No son pocos los analistas ligados a la blogsfera del PT que evalúan el Brasil “pos fin del gobierno Dilma”. Las tropas oficialistas sin general, puesto que Lula no logra implementar ni la línea de conciliación con FHC (que la rechazó), ni rompe con Dilma. Sin un plan de batalla que provenga de la CUT, buscan explicaciones para su Waterloo: qué podrán salvar, cómo llegarán en mejores (o no tan malas) condiciones al 2016 y 2018, con o sin impeachment (destitución). Mientras tanto la derecha va agitando y preparando el terreno para su manifestación del próximo 16 de agosto. Sin una clara posición de izquierda contra el gobierno y contra la derecha, los tucanos y otros sectores de la oposición de derecha pueden capitalizar el descontento con el gobierno del PT.
Martes 4 de agosto de 2015
Interminables especulaciones rondan el ambiente político nacional. ¿Qué hará el Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU)? ¿Aécio? ¿Habrá impeachment? ¿Qué alcance tendrán las manifestaciones del 16 de agosto que contarán con convocatoria paga en TVs y radios, del PSDB? Las expectativas infladas por algunos blogueros (por ejemplo, El día siguiente al impeachment, de Nassif) acerca de que el impeachment sería posible pero desataría una rebelión en los movimientos sociales, una conflictividad tal que ni Lula ni FHC podrían caminar por las calles sin escolta, un país a las puertas del golpe de Estado, no se corresponden con el estado de ánimo real.
Las tropas oficialistas están en crisis, sin general, sin programa y a la caza de argumentos para justificar cómo aún defienden al gobierno de Dilma. Contra el peligro de la derecha no cabe a los trabajadores embanderarse detrás de la defensa de la “democracia”. Democracia de los Cunha, Feliciano, que cuenta con sus desaparecidos como Amarildo, de los privilegios de los políticos, de los ajustes, de la tercerización y un largo etc. Justamente contra la “derecha y por la democracia”, que está siendo convocado un acto para el 20 de agosto por el Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) y la oficialista Central de los Trabajadores y Trabajadoras de Brasil (CTB), entre otros. Sin embargo, lo que hace falta es luchar contra la derecha pero también contra el gobierno construyendo una tercera fuerza.
El combate que no puede realizar el petismo
Este escenario de crisis violenta en las calles no parece, hasta el momento, factible. Porque para que se desarrolle es necesario que el lado derrotado (o desafiado) entre en la lucha y que lo haga a una escala mayor y sin contenciones. Coraje histórico que nunca ha tenido el petismo, ni Lula y menos los burócratas aferrados por décadas al poder desde los sindicatos como gestores de fondos de pensión, entre otros beneficios del capital.
Si del camino de los “movimientos sociales petistas” aún no hay síntomas de vigor en la crisis política nacional, tampoco los caminos hacia el impeachment parecen simples. Los interrogantes planteados en el escenario nacional irán encontrando respuesta en las próximas semanas o meses. Incluso sin una respuesta petista la crisis política seguirá desarrollándose y puede abrir espacio al ingreso en escena de las grandes masas, en especial, de la clase trabajadora.
Sin la presión de los de abajo, la crisis tiene su propia dinámica y puede desarrollarse con o sin impeachment, al ritmo de los trámites judiciales, atacando más y más elementos del régimen, dejando a nuevos partidos expuestos, aumentando la desconfianza en las instituciones y la brecha entre los “representantes” y los “representados”. Este último aspecto, un síntoma de las movilizaciones masivas de Junio de 2013, aun deja que se haga visible o no en las calles. El pico de huelgas visto en 2013 y 2014 no desapareció. Hay descontento con el PT en cada lugar de trabajo. Con o sin impeachment éste es el Brasil real.
La burocracia sindical, hasta la poderosa burocracia de la CUT, de Lula, Marinho y Vicentinho, de los metalúrgicos del ABC paulista, no logra elegir intendentes y ganar elecciones en su antiguo bastión. Tampoco en las fábricas históricas que protagonizaron el ciclo de ascenso obrero de los setenta logra el peso de antes. En la VW intentó hacer que los peones aceptaran los despidos, pero no lo lograron. Y en la Mercedes Benz el Programa de Protección al Empleo, fue rechazado con un plebiscito.
Los de arriba sin dar el veredicto
En medio de toda esta crisis, el imperialismo observa quieto, ningún pronunciamiento de Obama, Merkel, del FMI (excepto la presión sobre el Congreso y Cunha –presidente de la Cámara de diputados - por la vía de agencias de evaluación de riesgos, llamando a “ser responsables con los ajustes”). Con un bando u otro de los políticos brasileros, sus negocios se están fortaleciendo. En el estratégico sector del petróleo encontramos a Serra (PSDB) intentando reabrir el Pre-Sal y a Dilma vendiendo el 30% de los activos de Petrobras. Visto desde la Casa Blanca el juego brasilero parece un “gana, gana”.
Las principales empresas brasileras como Odebrecht, Camargo Correa, etc. no se pronunciaron: sus directivos están presos. La Federación de Industrias del Estado de San Pablo (FIESP) sigue muda. Los reyes de la soja siguen firmes detrás de su presidenta, la ministra de agricultura Kátia Abreu, ahora amiga de Dilma. La Federación Nacional de Bancos (FENABAN) dividida en 2014, entre el banco Itaú que apostaba a la candidata Marina Silva y el Bradesco a Dilma, también permanece callada. Sin estos pesos pesados brasileros o extranjeros que den el veredicto, el desenlace tampoco llega y se refuerza aun más el ritmo palaciego-judicial-parlamentario de la política nacional. Estos gigantes empresariales observan la crisis pero también aceptan contentos que las tasas de interés sigan subiendo, y con ello sus ganancias; que los créditos agrícolas se expandan con subsidios, que se reduzcan derechos laborales y otros negocios.
Lo que hay de cierto en la política nacional es una mayor crisis y el debilitamiento del gobierno o escenarios de más crisis y conflictos. Todos ven esto. En diálogo desesperado, los últimos defensores del petismo en los lugares de trabajo argumentan que “la caída del gobierno sería la apertura de una situación aún peor”. No se puede saber. Las acciones de las masas determinarán esto. Y hoy frente a las privatizaciones, ataques y desgaste del gobierno tanto objetiva como subjetivamente cualquier acción de masas progresista tiene que atacar no solo a la derecha sino también al petismo. Y sobre este problema debemos centrar nuestra atención, diálogo y acciones.
“Mal menor” o independencia política
Los tucanos (PSDB) o el PMDB “ajustarían mucho más”, afirman. Es posible. Pero algo seguro es que no hay hegemonía tucana o neoliberal posible en el actual momento. La victoria electoral es una posibilidad, el impeachment también pero no se dio aún un “anti-junio” que fuese suficiente para hacer que el país retroceda en su historia y en la conciencia de las masas hasta el lejano 1998, en medio de la ofensiva ideológica yanqui, volver a un mundo que ya no existe.
¿Es posible tal retroceso? Claro que es posible, pero no de la noche a la mañana y sin grandes conflictos de la lucha de clases. El problema al que nos enfrentamos es qué fuerza social se desarrollará en las calles contra esta perspectiva y contra un gobierno profundamente antiobrero, antipopular y antinacional. Tanto el gobierno petista como el de los tucanos solo tienen para ofrecer ajustes, privatizaciones, corrupción. Esto es seguro.
El país está preparado para una tercera salida. O la ofrece la izquierda o algún aventurero, algún tránsfuga de las filas petista o tucana lo hará. El PT y el gobierno están en claro declive y en crisis, sin embargo él y sus aliados aun tienen fuerza para intentar paralizar las críticas que reciben como “hacer el juego a la derecha”. El PT aun cuenta con aliados entre los movimientos sociales, como el Movimiento Sin Tierra (MST), a veces el MTST y para fines como éste Lula articuló un frente “Grupo Brasil”.
El gobierno afirma que la derecha gana fuerza cuando sectores de la izquierda lo critican. Por el contrario, defender los intereses de los trabajadores solo puede ser contra este gobierno. El PSTU fue atacado por el PT en los últimos días por argumentar a favor de “derrumbar al gobierno”, por los trabajadores. Esta política planteada por el PSTU, por fuera de la existencia de un movimiento real de los trabajadores en el momento actual, fue interpretado como un apoyo al derrocamiento del gobierno, tal como está planteado hoy, por parte de la oposición burguesa. Es necesario salir del mundo de la propaganda y avanzar para que una tercera fuerza gane los lugares de trabajo y las calles.
Hace falta un polo a la izquierda en la lucha de clases que sea anticapitalista, es decir, que defienda a los trabajadores contra los dos bandos capitalitas en disputa: los ajustadores del PT y los neoliberales tucanos y sectores de derecha. Un polo de izquierda podría organizar sindicatos clasistas y combativos, oposiciones sindicales, movimientos estudiantiles y sociales que organizara acciones concretas de resistencia a los ataques del gobierno de Dilma y contra la oposición de derecha; que avanzara en cuestionamientos más profundos tanto del régimen político nacional, comenzando por la discusión de la necesidad de una Asamblea Constituyente libre y soberana para discutir cómo garantizar las demandas sociales planteadas diariamente por los trabajadores, como la salud, educación, vivienda empleo e ingresos y la relación con el imperialismo.
Este polo podría partir de la lucha contra el desempleo y los despidos para defender la estatización de las empresas que despidan, la apertura de los registros contables de las empresas, entre otras medidas. Un claro polo político anticapitalista de la izquierda opositora al gobierno que organice asambleas en los lugares de trabajo, paros, piquetes. Este ejemplo concreto (y no solo panfletos e internet), harían de él una fuerza para presionar a la CUT y a otras centrales sindicales a romper con el gobierno y poner su fuerza contra los ajustes de Dilma y las amenazas de la derecha, pasos para contar con un “tercer actor”. La realidad lo plantea, falta saber si podrá emerger. Una nueva izquierda puede y necesita emerger, una izquierda que haga el balance del PT y sus gobiernos y abra espacio al clasismo y a una perspectiva revolucionaria.
El momento “Ricardo III” del PT
Vivimos un momento “Ricardo III” en el petismo. Este personaje de Shakespeare en un determinado momento de desesperación clama “un caballo, un caballo, mi reino por un caballo”. Al contrario de lo que puede imaginarse, el caballo no era para huir sino para que el personaje real, con su ejército derrotado, montase en su orgullo y enfrentarse a su desafiante, solo para encontrarse luego con la muerte.
Este es el retrato del petismo actual. La búsqueda del caballo que montará rumbo a su derrota vía impeachment, vía elecciones municipales de 2016, presidenciales de 2018 o la menos probable hoy, la hipótesis de una recuperación electoral. Incluso en este último caso lo haría alejada de las bases obreras y a la sombra del progresismo. No faltan blogueros que le ofrecen a Dilma un programa para esta complicada batalla, de probable derrota. Difícilmente acepte pero si así lo hiciera será, todo indica que será para encontrar la derrota. Una derrota que no necesariamente será “mortal” o “eterna”, pero que ya comenzó. La separación del PT del “progresimo” ya se está consumando, la separación de la clase trabajadora también. Resta saber si podremos, y aun hay tiempo, levantar una salida por izquierda tanto contra el PT como contra la derecha.