El 20 de julio de 1969, la pisada del hombre en la luna fue impresa por la suela de una bota diseñada en EE.UU. pero no estuvo lejos de ser una soviética, ya que la carrera por la conquista del espacio librada en la década del 60 la ganaron los Estados Unidos en la última curva.
Martes 20 de julio de 2021
Foto: Neil Armstrong/NASA
La foto fue tomada por Neil Armstrong, el comandante de la misión Apollo 11 quien además de ser el primer hombre en pisar el suelo del satélite fue el primer fotógrafo en capturar esos paisajes extraterrestres. Las imágenes en color tomadas por Armstrong fueron hechas con una cámara Hasselblad 500 acoplada a su traje espacial. La fabrica sueca acondicionó dos de estas cámaras para la misión: les agregó un motor para el rebobinado automático de la película, les quitó el visor y les adicionó una guía para los valores de exposición, ya que no llevaban fotómetro. El astronauta devenido fotógrafo tuvo que tomar las fotos encuadrando y enfocando a ojo ya que la escafandra del traje no le hubiera permitido manejarse de la forma habitual para esas cámaras analógicas que, obviamente carecían de pantalla electrónica.
A pesar de las limitaciones, las fotos más difundidas son de gran valor documental y fotográfico. Parte de los archivos fotográficos de la NASA puede encontrarse en la cuenta Flikr Project Apollo Archive Se pueden ver allí muchas y muy interesantes fotografías de todas las misiones a la luna, y no sólo las buenas sino también las desenfocadas y mal encuadradas. Es interesante observarlas para sacar conclusiones acerca de si son verdaderas, o tienen razón quienes dicen que son puestas en escena.
La carrera espacial
“Antes de que termine la década, pondremos un hombre en la superficie lunar y lo traeremos de vuelta sano y salvo” anunció el entonces presidente John F. Kennedy en mayo de 1961, apenas un mes después de que el soviético Yuri Gagarin se convirtiera en el primer hombre en orbitar la Tierra. “No vi ángeles ni dioses allí” declaró al volver el cosmonauta.
En el contexto de la Guerra Fría, marcada por la superioridad técnica demostrada por EE.UU. con la bomba atómica, luego equilibrada militarmente cuando en 1949 la URSS logró su propia bomba, la estrategia de coexistencia pacífica sostenida por ambas potencias, para la URSS implicaba la continuidad y resignificación de la tesis stalinista de construcción del socialismo dentro de las fronteras (una “utopía reaccionaria” al decir de Trotsky). Esta coexistencia significaba para el estado soviético, un enorme derroche de recursos en una carrera armamentista y militar con la lógica de una guerra burguesa entre estados, y no de una guerra entre clases.
Dentro de esa dinámica se desarrolló la carrera por el dominio de la tecnología espacial. La Unión Soviética había logrado acortar distancias respecto del imperialismo norteamericano gracias a la expropiación de las tierras y los medios de producción con la instauración de la República de los Soviets en 1917. La Rusia de los zares era un país atrasado, con una estructura semifeudal, con casi cien millones de personas sumidas en la pobreza bajo un régimen autocrático. En sólo cuatro décadas el país de la Revolución Bolchevique había logrado, pese a las contradicciones provocadas por la organización burocrática del estado, desarrollar la tecnología para enviar naves al espacio.
En 1957 puso en órbita el primer satélite, el Sputnik-1. Ese mismo año para el aniversario de la revolución envió al primer ser vivo al espacio, la perra Laika. Y en 1963 lanzó la primera nave tripulada por una mujer, la cosmonauta Valentina Tereshkova.
La URSS le estaba ganando la carrera a los EE.UU., por eso la frase de Kennedy suena como una arenga a las propias filas: no podían permitir que los rojos comunistas llegaran primero. Ya sabemos el final, se acaban de cumplir 50 años de ese hecho.
El por qué la Rusia Soviética no logró llegar antes es un tema complejo con múltiples razones. La planificación burocrática de la economía y la dilapidación de recursos en la carrera armamentista son seguramente algunas de ellas. Sumado a que las luchas políticas hacia el interior del gobierno liderado por Kruschev produjeron hacia 1964 la convivencia de varios programas lunares que desarrollaban cada uno su propia misión. La principal era liderada por Serguei Koroliov, el responsable de los proyectos que habían llevado con éxito los primeros satélites y tripulantes al espacio. Durante los primeros años de la década dirigió las misiones que enviaron sondas hacia la luna a fin de orbitarla y explorarla. Tras varios intentos la nave no tripulada Lunar 9 logró finalmente posarse sobre el satélite el 31 de enero de 1966. Días antes Koroliov moría sospechosamente en una sala de operaciones.
El científico, sobreviviente de las purgas de Stalin, acusado en 1938 de favorecer el desarrollo del combustible líquido en contra del sólido como propulsor de los cohetes, (que era preferido por colegas de mejor llegada a las autoridades), fue liberado y rehabilitado hacia el fin de la Segunda Guerra. Sorprendente y trágica historia la de este científico, quien en 1952 se unió al Partido Comunista como requisito indispensable para conseguir el financiamiento de sus proyectos espaciales. La investigación científica soviética estaba guiada por los intereses de la propia burocracia.
Como decíamos, otras misiones eran desarrolladas en paralelo, todas con el objetivo de llevar una nave tripulada a la luna antes que los EE.UU. Demasiadas manos en un plato y con un presupuesto mucho menor del que contaba la misión Apollo. A pesar del derroche de recursos en el desarrollo de varios programas simultáneos compitiendo entre sí, la Unión Soviética estaba logrando en menos de cincuenta años lo que a Estados Unidos le llevó dos siglos desde la Revolución Industrial.
Una década movida
La de 1960 fue la década espacial, pero también fue la de los grandes movimientos sociales y culturales liderados por la juventud de posguerra. También fue una época de liberación sexual y experimentación artística. Al año siguiente de que Gagarin orbitara la Tierra por primera vez, una canción de los Beatles giraba por primera vez en un tocadiscos. Y en 1969 mientras Neil Armstrong y Buzz Aldrin daban sus primeras caminatas lunares, la banda de Liverpool estaba grabando su último y gran disco en los estudios que luego se llamarían Abbey Road.
En 1969 se realizó el festival de Woodstock, en el contexto de un gran movimiento contra la intervención de Estados Unidos en Vietnam. En 1968 habían sucedido las grandes revueltas del mayo francés y las protestas callejeras que enfrentaron a los tanques soviéticos que aplastaron la Primavera de Praga.
En América latina, los 60 fueron los años de la Revolución Cubana, del ascenso de la figura y posterior asesinato del Che en Bolivia y de la matanza de Tlatelolco contra las protestas estudiantiles en México en octubre de 1968.
En nuestro país fue una década de golpes militares y elecciones con el peronismo proscripto. La noche de los bastones largos en 1966 fue un duro golpe para la juventud universitaria, que en 1969 protagonizaría junto a los trabajadores el Cordobazo, el gran movimiento social que terminó con la caída del dictador Onganía.
Terminaba la década del rock y la psicodelia, pero también la de la irrupción de los jóvenes en la vida social y política, buscando construir sus propios destinos.
Fin de la carrera
Finalmente el imperialismo yanky ganó la carrera y también el campeonato, ya que la Guerra Fría terminó con el mejor resultado al que aquél podía aspirar: la restauración capitalista en la URSS y los países del este europeo.
“...con la existencia de una dictadura proletaria aislada, las contradicciones interiores y exteriores crecen paralelamente a los éxitos. De continuar aislado, el estado proletario caería, más tarde o más temprano, víctima de dichas contradicciones. Su salvación está únicamente en hacer que triunfe el proletariado en los países más avanzados.” (León Trotsky, La teoría de la revolución permanente, citado por E.Albamonte y M.Maiello en Estrategia socialista y arte militar)
Ambos bandos de la Guerra Fría enfrentaron la revolución. El imperialismo en su lucha contra el comunismo y la URSS en lucha contra las revoluciones políticas que ponían en peligro la continuidad de su propia burocracia, que finalmente cayó por las razones previstas por Trotsky.
La foto de la huella en la luna, esa que hoy adorna el frente de la Casa Rosada, la tuvo EEUU. Pero la URSS pudo demostrar, a pesar de sus contradicciones, el potencial de un Estado que había expropiado a las clases poseedoras, poniendo los recursos al servicio del desarrollo de la educación, la ciencia y la técnica. La Revolución Rusa había dado vuelta todo y casi llega a la luna.