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Red Internacional
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LITERATURA // ANIVERSARIO. A medio siglo de Cien años de soledad

La que fuera su segunda novela, García Márquez la publicó el 30 de mayo de 1967 por editorial Sudamericana, en nuestro país. Hace ¿nada más? que 50 años de una familia y un pueblo que marcaron generaciones de lectores. Volvemos a visitar a los Buendía y a Macondo.

Domingo 18 de junio de 2017

“-Fontacho, ¿qué vamos a hacer? ¿Salvar al cine mexicano o escribir nuestras novelas?”, le preguntó Gabo -como le decían los amigos- a Carlos Fuentes, una tarde de primavera mientras descansaban en el patio de su casa. Eso hacían para ganarse la vida además de escribir en algún que otro periódico (cada vez menos debido a la censura) los, por entonces, escritores latinoamericanos cuasi-desconocidos. Inmediatamente Fuentes emprendió su segundo viaje a Europa, mientras que Gabo escribió pocos meses después la que fue conocida como su “obra prima”, que hoy celebramos. Nadie vislumbraba siquiera que apenas quince años más tarde sería premiado con el Nobel de Literatura (1982).

García Márquez, estaba transitando esta vez su exilio en México después de un largo derrotero que lo llevó de Aracataca -su ciudad natal- a Barranquilla, de Sucre a Zipaquirá, y luego de Bogotá a Roma, Londres y París, junto con su mujer, la incondicional Mercedes y sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo.

“Muchos años después…”

Cuenta la historia, según Gabo pero también según sus amigos, que este libro o esta novela que es como un todo en sí misma y que en un primer momento se titularía “La casa”, no se sentó un buen día inspirado el autor a escribirla, sino que fue ella quien lo asaltó. En el más estricto de los sentidos, se le presentó casi como una revelación –“iluminación profana” diría Walter Benjamin- o una epifanía.

El propio Carlos Fuentes relata: “Recuerdo uno de estos viajes (que García Márquez hacía dos veces por año para renovar su visa en Panamá y como padecieron junto con Fuentes durante un tiempo de aerofobia, los hacían en autobús) porque en uno de ellos Gabriel García Márquez se transformó. ¿Qué había pasado? (...) sin saberlo, yo había asistido al nacimiento de Cien años de soledad -ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual, en que todas las cosas del mundo se ordenan espiritual e intelectualmente y nos ordenan: ‘Aquí estoy. Así soy. Ahora escríbeme.’”

Luego de este episodio a la vuelta de ese viaje, García Márquez escribió durante dieciocho (18) meses seguidos, sin parar, con una rutina rigurosa, compenetrado con su(s) historias, volviéndose uno con ese mundo en el que iba materializándose Macondo, allí donde iban naciendo y muriendo todos y cada uno de los Buendía, ¿enredándose tal vez en la cuasi-infinita proliferación e itinerancia de tantos José Arcadio(s) y Aureliano(s)? Dejó todos sus trabajos. Hasta entonces él no era más que un buen periodista y el escritor de “La hojarasca” libro poco conocido y un par de cuentos buenos, pero que pocos habían leído. Su casa se vio transformada por una economía de guerra, al punto tal que cuando tuvo la novela terminada no tenía dinero suficiente para pagar el envío a la editorial Argentina que lo publicaría. Decidieron, junto con su esposa Mercedes que tenía en la mano contando hasta la última moneda solo 53 de los 82 pesos que costaba el envío, desarmar el paquete y dividir el manuscrito en dos, sin percatarse de que mandaron la última parte en lugar de la primera. Así y todo la editorial no dudo un instante en la calidad y el éxito que sería la novela y les enviaron el dinero restante como adelanto para recibir la primera parte.

Cien años de soledad o romper el record de ventas

Y así fue, Cien años de soledad agotó su primera edición de 8000 copias en apenas dos semanas. Al día de hoy ha sido traducida a más de 40 idiomas, por más de 100 editoriales y con más de 40 millones de copias vendidas no deja de recabar lectores en todo el mundo.

Este libro, es, por así decirlo, dificilísimo de definir, es muchas cosas a la vez, pero fundamentalmente -¡hay que decirlo!- es mucho más que “realismo mágico” [1]. Latiguillo con el que se lo suele definir, pero que dice poco y nada. Para quienes nos envolvió en su atmósfera total, se vuelve casi imposible despegarnos y poder hacer una lectura que tienda a algún tipo de objetividad o coherencia. Pero de lo que sí estamos seguros es de que la historia, el nacimiento y muerte de un pueblo y con él de su familia emblema, no ha dejado ni dejará de volver a empezar: las 7 generaciones de Buendía(s), los papiros de Melquíades, los amantes de Pilar Ternera, la mortaja de Amaranta, las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia, la ascensión de Remedios La Bella, los 17 Aurelianos, los juguetitos de oro, la propia Macondo, “una aldea de veinte casa de barro y cañabrava, construidas a orillas de un río de aguas diáfanas”, ese espacio que todos quisiéramos conocer a pesar de saberlo imposible, que por momentos se vuelve utópico, como atemporal: “una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.”

“En la tarea interminable de darle nombre a América”

La cita es de Carlos Fuentes, quien se refiere así al proyecto literario en el que se inscribe Gabo con su novela. Y es el propio Fuentes quien en una carta entusiasmada que le escribe a Julio Cortázar en París, dice que Cien años… es: “una crónica exaltante y triste, una prosa sin desmayo, una imaginación liberadora. Me siento nuevo después de leer este libro, como si les hubiese dado la mano a todos mis amigos. He leído el Quijote americano (...) Eso es Cien años de soledad: una generación y una regeneración infinita de las figuras que nos propone el autor, mago iniciático de un exorcismo sin fin.”

Más adelante la frase sería reformulada como “Quijote latinoamericano”. Porque, como ya es harto sabido, Cien años… se inscribió en el llamado Boom de las letras latinoamericanas o simplemente Boom latinoamericano. Un movimiento literario de escritores jóvenes surgido entre 1960 y 1970 que contó entre sus miembros con Julio Cortázar (Argentina), Juan Rulfo (México), Augusto Roa Bastos (Paraguay), Mario Vargas Llosa (Perú), Carlos Fuentes (México) y García Márquez (Colombia).

El Boom se da en un contexto mundial muy particular. Las letras europeas y la propia Europa apenas podía recuperarse de la segunda posguerra; combinado con un auge del mercado editorial y situaciones política y socialmente convulsas en América Latina: el movimiento obrero y estudiantil estaban en auge, transitaron situaciones pre-revolucionarias, semi-insurrecciones y posteriormente dictaduras sangrientas, que destinaron a muchos de estos escritores al exilio y aún en el corazón mismo de Europa, como “vanguardia latinoamericana” se los catapultó a la fama. Estos, además de experimentar con la técnica literaria (varios adscribieron al denominado “realismo mágico”. aunque García Márquez haya sido su principal exponente), muchos estaban socialmente comprometidos o sensibilizados por la Revolución Cubana, e hicieron bandera de la lengua castellana, aquella que a pesar de su “tercermundismo”, afirmó mundialmente en la segunda mitad del Siglo XX que “podía” escribir novelas. Así también entendió el propio García Márquez a su novela (total),como una defensa de la literatura hispanoamericana.

Y ahora, para festejar sus primero 50 años, nos vamos a tomar el atrevimiento de terminar con el certero y atrapante párrafo que abre Cien años de soledad, que muchos recordarán y podrán citar de memoria para siempre: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.” La lectura y el acceso a la magia de Macondo, es toda suya.


[1Se trata de una “técnica” o procedimiento literario donde se intenta mostrar lo irreal, extraño o ilusorio como cotidiano. Se trata de una toma de posición y una forma de lectura respecto de la realidad que generalmente no busca suscitar emociones sino mostrarlas

Lucía Battista Lo Bianco

Es Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires y actualmente investiga sobre temas de literatura Latinoamericana. Es militante del PTS.