en el lema de “Fin de la revolución, principio del orden”, el Congreso de Tucumán termina dando un paso más allá firmando la independencia.

La cuestión Británica

Desde el año XIII en Buenos Aires se estableció la Asamblea General Constituyente que puso al frente a Carlos María de Alvear para que concentrara todas las decisiones de las Provincias Unidas del Río la Plata.

Alvear casi desde el comienzo conspiró con el ministro de Relaciones Exteriores inglés, Robert Stewart, para que Inglaterra tomara parte activa en el nuevo gobierno. Bien recibidas fueron las palabras de Manuel Belgrano, que volvía de una misión diplomática de Europa, cuando describía la situación en Europa. Allí afirmaba que España “era demasiado débil e impotente” y que había “poca probabilidad de que el gabinete inglés la auxiliase para subyugarnos”.

Inglaterra si bien no podía reconocer formalmente un gobierno nacido de la revolución, en pleno restablecimiento de monarquías absolutas en Europa, reconoce en los hechos el nuevo gobierno nombrando un representante, amén de desistir en la ayuda de España militarmente para que reconquistara sus colonias.

Pero esta actitud de los británicos, no puede separarse de los conflictos que llevaba adelante contra otras potencias europeas como Francia o la misma España, conflictos enmarcados en la necesidad de Inglaterra de conquistar nuevos mercados para volcar sus productos, dado el gran desarrollo industrial que había conseguido.

Los ingleses verán una oportunidad en la declaración de la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica y a un aliado en la oligarquía porteña para el libre comercio entre ambos.

Tucumán expresa las divisiones de la élite

Con este telón de fondo, finalmente llega el año 1816 con el bando americano llevando consigo varias victorias militares encima, pero más dividida en su seno que unos años antes y una España muy debilitada políticamente en la propia Europa.

El congreso finalmente sesiona en Tucumán, en un intento de mostrar fortaleza ante los ejércitos españoles que se hacían del Alto Perú que, luego de la batalla de Sipe Sipe en 1815, donde el ejército de las Provincias Unidas es derrotado, continuaban su marcha.

Este congreso muestra las tensiones existentes en las capas dirigentes de las Provincias Unidas. Mientras los comerciantes porteños bregaban por una centralización con cabeza en el puerto de Buenos Aires, los delegados del Alto Perú (de extracción minera) querían que la capital fuera Cuzco. Ambos no solo querían mantener el poder político, sino organizar el nuevo territorio de acuerdo a sus intereses económicos. Así, la unidad comienza a tambalearse.

De hecho al Congreso no asistirán la Banda Oriental, el Litoral (Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Misiones), ni Paraguay, que se había constituido en república en 1813. Todos sectores regionales que proponían una política alternativa al centralismo librecambista porteño.

Finalmente los porteños terratenientes, futuros exportadores de materias primas hacia el exterior, que contaban con el apoyo inglés, ya que “orientaban su producción al exterior” (como marcaba Milcíades Peña en El Paraíso Terrateniente), acumularán el poder necesario para imponer su voluntad, a costa de fracturar la otrora unidad de los territorios sudamericanos y tensar las relaciones con los sectores del interior de lo que después será Argentina, dando inicio a décadas de guerra civil intermitente entre Buenos Aires y los caudillos del interior. Entre Unitarios y Federales.

Inglaterra se abría paso en Sudamérica para convertirse en la principal potencia regional de la mano de las oligarquías criollas, una alianza de poder que ejercerá hasta bien entrado el siglo XX, no sólo como exportador preferencial de productos manufacturados, sino también penetrando con capitales y empréstitos que tendrá uno de los primeros renglones de la historia nacional de crisis de deuda, con el préstamo de la Baring Brothers a Rivadavia, tan pronto como 1820.

(*) Milcíades Peña, El Paraíso Terrateniente