Esta semana se cumplieron 49 años de la masacre de 16 obreros en el Puente Viejo de Villarrica. En su mayoría eran mapuche militantes del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR), quienes tuvieron una fuerte presencia política en el Complejo Forestal y Maderero Panguipulli.
Jueves 13 de octubre de 2022
imagen portada: Memorial Paseo Memoria Herida de Villarrica
Esta semana se cumplieron 49 años de la masacre de 16 obreros en el Puente Viejo de Villarrica. En su mayoría eran mapuche militantes del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR), quienes tuvieron una fuerte presencia política en el Complejo Forestal y Maderero Panguipulli (COFOMAP) desde los inicios de la década de los setenta hasta el golpe cívico-militar. El 10 de octubre de 1973 fueron detenidos, torturados y trasladados desde Liquiñe –al interior del complejo– hasta el Puente Viejo de Villarrica, en donde fueron fusilados y arrojados al río Toltén. Todos se encuentran desaparecidos. 10 de ellos eran mapuche y 6 pertenecían a 2 familias: Tracanao Pincheira y Reinante Raipan. Aquí también fusilaron a la única mujer del grupo: Bernarda Vera, quien era profesora de la escuela de Puerto Fuy y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
El pasado domingo se conmemoró un nuevo aniversario de esta masacre con una actividad organizada por la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Liquiñe, quienes año tras año convocan a construir memoria en torno a la ignominia de aquel 10 de octubre de 1973 sobre el puente Rodrigo de Bastidas de Villarrica, popularmente conocido como Puente Viejo. Sin embargo, no se realizaba desde el 2019 debido a las restricciones sanitarias de la pandemia. El acto se realizó en el memorial Paseo Memoria Herida, construido gracias a la lucha de los familiares y ex presos políticos del sector. Contó con la participación de decenas de personas provenientes de diversos sectores cercanos a Villarrica. Familiares e invitadas pintaron un mural a un costado del memorial, hubo lectura de poesía y el grupo Flor del Chagual entonó cuecas y boleros cargados de letras insurgentes. Una familiar también bailó la cueca sola, como es tradición en este espacio, para denunciar y recordar a los asesinados y desaparecidos durante la dictadura. Se trata de la única mujer que sigue bailando la cueca sola en esta conmemoración, pues la edad avanzada de algunas de ellas les impide bailar como lo hacían antes. Además, muchas de ellas han muerto, sin encontrar los cuerpos ni obtener justicia por sus desaparecidos.
La actividad invitaba a no olvidar ni perdonar el oprobio de la dictadura, que a través de militares, carabineros y civiles buscaron desarticular los avances en términos de derechos laborales, sociales y territoriales de la clase obrera y el pueblo mapuche. El Memorial se encuentra edificado sobre el Puente Viejo y cuenta con el nombre inscrito de 38 personas ejecutadas y detenidas desaparecidas pertenecientes a Villarrica, Pucón, Curarrehue y Liquiñe: “38 vidas, la mayoría jóvenes, 38 proyectos de vida truncados por la acción criminal de las fuerzas uniformadas que a sangre y fuego pusieron término a un proyecto de sociedad”, señala uno de los familiares bajo el sol del mediodía, en la apertura del acto. Además, respecto a las 16 personas fusiladas y hechas desaparecer en este río, menciona lo siguiente:
“Entre ellos, de las víctimas que aparecen en el Memorial, se encuentra un grupo de 15 hombres y una mujer que fueron detenidos en la noche del 10 de octubre de 1973 en el sector de Liquiñe, dentro del Complejo Maderero y Forestal Panguipulli, por carabineros, militares y civiles, participando estos últimos tanto en la identificación de quienes debían ser aprehendidos como facilitando vehículos para su traslado. Casi todos los detenidos eran obreros madereros y la mayoría militaba en el Movimiento Campesino Revolucionario. La mujer, Bernarda Vera, era profesora en Puerto Fuy”.
Esta masacre no debe separarse del contexto histórico y biográfico de la clase obrera que decidió asumir la militancia en el MIR y en el MCR dentro del Complejo Forestal y Maderero Panguipulli, una experiencia histórica protagonizada por trabajadores que veían en la actividad forestal su única vía de subsistencia. Sin embargo, bajo el poder de los terratenientes se traducía meramente en abusos laborales. En este sentido, la inserción orgánica del MCR dentro de las filas obreras logró generar una gran alianza de 21 fundos y la ocupación productiva de sus faenas en un territorio que superaba las 420.000 hectáreas en manos de unos 4.000 obreros y obreras. La experiencia histórica que se desplegó en el COFOMAP daba cuenta de una acción política que exigía el derecho a la vida digna tras décadas de explotación patronal.
La masacre efectuada en el puente tiene una serie de hechos políticos que venían arrastrándose desde antes de ese 10 de octubre. El 11 de septiembre de 1973 –el día anterior al golpe militar– un grupo de trabajadores del COFOMAP, entre ellos el Comandante Pepe, asaltó el retén de carabineros de Neltume para exigir que estos dispusieran sus armas al servicio del pueblo y en defensa del gobierno de la Unidad Popular ante un posible golpe. Sin embargo, carabineros los reprimió violentamente. A partir de este hecho, Pinochet crea la Brigada Especial Antiguerrilla con los “boinas negras” de la Escuela de Paracaidistas de Peldehue, y el COFOMAP se transforma en el principal objetivo de la represión, de modo que los militares comienzan a hostigar y perseguir a sus principales líderes sindicales. Bernarda Vera se había ocultado en algún lugar dentro del Complejo debido a que era intensamente buscada por los militares. A sus familiares se les había informado que había sido condenada a muerte por el asalto al retén Neltume. El nombre de Bernarda estaba inscrito en una lista junto a otras personas que debían detener, escrita por civiles, quienes también participaron de las detenciones y se convirtieron en cómplices directos de la masacre.
En la Comisión Rettig se señala que los boinas negras contaron con un vehículo particular, una camioneta del Servicio Agrícola Ganadero, una patrulla de carabineros, una ambulancia del retén de Liquiñe y un helicóptero. Este grupo fue liderado por Cristián Labbé, exalcalde de Providencia, exagente de la DINA y encargado de seguridad de Pinochet, pero solo fue condenado por torturas.
Vendados y amarrados de pies y manos, los obreros fueron trasladados al puente viejo de Villarrica, en donde fueron fusilados con metralletas y arrojados al río Toltén. Algunos boteros y habitantes del sector reconocieron algunos cuerpos que quedaron flotando sobre las aguas teñidas en sangre, antes de que estos fueran arrastrados nuevamente por el caudal. Todos se encuentran desaparecidos hasta el día de hoy. Sin embargo, la violencia dictatorial no logró borrar la existencia de estos obreros mapuche y esta profesora, que gracias a su articulación colectiva lograron desestabilizar la propiedad privada y cuestionar la usurpación territorial a cargo de las clases dominantes que tenían en sus manos casi todos los fundos. La experiencia del Complejo Maderero y Forestal Panguipulli logró marcar la historia política de este territorio alzado en rebeldía, cuyos protagonistas no han desaparecido de la memoria colectiva.