A las puertas de las elecciones, la última encuesta de Datafolha (la mayor agencia de periodismo de Brasil) indica un 47% de los votos válidos para Dilma Rousseff (actual presidenta y candidata del PT), faltándole solo un 3% para alcanzar la victoria en el primer turno, mientras que Marina Silva candidata de centro-derecha del Partido Socialista Brasilero (PSB) mostró una caída en las encuestas.
Sábado 4 de octubre de 2014
fotografía: Reuters
Además de poner de relieve que existen chances de una victoria de Dilma Rousseff en el primer turno, es necesario destacar que Brasil pareciera encaminarse a conservar relativamente el escenario político anterior. Esta situación, ¿no sería contradictoria con la situación política que se abrió en el país hace poco más de un año, a partir de las emblemáticas manifestaciones de Junio?
Según todo indica en estas elecciones prevalecerá una relativa distancia entre los problemas estructurales y las expectativas de la población por cambiar el país a través del voto. La votación a Dilma Rousseff, en el caso de analizar las elecciones en su conjunto, no es un voto “esperanzado”. Brasil seguirá en cierta medida la inercia de los últimos años y el voto por la continuidad significa, para las masas trabajadoras, “no arriesgar” por una salida alternativa entre los principales candidatos, ya que en las últimas tres semanas los dos adversarios se ubicaron a la derecha de Dilma Rousseff (Marina Silva - PSB y Aécio Neves del PSDB de Fernando Henrique Cardoso).
Eso no significa que estemos retomando y reviviendo una nueva fase del “Brasil lulista”: de cierta forma, la etapa caracterizada por una firme estabilización social, fuerte incentivo al consumo y ausencia de demandas sociales parece estar enterrada. Además de las jornadas de Junio de 2013, en 2014 se dio la mayor oleada de huelgas de los últimos 20 años y todo indica que el régimen político y un segundo gobierno de Dilma estarán menos preparados para controlar esas luchas.
Vale preguntarse por qué a pesar del fuerte cuestionamiento al último ciclo petista de gobierno, no emergió una alternativa, ni siquiera entre los partidos dominantes del régimen. El análisis sobre el descenso de Marina Silva, con Aécio Neves estancado, expresa claramente que Dilma ha venido quitándole votos a Silva desde comienzos de septiembre, es decir, sacándole votos a la candidata que sería expresión de la “nueva política y del cambio”. Esto porque el fenómeno Silva no resistió los distintos ataques de los adversarios y fue mostrando su verdadera faceta “neoliberal” por detrás de una fachada de cambio.
El desgaste de Marina dejó un “vacío” entre los que buscaban una alternativa real.
El PSOL, aunque haya ganado un pequeño peso en sectores de vanguardia de las universidades, no inspira confianza como alternativa entre las masas trabajadoras y no pasa del 1% en intenciones de voto. Otros partidos de izquierda, con todavía menor intensión de votos como el PSTU, han hecho una campaña deslucida, con una militancia en torno a los candidatos casi inexpresiva. Esto no es casual si tenemos en cuenta que en realidad expresan una izquierda que durante las movilizaciones de Junio y ahora durante las huelgas obreras, no logró alcanzar ninguna victoria o impulsar algún conflicto decisivo a nivel nacional.
Pero en política no existen vacíos. Con la debilidad de la izquierda por un lado y la relativa caída de Marina Silva como “alternativa real” por otro, (ya que lo que resaltó en el último período fue su programa centro-derechista), la candidatura de Dilma termina por atraer el sentimiento entre los trabajadores por la continuidad frente al de la imposibilidad. Muchos trabajadores, sin ningún entusiasmo, aún votarán al PT del escándalo del “mensalão”, de la precarización del trabajo (tercerizaciones), de vínculos con los bancos y las grandes constructoras (que como se ha denunciado en distintas ocasiones, utilizan formas de trabajo esclavo).
Dilma Rousseff probablemente vencerá en las elecciones debido a estas circunstancias, por lo que la necesidad de una alternativa política de izquierda de los trabajadores (una nueva organización) que haga frente a los anhelos de “Junio” de 2013 y del “mayo obrero” de 2014, continúa pendiente.