El 23 de septiembre de 1965, un grupo de trece combatientes abnegados intentó tomar por asalto el cuartel Madera, en Chihuahua. Fue la salida que eligieron frente a décadas de agravios contra los campesinos y el pueblo trabajador. Pagaron un alto precio: ocho murieron en la acción.
Jueves 24 de septiembre de 2015
Con el telón de fondo del triunfo de la Revolución Cubana en la escena internacional, el Grupo Popular Guerrillero (GPG) decidió tomar las armas en la sierra del estado de Chihuahua. Eran campesinos, profesores y estudiantes de las normales rurales de Salaices y Saucillo, y de la Escuela Normal Estatal de Chihuahua.
Creían que hallarían una fuerza de dos pelotones, poco más de 20 soldados. Pero la guarnición contaba en realidad con más de cien militares. Los combatientes habían planeado contar con 30 guerrilleros, pero fueron 13. Su objetivo era asaltar el cuartel para tomar las armas. Esperaban que el pueblo los siguiera. Se considera esta acción como el inicio de la guerrilla en México.
Cayeron en el combate Arturo Gámiz García, profesor rural y principal dirigente; Pablo Gómez Ramírez, médico y profesor de la Escuela Normal Rural “Ricardo Flores Magón”, de Saucillo, Chihuahua; Emilio Gámiz García, estudiante y hermano de Arturo; Antonio Scobell, campesino; Óscar Sandoval Salinas, estudiante de la Escuela Normal del estado; Miguel Quiñones Pedroza, profesor rural y egresado de la Escuela Normal Rural “Abraham González”, de Salaices, Chihuahua; Rafael Martínez Valdivia, profesor rural, y Salomón Gaytán, campesino de Dolores, Madera.
Praxedis Giner Durán, del Partido Revolucionario Institucional, gobernador en ese entonces, dio la orden de sepultar a los guerrilleros muertos en una fosa común y declaró ante los medios: "Querían tierra, denles hasta que se harten". Cualquier semejanza con la crueldad y el cinismo de los funcionarios priistas, panistas y perredistas de nuestros días ante la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa no es mera coincidencia.
El pasado de Madera
En 1906 surgió el pueblo, a la vera de los latifundios del Ferrocarril del Noroeste –propiedad de William Greene, el dueño de las minas de Cananea, cuyos trabajadores habían ido a la huelga- y de la Compañía Babícora –de William Randolph Hearst, millonario empresario de los medios de comunicación estadounidenses.
Para 1909, Greene vendió sus 700 mil hectáreas de bosque y varias concesiones a The Madera Company Limited, sociedad angloestadounidense que contrató a 2,000 trabajadores de la zona. El gobierno de Porfirio Díaz amplió la concesión de bosque a la empresa hasta un millón de hectáreas. Se acentuaba la concentración de tierras.
Durante la Revolución Mexicana, en 1917 obreros del aserradero de la empresa pidieron tierras por la vía ejidal. Recibieron en 1925 2,500 hectáreas –1,500 de la Compañía Babícora y 1,000 del Ferrocarril del Noroeste–. Pero no lograron que el gobierno las fraccionara.
En 1939, el día 13 de abril, algunos campesinos tomaron un pequeño terreno de la compañía Babícora. Fueron reprimidos por pistoleros de la empresa y policías. Varios fueron asesinados.
En 1946 de nuevo cambió de manos la propiedad de esas tierras: la compraron un grupo de capitales de Chihuahua, encabezados por Eloy Vallina. Se creó la empresa Bosques de Chihuahua. Ésta arremetió contra quienes habitaban desde hacía generaciones en el latifundio.
Tanto quienes pedían tierras como familias que eran desplazadas de este territorio eran atacados por pistoleros comisionados por la empresa. En 1959, el maestro jubilado Francisco Luján, referente de campesinos, fue asesinado. Al año siguiente, se desarrolló un gran movimiento agrario en la región, que reclamaba al gobierno de Adolfo López Mateos el derecho a la tierra. Se sucedieron movilizaciones, mitines, tomas simbólicas de tierras.
Lo único que recibieron fue la negativa. Ninguna organización que estuviera por fuera de la Confederación Nacional Campesina (CNC), encuadrada dentro del PRI, tendría solución a sus demandas.
En 1964, el ejército desalojó con lujo de violencia un campamento campesino y una toma simbólica de tierra. Arturo Gámiz, uno de los líderes del movimiento, fue detenido. Al tiempo, campesinos liderados por Salomón Gaytán quemaron un puente y ajusticiaron a un cacique priista de la región, Florentino Ibarra, célebre por sus abusos –desde robar tierras a pequeños propietarios, hasta atacar cualquier protesta y violentar a las mujeres del pueblo.
Ante la brutal represión para acallar la protesta social, los agravios de todo tipo contra los campesinos y la dureza del gobierno nacional y estatal, los activistas sociales más radicales descartaron la movilización popular, ante la desesperación y la impotencia. Se orientaron hacia la salida armada. ¿Era la única posible? ¿Y era la correcta?
Un debate estratégico en la lucha contra la explotación y la opresión
Eran jóvenes, eran honestos. Se les hizo insoportable ver la brutalidad desatada contra el pueblo. Se hartaron de la opresión ancestral que pesaba –y pesa– sobre peones, campesinos y pueblos indígenas.
En una entrevista publicada en la revista Proceso núm. 99, del año 1978, Alma Gómez Caballero, la hija mayor del profesor Pablo Gómez, uno de los caídos, señaló: “Cuesta trabajo reconocerlo. Es duro. Pero tengo que aceptar que mi padre y sus compañeros equivocaron el camino”.
¿Renegó ella de la lucha de su padre? No. Reivindicó su espíritu combativo, su anhelo de dejar un futuro mejor para las generaciones por venir. Pero tiene una mirada crítica sobre el asalto al cuartel Madera. En la entrevista sostuvo “No era el momento; no había las condiciones necesarias para que la lucha que ellos emprendieron pudiera desarrollarse”.
Más que las condiciones en sí, consideramos que la lucha armada como estrategia –tal como sostienen las teorías foquistas– desvinculada de una amplia movilización encabezada por la clase trabajadora en alianza con los pequeños campesinos, los trabajadores agrícolas y los pueblos originarios lleva a la derrota.
La guerrilla –que como método de lucha en México tiene profunda raigambre histórica en la guerra de guerrillas desarrollada durante la lucha por la independencia y que también se expresó durante la Revolución Mexicana– cuando se plantea como estrategia de lucha por el poder tiene el problema de que es escéptica de la capacidad revolucionaria de la clase obrera –la clase generadora de riquezas en el modo de producción capitalista.
En última instancia, quienes llevan adelante la estrategia de la guerrilla consideran que la revolución no la protagonizarán las y los trabajadores encabezados por un partido revolucionario; sino que vendrá a través de la acción heroica de una élite armada y que, sin importar las condiciones objetivas, es posible crear las condiciones subjetivas a través de la acción de un foco guerrillero.
Así, luchadores honestos como los del GPG, no dedicaron su energía a la construcción de una herramienta política de los trabajadores que posibilitara a la clase obrera proponer una salida revolucionaria a las grandes penurias que enfrenta junto a los sectores populares, como el hambre, la falta de tierras, la represión y tantos más. Esto es lo que puede –y podía– permitir que el pueblo trabajador se convierta en un referente para el conjunto de los sectores oprimidos de la sociedad.
Al contrario, los luchadores del GPG dedicaron su capacidad y su gran abnegación a poner en pie el aparato militar de la guerrilla. Y en una guerra de “aparatos” con las fuerzas del estado capitalista –como otras experiencias guerrilleras o incluso la del propio Che Guevara en Bolivia– fueron derrotados.
Esta práctica, más que movilizar a trabajadores, estudiantes y campesinos, lleva a quienes necesitan tomar las riendas de su propio destino a esperar que una vanguardia combativa resuelva los grandes problemas de la sociedad. Lleva a la pasividad, por más buena intención que haya.
Muchos dicen “Sí, pero la guerrilla hizo triunfar la Revolución Cubana”. Y a esto respondemos: ese triunfo no puede disociarse de la crisis de la dictadura de Batista, de la existencia de un amplio movimiento opositor, de las movilizaciones obreras y populares previas y de la huelga general que se dio. Fue a un terrible costo, una política consciente por parte de la dirección castrista de frenar la extensión del proceso revolucionario en el plano internacional y del actual proceso de restauración capitalista, como explicamosacá.
A cincuenta años del levantamiento en Madera, repudiamos la represión y el asesinato de los miembros del Grupo Guerrillero Popular. Aunque consideramos que su estrategia es equivocada, reconocemos su abnegación y su espíritu de lucha.
En nuestro tiempo, México continúa desangrándose bajo el fuego de la “guerra contra el narco”. El PRI y su séquito de los partidos tradicionales han dado un salto en la entrega del país a las trasnacionales con las reformas estructurales. Cientos de miles de desaparecidos, muertos, desplazados y víctimas de femicidios nos enlutan.
Hoy, como en 1965, para la luchar contra toda forma de explotación y opresión la clase trabajadora requiere una organización revolucionaria nacional e internacional basada en lo más avanzado de la clase obrera, que levante una estrategia revolucionaria, obrera y socialista, con los métodos de lucha de los trabajadores. Desde el Movimiento de Trabajadores Socialistas y la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional abocamos nuestras fuerzas a esa gran tarea.