23 de octubre de 1935, comienza la huelga de la construcción que duró más de 100 días. Las mujeres de las familias obreras organizaron la solidaridad y tomaron la voz en los mítines. Una de las primeras experiencias de “comisiones de mujeres” en nuestro país.
Viernes 23 de octubre de 2020 00:30
Fue una de las luchas más importantes que organizó la clase trabajadora en la historia de nuestro país. No sólo porque se extendió durante meses y congregó a unos 60.000 obreros que representaban casi la totalidad de los ocupados en la rama, sino porque también sumó a muchos otros sectores de trabajadores que en los primeros días de enero de 1936 convocaron a una huelga general que duró dos días y mostró cómo la lucha sindical se podía convertir en lucha política. Para sostener una pelea de esta magnitud hubo que poner en pie nuevas instancias de organización obrera y popular que permitieran ganar apoyo en la comunidad y subsistir económicamente, a su vez mantenerse unidos y enfrentar la represión. Toda esta experiencia, que dejó importantes lecciones para el movimiento obrero de la época, contó con la participación de las mujeres de las familias de los albañiles, de los madereros, de los ladrilleros y de todos los que se empleaban en la industria de la construcción. Mateo Fossa, dirigente del gremio de la madera, dirigente del Comité de Apoyo a la huelga y posteriormente militante trotskista, lo relataba de la siguiente manera: “esposas, madres y hermanas de los huelguistas fueron ligadas directamente a la lucha, haciéndolas intervenir en mítines, delegaciones y manifestaciones” (El Andamio, editado por el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC, 3 de marzo de 1936)
La huelga y su organización
Era común el empleo de mano de obra por tiempos cortos, con jornadas laborales de hasta 14 horas y salarios que estaban por debajo del mínimo, sumado a que no existía ningún tipo de seguridad laboral ni por accidente ni por pérdida del puesto de trabajo. En un contexto en el que crecía el negocio de la construcción, gracias al impulso de la obra pública en plena década infame, lo único que estaba garantizado era la ganancia de las empresas, muchas de ellas de capitales alemanes, a quienes los trabajadores denunciaban por sus vinculaciones con el régimen nazi.
Ante esta realidad, los trabajadores de la construcción, agrupados en la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción (FOSC) decidieron poner un punto final al atropello patronal y prepararon la huelga, entre sus reclamos también incluían el reconocimiento de su sindicato. Los días previos al 23 de octubre de 1935 organizaron un comité para dirigir la huelga conformado por doce dirigentes, la mayoría de ellos eran miembros del Partido Comunista.
Si hay que destacar algo de esta experiencia es su masividad, no solo de los obreros empleados en la construcción, sino también por la participación de sus familias, lo que les permitió ganar apoyo y simpatía en gran parte de la sociedad. Los obreros sabían que la negativa de las patronales sería inmediata y que el gobierno apostaría a derrotarlos con hambre, amenazas y persecución.
¿Cómo se sostenía la huelga? Además del comité de huelga, se organizaron comités de empresa y piquetes huelguísticos, comisiones de mujeres y de familiares de los trabajadores, organismos de solidaridad y comedores colectivos que sostuvieron la lucha a partir del aporte de pequeños comerciantes. De este modo, se evitó que el conflicto se agotara por hambre.
Las mujeres de la construcción
En el periódico “El Andamio” de marzo de 1936 podía leerse que “en los mítines, en las asambleas, en las redacciones de los diarios, en las comisiones de ayuda activan centenares de mujeres jóvenes y ancianas, con criaturas en los brazos y colgadas de las faldas, sin descanso (...)”. Al mismo tiempo destacaban que esa capacidad de haber reunido a toda la familia en la pelea por mejorar sus condiciones de trabajo y de vida, es lo que logró generar simpatía en toda la comunidad. Por ejemplo, las mujeres junto a otros familiares, organizaron colonias de vacaciones para garantizar el esparcimiento de los hijos de los obreros que durante gran parte de la huelga estaban en período de receso escolar. Las mujeres también pusieron en funcionamiento comedores populares comunitarios para los huelguistas y sus familias con alimentos que conseguían gracias a la solidaridad del pequeño comercio del barrio.
La participación destacada de las mujeres pudo darse porque se sumaron con estas acciones, pero también a los debates. “En cada tribuna aparece una mujer oradora. Por primera vez en su vida expresa públicamente su pensamiento (...) se ganan los aplausos y la simpatía del público”, escribían en El andamio en marzo de 1936. Esto transformó la vida de las mujeres y los vínculos dentro de la familia de los trabajadores. En ese mismo periódico puede leerse la siguiente reflexión: “esa mujer entorpecida por la Iglesia, que la hace sufrir sin quejarse porque tal es el destino, comprende de repente que ser buena esposa y madre significa ayudar a su marido en la huelga para ganar más pan para sus hijos; comprende que es la fuerte organización la que asegurará la victoria; se hace ferviente entusiasta del sindicato, que despreciaba hasta ayer”. De esta manera los obreros también cambiaron su perspectiva sobre las mujeres de su familia, “a quienes ellos creían incapaces para luchar, son ahora su principal sostén, su principal apoyo” (El Andamio, editado por el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC, 3 de marzo de 1936)
Pasadas tres semanas los trabajadores decidieron continuar masivamente la huelga, incorporándose obreros de la mayoría de los oficios. Al mes siguiente comenzaron a hacerse más frecuentes los enfrentamientos con la policía en distintos puntos de la ciudad que formaban el cinturón rojo, de esta manera se refería el Partido Comunista en sus publicaciones a los barrios de la Ciudad de Buenos Aires donde se organizaba la huelga. Saavedra, Chacarita, Villa Crespo, Paternal, Villa Devoto, Villa Urquiza, Villa del Parque y otros, más al sur Boedo y Nueva Pompeya eran escenarios donde se organizaban comités barriales, se sostenían los piquetes y se resistían el avance de la represión.
La fuerza de los trabajadores crecía. Los primeros días de enero desde el Comité de Defensa y Solidaridad resolvieron convocar una huelga general para el 7 de enero de 1936. Se sumaron miles, los enfrentamientos fueron más intensos y muchos y muchas, fueron detenidos. El 8 de enero la huelga continuó en repudio a la represión y exigiendo la libertad de los detenidos. La huelga adquiría la naturaleza de una acción política masiva de la clase trabajadora, que ponía de relieve su potencialidad de clase, más allá de los límites que le impuso luego al movimiento obrero la política del PC.
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Finalmente, la batalla obrera y popular del 7 y 8 de enero obligó al gobierno a intervenir a favor de los huelguistas e impuso la liberación de todos los detenidos.
Las empresas tuvieron que pagar los salarios reclamados por los huelguistas, organizar la jornada laboral de 8 horas, aceptar la formación de comisiones internas por obra y convocar a paritarias para discutir salarios y condiciones de trabajo.
Unos meses después se puso en pie la Federación Obrera Nacional de la Construcción (FONC), en su periódico, El Andamio, les proponían a las mujeres seguir organizadas en común en el sindicato, porque el sindicato es la casa de los albañiles y “la casa de los albañiles es la casa de sus familias” (El Andamio, editado por el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC, 3 de marzo de 1936)
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Comisiones de mujeres aquí y allá
Las comisiones de mujeres fueron experiencias de organización que las mujeres de la clase trabajadora se dieron para para apoyar luchas como la de la construcción, “desde afuera”. En un primer momento asumieron tareas asociadas tradicionalmente a “lo femenino”, tales como organizar tareas de cuidado o garantizar los víveres y la alimentación comunitaria, que les permitió cumplir un rol destacado en experiencias como las de la construcción. Pero no fue solo eso. Las comisiones de mujeres o la participación de ellas en comités de apoyo, transformaron los vínculos entre los roles de género y permitieron la participación de las mujeres en luchas de gremios casi exclusivamente masculinos.
Como vimos, cuando ellas se involucraron, no sólo realizaron tareas de apoyo, centrales para sostener la huelga y la moral de los huelguistas, sino que también se convirtieron en sujetos políticos en la lucha, participando de las asambleas, tomando la palabra y ganando espacios propios que les permitieron luchar a la par junto a sus compañeros, incluso enfrentando la represión. Algo que los medios masivos de comunicación repudiaban cuando se podían ver imágenes donde las mujeres se enfrentaban a la policía y defendían a sus compañeros de la represión. Como dice Mirta Zaida Lobato “el ingreso femenino al espacio público era considerado (...) como una intrusión en un terreno inapropiado. Eran niñas caprichosas que con sus conductas alteraban el orden social y moral” (Historia de las trabajadoras en Argentina, 2007, p. 330)
Muchas de las mujeres que se sumaron a participar de la huelga con sus compañeros no tenían conciencia de clase, ni eran feministas, ni militantes políticas; de hecho, para muchas esta experiencia fue un antes y un después en todo lo que consideraban propio de sus vidas.
Las comisiones de mujeres jugaron un rol importante en huelgas industriales que dejaron un marca en la historia de la lucha de clases de EE.UU, entre otros ejemplos, y que son de la misma época: la huelga de Minneapolis en 1934 y la de Flint en 1936- 1937. Tiempo después, con un impulso dado por las organizaciones de izquierda trotskistas, estas experiencias fueron retomadas en otros conflictos importantes en nuestro país como la comisión de mujeres del Villazode 1974 y 1975 y, más reciente en la historia, la gráfica bajo control obrero conocida como Madygraf.
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Que las mujeres hayan participado en comisiones de mujeres permitió no sólo fortalecer la lucha en sí, que en el caso de la huelga de la construcción significó un triunfo después de meses de lucha, sino a la clase trabajadora de conjunto; por ejemplo, las mujeres de la construcción fueron convocadas a ser parte del sindicado de manera permanente. Estas experiencias no sólo implicaron un cambio radical en la vida de las mujeres que las protagonizaron, sino que con sus acciones dejaron huella en la historia de la organización de la clase trabajadora que, tiempo después, fue retomada por nuevas generaciones de luchadores y luchadoras, que no estaban solos ni empezaban de cero.
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Ana Sanchez
Nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1984. Docente y miembro del PTS. Colaboró con la edición de Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia, de Ediciones IPS. @soyanitasanchez