Compartimos el testimonio que nos envió María José Comezaña, trabajadora de la educación de Viedma. Seguimos invitando a docentes a que nos escriban sobre sus experiencias a laizquierdadiario.santafe@gmail.com
Lunes 25 de julio de 2016 11:56
Soy laburante y docente. Empecé en 1989 aún sin recibirme, a los 19 años. El título dice “profesora de enseñanza primaria” pero la profesión, las inquietudes y la necesidad me llevaron a recorrer todo el espectro del sistema educativo formal. Desde maternal hasta secundario para personas privadas de su libertad, pasando brevemente por el terciario como ayudante de trabajos prácticos.
Tengo 47 años y aún disfruto plenamente del contacto diario con las y los estudiantes.
Pero lo cortés no quita lo valiente. Todo mi ser acusa recibo de 23 largos años de trabajo, de luchas sindicales, de modificaciones permanentes y periódicas de nuestras condiciones laborales a manos de los diferentes cambios de (des) gobierno.
Digo, sin ponerme colorada, que saber que aún me faltan diez años no es lo que me hace madrugar a diario con una sonrisa y sospechar que pretenden que continúe ocho más hace que mis rodillas tiemblen.
Estoy cansada. Estamos cansadas. Las charlas con compañeras y compañeros a punto de jubilarse (la mayoría con tareas pasivas, gastadas) me demuestra todo lo contrario a lo que estos cráneos ultraconservadores y neoliberales (así fusionados) pretenden hacernos creer.
No quiero aburrir a nadie. Sé que no cuento nada nuevo para quienes como yo, pateamos las aulas hace más de 20 años. Sólo acepté el convite a compartir las experiencias. Esta no es ni lejos la peor. Hay muchas otras compañeras y compañeros en condiciones más duras. Aunemos fuerzas. No es hora de bajar los brazos frente a este nuevo-viejo atropello. Hasta la victoria siempre.