Es imposible conseguir resultados distintos cuando una y otra vez se aplican exactamente los mismos métodos.
Jueves 8 de enero de 2015
La famosa frase de Albert Einstein trae a colación la política de la Autoridad Palestina (AP) y el Fatah, quienes se proponen presentar ante el Consejo de Seguridad de la ONU una petición que exige al Estado de Israel retirarse de Jerusalén oriental, Cisjordania y los lindes de la franja de Gaza, poner fin a la colonización y constituir un Estado palestino en 2017. La propuesta ya fue rechazada hace pocos días, el 30 de diciembre, a pesar de lo cual el presidente de la AP Mahmoud Abbas insiste nuevamente. Cabe recordar que durante los últimos 40 años, el Consejo de Seguridad de la ONU, apoyado sobre el poder de veto de EE.UU., ignoró este tipo de propuestas nada menos que en 41 oportunidades. ¿Por qué motivo entonces habría que esperar un resultado distinto? Lejos de la esquizofrenia, el colaboracionismo cínico de la AP y el Fatah no se inmuta siquiera con la muerte de uno de sus ministros, Ziad Abu Ayn, quien perdió la vida producto de la represión israelí el 10 de diciembre, significativamente el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Detrás de esta orientación, sostenida sobre el llamado al “derecho internacional”, la AP y el Fatah siembran ilusiones en las masas detrás de esa institución imperialista, hija de la post guerra, la que a instancias de EE.UU. y la burocracia stalinista votó arbitrariamente el Plan de Particion de Palestina en noviembre de 1947 contra la voluntad soberana y mayoritaria de las grandes masas palestinas, desencadenando la Nakba en mayo de 1948, la base de todas las penurias que alcanzan hasta la actualidad. Las políticas de limpieza étnica que padece el pueblo palestino serían inconcebibles sin el aval y la “critica” de la ONU y su Consejo de Seguridad, bajo la egida de EE.UU., aliado incondicional del Estado sionista.
La ONU permanece sorda, ciega y muda mientras la AP formaliza su adhesión a la Corte Penal Internacional de La Haya, así como a otras veinte convenciones internacionales, mientras los sionistas y EE.UU. responden con medidas de castigo, atizando las penurias del pueblo palestino. Para doblegar el inicio de acciones penales por su curso terrorista y criminal, el Estado de Israel acaba de congelar la transferencia de impuestos que le corresponde a la AP por 100 millones de dólares. Asimismo, mediante AIPAC (el poderoso lobby sionista de negocios) y numerosos legisladores republicanos y demócratas impulsa en el Congreso norteamericano la puesta en marcha de la legislación que suspende la ayuda financiera anual por 400 millones de dólares, la que se activa de forma automática cuando los palestinos emprenden cualquier tipo de acción contra el Estado hebreo, como la que actualmente proyectan promover desde los tribunales de La Haya.
Si bien integra junto a Fatah el gobierno de unidad nacional formado en abril del año pasado, Hamas objetó la vuelta al ruedo del Consejo de Seguridad y acusó a los funcionarios de la AP de corruptos por haberse apropiado de gran parte del presupuesto asignado a la reconstrucción de Gaza, tras la masacre provocada por el ejército israelí en la operación Margen Protector, que arrojo casi 2200 palestinos asesinados y la destrucción plena de la infraestructura en un amasijo de hierro y cemento.
Sin embargo, Hamas hizo silencio que la propuesta presentada burla las demandas democráticas más sentidas del pueblo palestino (derecho de retorno de 7,5 millones de personas, desmantelamiento de las colonias, etc.) y apunta a rescatar el cadáver de la solución de dos Estados, que después de 21 años de “proceso de paz” (Acuerdos de Oslo de 1993) solo sirvió para incrementar cualitativamente la colonización judía de Jerusalén oriental y Cisjordania con mas de 500 mil colonos armados, secundados de torretas y checkpoints controlados por soldados israelíes, y el trazado del Muro del Apartheid de 770 kilómetros que fragmenta la unidad territorial en un archipiélago de bantustanes inconexos.
Para alcanzar otros resultados es necesario recurrir a otros métodos, anclados en la movilización de los trabajadores y los campesinos de Medio Oriente, cuyos intereses son antagónicos al imperialismo, el Estado de Israel y las burguesías árabes reaccionarias.