Domingo 8 de diciembre de 2024
La historia oficial señala que, aunque la independencia del Perú fue proclamada en 1821, la Batalla de Ayacucho, librada el 9 de diciembre de 1824, se considera el acto definitivo que selló la independencia del país y consolidó la emancipación de América del Sur del dominio español. Sin embargo, doscientos años después, los ecos de aquella gesta resuenan como un tambor apagado.
Desfiles y discursos se suceden, pero tras el polvo de las celebraciones oficiales emerge una incómoda interrogante: ¿qué independencia conmemoramos realmente? Este llamado “bicentenario fallido” es más que un lamento nacionalista: es la evidencia de un sistema que perpetúa la subordinación bajo la égida del capitalismo global. Para abordar este aniversario con honestidad, debemos apartar la tibieza reformista y la fanfarria nacionalista.
El mito de la “segunda independencia”
Esa “segunda independencia”, tan proclamada por reformistas y patriotas de ocasión, no es más que un espejismo. La independencia del siglo XIX, aunque heroica en su momento, no rompió las cadenas del sometimiento económico. Más bien, dio paso un nuevo orden dependiente, subordinado a los nacientes imperios capitalistas. Ahora, bajo el pretexto de una “segunda independencia”, se repiten las mismas fórmulas gastadas, ignorando que el verdadero enemigo no es un poder extranjero, sino el sistema capitalista que globaliza la explotación.
Hablar de esta nueva “independencia” sin cuestionar el capitalismo equivale a construir castillos en el aire. Es una narrativa hueca que desvía a las masas de la lucha de clases hacia un nacionalismo inofensivo, funcional a las élites. Este discurso, envuelto en sentimentalismo patriótico oculta la raíz del problema: el sistema capitalista, que perpetúa la desigualdad y la explotación.
Los “bicentenarios fallidos” y el conformismo histórico
El lamento reformista por los “bicentenarios fallidos” tiene algo de tragicomedia. Desde voces como la de Nicolás Lynch hasta los defensores del republicanismo, se insiste en una narrativa de frustraciones acumuladas. Aunque esta visión acierta al criticar el legado colonial, se queda corta al momento de plantear soluciones. Pues, no basta con lamentar los fracasos de las repúblicas; es necesario cuestionar el sistema que las mantiene subordinadas como satélites del capital extranjero.
Lynch y compañía confunden la forma con el fondo. Critican el republicanismo como si fuera la raíz de todos los males, cuando el problema yace en el carácter burgués de esas repúblicas, subordinadas al mercado global desde su nacimiento. Las oligarquías criollas no rompieron con el capital imperial; simplemente cambiaron de amo. Hoy, bajo el capital especulativo y las corporaciones transnacionales, las élites locales perpetúan la misma dependencia.
Romper el ciclo: hacia una alternativa socialista
La historia no es un destino inamovible. Para que la independencia sea real, requiere una ruptura con el capitalismo, no con gestos simbólicos ni nostalgias patrióticas. La verdadera independencia solo será posible bajo un régimen socialista, construido sobre la organización consciente de la clase trabajadora. Es momento de superar los pactos republicanos y avanzar hacia una unión internacionalista, como lo plantearon José Carlos Mariátegui y sus contemporáneos: una Unión de Repúblicas Socialistas Latinoamericanas.
Ayacucho fue un acto de ruptura, pero incompleto. Solo cuando la clase trabajadora asuma el poder, superando las fronteras nacionales y enfrentando al capital como un enemigo global, podremos hablar de independencia. La batalla ya no es contra coronas extranjeras, sino contra un sistema que subyuga a los trabajadores de América Latina, de Chiapas a São Paulo.
Ayacucho: de mito a revolución
Que el próximo brindis por Ayacucho no celebre un mito muerto, sino el preludio de una revolución viva. Que este bicentenario no sea otro episodio de resignación, sino el inicio de la acción histórica que destrone al capitalismo y construya el poder de la clase trabajadora.
¡Por el socialismo y la liberación mundial de los trabajadores!