Se fundaba en febrero de 1887 la más antigua representación de los industriales del país, un momento en la historia de la clase dominante argentina.
Liliana O. Calo @LilianaOgCa
Martes 7 de febrero de 2023 00:00
La fundación. La crisis de la producción lanar a finales de la década de 1860 dificultó la colocación en el mercado europeo y de EEUU de la producción nacional hasta entonces en ascenso, presionando a un sector de la oligarquía terrateniente a buscar medidas coyunturales que permitieran el aprovechamiento de su producción y la elaboración de otros recursos para el mercado interno, ampliando el campo de sus actividades. En ese contexto, en 1875 se constituyó el llamado Club Industrial Argentino, integrado por propietarios de talleres e incipientes unidades fabriles en un país predominantemente agrario, favorable a la adopción de medidas proteccionistas para las manufacturas nacionales, que contaron con el respaldo de figuras como Carlos Pellegrini, Vicente Fidel López y miembros de la Sociedad Rural. El Club claramente no defendía un “plan industrializador” sino la aplicación coyuntural de una serie de medidas de amparo a la elemental manufactura local. Como analizó Jorge Schvarzer (Empresarios del pasado…), “el Club Industrial se organizó más como instrumento político que como organización sectorial; (...) El importante apoyo político con que contó el Club desde sus primeros pasos ofrece un buen indicador de los vínculos de algunos de sus miembros con los grupos dominantes locales. No solo con los miembros del gobierno sino también con instituciones poderosas como por la entonces joven Sociedad Rural Argentina.”
Finalmente se perfilaron otras soluciones más auspiciosas para la oligarquía, vinculadas a las primeras innovaciones en el transporte de carnes enfriadas (en 1877, señala el economista Adolfo Dorfman en Historia de la Industria Argentina, se produce el primer cargamento a Europa en los vapores frigoríficos Le Frigorifique y Le Paraguay), con el enorme impacto dinamizador que más tarde provocaría sobre la actividad ganadera exportadora y ante la demanda europea de alimentos, favorable a la producción cerealera, dando forma a la inserción dependiente del país en la nueva división internacional del trabajo.
Unos años más tarde, en 1878 se produce una escisión. Se constituye el Centro Industrial, que a diferencia del Club (reducido ahora a pequeños productores y artesanos) estuvo integrado mayormente por sectores vinculados a la producción agrícola y ganadera e importadores y logró acercarse aún más a la Sociedad Rural. Schvarzer señala que el Centro contaba también con una publicación, "La Industria Argentina", cuya doctrina se fue delineando afín al antiproteccionismo. Sin embargo, hacia 1880 un escenario de posibilidades de nuevos negocios acercó a ambas entidades, y con el respaldo de 877 socios, se fundó el 7 de febrero de 1887 la Unión Industrial Argentina (UIA). Schvarzer señala que “la UIA surgió cuando ese modelo agroexportador tenía un éxito indiscutible y estuvo controlada desde su inicio por miembros de Ia clase dominante local.” El censo industrial organizado por la entidad, destinado a la Exposición Universal de París, reveló 400 establecimientos en la ciudad de Buenos Aires. El por entonces senador Antonio Cambaceres fue su primer presidente, designado entre una serie de apellidos que fueron ganando protagonismo como Francisco Uriburu (industrial azucarero que en 1890 asume la presidencia de la UIA); Francisco Seguí ex diputado nacional y ministro de gobierno de la provincia de Buenos Aires, asumió el mismo cargo en 1898; Adolfo y Rodolfo Bullrich, Francisco Bustamante, Eduardo y Angel Estrada, Norberto Quirno Costa, A. Turdera, Rufino Varela, Pedro Vasena, entre otros.
A medida que se acercaba el fin de siglo comenzaron a ganar predominio en la entidad aquellos industriales con vínculos más estrechos con la Sociedad Rural. Terratenientes, comerciantes y financistas como Tornquist con inversiones en la industria frigorífica, propietario de la metalúrgica Tamet y Ferrum, de la primera refinería nacional de azúcar, de seis ingenios tucumanos y dueño de su propio banco; los Demarchi propietarios de Bagley, fundadores de la Compañía General de Fósforos, el Banco de Italia y el Banco Río de la Plata, o el grupo Devoto participante de la Compañía General Fabril Financiera (en las ramas textil, papelera y gráfica), el Frigorífico Argentino y la explotación del quebracho o Bunge y Born operador de comercio de granos, de Molinos Río de la Plata y fabricante de envases de hojalata y bolsas de yute para exportar cereales, son algunos de sus representantes quienes, expresión del reducido grupo de empresarios ligados a los sectores tradicionales de Ia clase dominante, se hicieron décadas más tarde con el control de la institución.
Los intereses de la UIA. La composición original heterogénea y la orientación de la UIA aportan a pensar las características de los sectores industriales del país. Algunas lecturas plantean que su debilidad futura como clase y las contradicciones de su desarrollo estuvieron vinculadas a ciertos antecedentes: la composición inmigrante de sus integrantes, su debilidad numérica o al choque de intereses con la tradicional oligarquía terrateniente. Sin embargo, estos factores tuvieron un valor relativo. No fueron pocos entre esos apellidos de origen europeo los que a mediados del siglo XIX al arribar al país supieron integrarse a la élite (como los Bemberg, Bieckert, Canale, Bagley o los Bunge y Born) y asociarse a los negocios prósperos de la época, manteniendo un buen diálogo con los elencos gubernamentales del país. Como ha analizado el marxista Milcíades Peña, “la característica es que de todos los inmigrados, solo adquirieron estatura de burguesía industrial aquellos que, lejos de permanecer ‘fuera’ de la clase alta tradicional, obtuvieron el respaldo de la burguesía estancieril y terrateniente, o fueron agentes del capital extranjero, que era también socio de esa clase alta tradicional.”
Al mismo tiempo, aunque plantearon demandas específicas que no siempre coincidían con las de la oligarquía terrateniente y comercial, ganaron peso asociados al auge agroexportador en actividades como las ganaderas, la producción cerealera y rubros alimenticios en crecimiento (bebidas, molinos, la vid o los ingenios azucareros) dirigidos al mercado interno, en convivencia con pequeños establecimientos casi artesanales, hasta la primera década del siglo XX, dando forma a una industria dependiente de la importación de maquinarias, equipos e insumos. Al decir de Peña, ese limitado desarrollo no alteraba la estructura de la sociedad argentina, basada en la propiedad terrateniente de la tierra sino que por el contrario la reforzaba.
Son estos grupos, socios menores de la burguesía terrateniente, los que se beneficiaron también de las condiciones que ofrecía el avance de la frontera agrícola (en 1879 Roca había incorporado más de 15 mil leguas al capitalismo en expansión), la instalación de una red ferroviaria orientada a la exportación que se ampliaba (convirtiéndose en 1914 en la red vial más extensa de América Latina), la disponibilidad de mano de obra extranjera (se calcula 4,2 millones entre 1880/1914) en condiciones de ser empleada en una diversidad de tareas y oficios, y que implicaba el aumento de la población urbanizada y la demanda de consumo. Por ese camino, Peña concluye “a medida que la industria argentina se desarrolló fue acentuándose su entronque con los terratenientes y el capital extranjero en razón de que la mayor parte de las inversiones en la industria consiste en reinversiones de ganancias por parte de los grupos financieros en que los terratenientes y el capital extranjero tienen una participación preponderante. (Fichas de investigación económica y social, N° 1)
Finalmente, durante esta etapa hasta la Primera Guerra Mundial, algunos autores han demostrado cómo los principales problemas de la UIA no se enfocaron notoriamente en reclamos corporativos sino vinculados al mundo y la conflictividad laboral característica de los primeros años del siglo XX, frente a los cuales el gobierno oligárquico fue interlocutor atento. Una de las pocas manifestaciones de protesta de la entidad se produjo a finales de 1899, en la que se estima participaron decenas de miles personas, entre ellas trabajadores y trabajadoras, niñas y niños, arrastrados por las patronales de sus fábricas, en el centro de la Ciudad, reclamando al gobierno reformas impositivas y arancelarias sin cuestionar la política económica de conjunto, promoviendo una política de conciliación de intereses patronales y obreros que se tornó abiertamente represiva frente a la emergencia de las demandas, acciones y procesos de huelgas obreras y la fortaleza de sus organizaciones sindicales y políticas mayormente influenciadas por anarquistas y socialistas.
Liliana O. Calo
Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.