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Red Internacional
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Tribuna Abierta. A 100 años de la Revolución Rusa: un día inolvidable, aunque quieran que lo olvidemos

Cómo fueron los festejos del centenario de la Revolución de Octubre en San Petesburgo. Un día normal para la mayoría, y un día que el gobierno ruso pretende olvidar. Militantes de todo el mundo se acercaron para conmemorar esta fecha tan importante en la historia del movimiento obrero internacional.

Ignacio Incardona @PanoramaNegro

Miércoles 8 de noviembre de 2017

Un día a pleno sol en San Petesburgo, algo atípico en esta ciudad de otoños grises y fríos. Este 7 de noviembre es un martes más para la mayoría. No es feriado. Dejó de serlo en 2005. Ahora se celebra el “Día de la Unidad Popular” el 4 de noviembre, día en que se expulsó a los polacos de Rusia en 1612. Un evento que cuaja mucho más con las intenciones del gobierno actual, que llama a la “unidad” apelando al patriotismo y al nacionalismo.

La Revolución de Octubre se guardó en el cajón más bajo de la estantería oficial. Claro, ¿cómo va a celebrarse una Revolución por parte de un Gobierno que está dando sobradas muestras de querer instaurar un modelo similar al pre-revolucionario? ¿Cómo un gobierno de ricos va a celebrar una Revolución de trabajadores?

A la Revolución Bolchevique no se la oculta pero se la tergiversa hasta límites insospechados. “Una tragedia en la historia del país”... “Un golpe militar de los bolcheviques”… así se la presenta en el museo de historia política. Se muestran los muertos de la guerra civil posterior y se unen los acontecimientos de esta contienda bélica para desprestigiar aún más el levantamiento de los oprimidos contra la Monarquía opresiva de los Romanov. “La Revolución de 1917-1922”, dicen los letreros, así de fácil le tiran los muertos a los sanguinarios bolcheviques.

En otro salón del mencionado museo se puede ver a los familiares de fusilados o de exiliados dando sus testimonios en videos traducidos a seis idiomas. Sí, hubo fusilados, y muchos. Las cifras de niños huérfanos tras la guerra civil escalaba 6 millones. Los muertos no fueron menos de 8 millones. ¡Y todo por la Revolución Bolchevique! La injerencia de ejércitos imperialistas como el de Francia o el de Inglaterra no incidió para nada. ¿Y los muertos de hambre durante el zarismo? ¿Y los millones de muertos por la guerra imperialista de 1914?

El Palacio de Invierno reluce aún más con el sol. El movimiento turístico es el habitual, pero hay otro tipo de visitantes, que vinieron de distintos lugares del mundo para esta fecha tan especial, esperando grandes celebraciones que no fueron tales.
Dos señoras mayores con la bandera del Partido Comunista de Chile se emocionan hasta las lágrimas frente a este lugar tan emblemático. Un grupo de españoles las abrazan. “Que bien, no estamos solas”. “Apuntá bien Pedro, que esta foto es histórica.” Los puños en alto, la llama está viva.

Frente al crucero Aurora -al que hay que pagar para poder visitar por dentro-, se van apilando las rosas rojas. Muy rojas. Los fieles las van depositando en silencio, un silencio de derrota, de cementerio, de resignación. Pero la procesión sigue. Como la lucha. Aunque no parezca, somos muchos. Alguna selfie que ira a parar a alguna red social, y los marxistas siguen su camino de recuerdos y melancolía. Hay mucha gente mayor pero también se ven jóvenes.

El Partido Comunista convocó a las 17.30 en la Plaza Lenin, frente a otro lugar emblemático, la estación de trenes Finlandia, donde arribó Lenin tras el exilio. Allí se van concentrando algunos grupos de veteranos con sus estandartes rojos. Con mucho orden y escoltados por la recelosa Policía, marchan hasta el Aurora, donde espera el pequeño escenario donde luego hablarán representantes del partido de distintas regiones y se cantarán algunas canciones comunistas.

El grupo de manifestantes es pequeño, no supera el millar, pero hay representantes de Alemania, de la India, de Irán, de Brasil, de España, de Holanda, de Suiza, de Venezuela, y de otros países que vinieron a aportar su granito de arena a este acto internacionalista.

Están los vendedores de periódicos partidarios como en todo acto de izquierda, los jóvenes vestidos con trajes de hace un siglo, con sus cintas rojas enlazadas en su pecho, del lado del corazón y las banderas con las iniciales de las distintas facciones del partido comunista.

Hay mucha gente mayor, con el espíritu revolucionario intacto. No entiendo casi nada de lo que dicen los oradores. “Revoluzi”, “Socialisti”, “Capitalis”, “Octubr”, algunas palabras sueltas que logro interpretar. Los jóvenes hablan con mayor efusividad, enojados, con el puño apretado.

Hay banderas de Stalin también, no sólo de Lenin. Eso asusta un poco. Ese sí que reprimió trabajadores, pero hay quienes aún lo reivindican.

Los fuegos artificiales marcan que se acerca el final. Una conmemoración que estuvo lejos de estar a la altura del acontecimiento que se recordaba. Así está la cosa hoy día. Etapa de retroceso y de resistencia ante un régimen que va por todo. No sé si busca “restaurar” el capitalismo; como dice Alexander Tarasov, un sociólogo marxista posmoderno ruso, lo que se está viviendo es el advenimiento de la segunda etapa capitalista en Rusia, muy distinta a la primera, más regresiva incluso.
El cierre es con la Internacional. Cada representante la entona en su idioma, siguiendo esa melodía encantadora, llena de rebeldía.

Un periódico con el rostro de Lenin en la tapa es un recuerdo fascinante de este día tan simbólico. Un hombre grandote me habla algo en ruso. Le digo que no entiendo, que soy argentino. “Che Guevara”, grita mientras me abraza. Saca de su bolsillo izquierdo dos broches con el rostro de Lenin, el crucero Aurora e inscripciones alegóricas a esta fecha tan importante para algunos y tan irrelevante para otros. Souvenirs que voy a conservar como el mayor tesoro de este viaje.