Esta semana, la selección chilena fue sancionada nuevamente por cantos homofóbicos y discriminatorios por parte de la hinchada. Un episodio más que mancha la pelota.
Louis Álamos Columnista de deportes
Miércoles 21 de diciembre de 2016
Esta sería la octava vez que la FIFA sanciona al combinado nacional, anteriormente también por los mismos motivos, de gritos y cantos homofóbicos por parte de la hinchada. La sanción esta vez sería de 30 mil francos suizos, lo que sería igual a 20 millones de pesos aproximadamente. Además de la sanción monetaria, el seleccionado pierde nuevamente la posibilidad de disputar partidos de local en el Estadio Nacional, esta vez serían dos los encuentros que no se podrán efectuar en el recinto.
Pero, más allá de las sanciones que plantea la FIFA queriendo posar como un organismo "progre", lo lamentable es que las hinchadas sigan tomando como un recurso de denostación contra otras hinchadas, la decisión de vida y orientación sexual de las personas dentro de la sociedad. Seguidamente en el estadio escuchamos este tipo de gritos, como el conocido "el que no salta es boliviano maricón", y así contra los seguidores de las selecciones de diferentes países.
Es lamentable, que este sea un recurso para ofender a las personas, como si formar parte de la diversidad sexual fuera algo malo, algo que debería incomodar al mundo, fuera de lo común y de lo "normal", al nivel de que sea utilizado como un insulto, y además que otros-quienes reciben esta supuesta ofensa-se sientan atacados.
Lo anterior, no hace más que a través del lenguaje y la práctica se fortalezcan elementos de opresión contra uno de los sectores más oprimidos dentro de la sociedad capitalista, al punto de normalizar que ser diversidad sexual es una aberración que puede ser utilizada como un ataque contra otras personas.
Y sí, esto se da en una sociedad contaminada de capitalismo, este último como un sistema que no sólo explota, sino que oprime a su favor. A los empresarios-capitalistas- aliados al patriarcado, no les favorece para la continuidad de su sistema económico de explotación, que dentro de la sociedad existan personas que se enamoren, tengan relaciones sentimentales y de vida con otras personas de su mismo sexo. Esto va en contra, de la política histórica del capitalismo, como lo es reducir el gasto y los costos económicos, en relación a la mantención y reproducción de la mano de obra, es decir asegurar el ejército de trabajadores que puedan seguir siendo explotados bajo las cadenas de la producción capitalista. A los empresarios les enferma que en una relación sentimental, emocional y sexual entre mujeres con mujeres u hombres con hombres, no exista la posibilidad de reproducir biológicamente la continuidad de esa mano trabajadora a la que explotar.
Por eso es aún más contradictorio, que los hinchas que se dicen amantes del fútbol reproduzcan a través de los gritos y cánticos estas miserias. Miserias que no son más que la expresión de lo que los empresarios quieren contra gran parte de la humanidad, contradictorio porque son los mismos empresarios también los que sostienen y ensucian el deporte haciendo de este un gran negocio. Por esto último, tampoco es creíble la posición de la FIFA, la cual es un organismo lleno de empresarios del fútbol y de los grandes inversionistas que en el mundo explotan y oprimen a millones.
Si bien, no es responsabilidad hasta el final de los hinchas-entre los cuales se encuentran muchos trabajadores y trabajadoras-por lo escrito anteriormente toda opresión contra la diversidad sexual así como de las mujeres, si es responsabilidad de los seguidores del fútbol y cualquier deporte. Hacer consciente estos elementos, no sólo con el fin de dar cuenta de esta realidad, también con el fin de combatir a un sistema que se mete invasivamente no sólo en el fútbol, en nuestras vidas, sino que también en nuestras camas. Porque son ellos, los empresarios quienes quieren imponer como se deben desarrollar nuestras vidas a favor de sus ganancias.