Cientos de estudiantes atacados a perdigones y balazos por la Guardia Nacional, un rector con infame responsabilidad en los hechos, un gobierno adeco y una brutal represión impune. Un episodio de la represión a la juventud, recordado en primera persona por quien fuera entonces parte de los estudiantes que protagonizaban las luchas de esa época.
Miércoles 29 de septiembre de 2021
Ocurrió en el año 1984, un 19 de septiembre, en el gobierno de Jaime Lusinchi. Se conoció como la “Masacre de Tazón”, aunque no hubo víctimas mortales como en Cantaura, Yumare o El Amparo (entre las más conocidas), sin embargo, la saña con que detuvieron y atacaron cuatro autobuses repletos de estudiantes desarmados, de las Facultades de Agronomía y Veterinaria de la UCV - Núcleo Maracay, fue bestial. El saldo fue de 35 heridos, algunos de gravedad.
El rector, Edmundo Chirinos, atendiendo a las medidas de austeridad anunciadas por Jaime Lusinchi de restricción del gasto público para paliar la situación de crisis del país, decide seguir los pasos de otras autoridades y recortar gastos de los servicios estudiantiles como pasantías, becas y comedor, entre otras.
Para los estudiantes venidos del interior, el aumento del comedor significaba un duro golpe, pues estamos hablando de un servicio que era usado en su mayoría por personas de bajos recursos. Ese día, 19 de septiembre, sesionaría el Consejo Universitario; los estudiantes del núcleo Maracay, en asamblea, deciden dirigirse a Caracas a exigir un derecho de palabra, les son negadas las unidades de transporte y deciden tomarlas. El rector, sabiendo que está jugando con fuego, decide llamar a las autoridades de Relaciones Interiores (Octavio Lepage ministro y viceministro Cesáreo Espinal Vásquez) para que impidan el paso de los autobuses. El resultado es conocido por todos.
La Guardia Nacional (al mando del teniente coronel José Vizcuña), disparó con ametralladoras y escopetas de perdigón contra un grupo de no menos de 200 estudiantes, cuyas únicas armas eran las consignas.
Al conocerse la noticia, que se regó como la pólvora, quienes en ese entonces estudiábamos y militábamos en la universidad decidimos realizar una asamblea en el Aula Magna para discutir acciones a tomar. El rector se presenta en la misma argumentando que su actuación fue para proteger a los muchachos que venían manejando y los gritos, insultos y abucheos no se hacen esperar. La asamblea está enardecida, quiere su cabeza.
Llegan los estudiantes de Maracay que logran romper el cerco, camisas ensangrentadas le son lanzadas a la cara a Chirinos. Un compañero de la Escuela de Historia le arranca el bisoñé y ante la exaltación de los presentes, lo sacan por la puerta trasera.
Necesario un paréntesis en esta historia. En la universidad hacían vida política muchas organizaciones de derecha e izquierda. Había facultades muy combativas como Ingeniería, Economía (FACES) y Humanidades. Una derecha representada por AD y Copei, la izquierda exquisita (MAS, MIR) y los llamados ultrosos (BR, PRV).
La protesta sale del aula magna. Las consignas y movilizaciones prenden en todo el país, ya no es solo Chirinos, es el ministro de Relaciones Interiores, Octavio Lepage. Como siempre, en cada protesta por un asesinado caen otros y la cosa se vuelve una espiral de violencia y allanamientos por parte de la DISIP [antecedente de la actual SEBIN].
La protesta toma carácter nacional y la represión también. Para variar y muy similar a lo que vemos hoy, el gobierno de Jaime Lusinchi acusa a los manifestantes de “infiltrados” que quieren “atentar contra la paz de la República”. A pesar de que se crearon comisiones desde la Fiscalía General de la República (tan diligente como la de hoy), no hubo sanciones ni culpables de esa brutal represión (adeca) contra jóvenes universitarios. Los partidos políticos se pronuncian: los adecos acusan a la ultraizquierda, los copeyanos piden la renuncia de Chirinos y la izquierda light que había apoyado a Chirinos en su campaña, lanzan una tímida acusación pero argumentan que no es saludable exigir su renuncia porque puede ser utilizada por el gobierno para allanar la máxima casa de estudios.
Después de esto hubo varias acciones, declaraciones, manifiestos, renuncia temporal y hasta un referéndum para decidir si renunciaba o no. Nada de esto resultó en una acción de resarcimiento de las víctimas.
En esos meses había actos académicos y el rector no se presenta porque los ánimos están caldeados. Quienes estábamos en proceso de graduación en algunas escuelas y facultades, decidimos convertir los mismos en actos de denuncia y desagravio. Lo demás es historia.
Hoy, 37 años después, todavía recordamos a este tristemente célebre personaje que teniendo responsabilidad en este hecho, solo recibió la condena del pueblo.
Hoy, igual que ayer, las protestas de estudiantes y del pueblo en general tienen la misma respuesta: represión, cárcel, tortura y muerte. Los años han pasado en vano en lo que a derechos humanos se refiere.