El Ché ha generado las mayores inspiraciones revolucionarias de toda juventud que despierta a las ideas del socialismo... Por esa razón, me propongo hacerle un homenaje, y a su vez plantear los límites de su pensamiento estratégico.
Miércoles 15 de junio de 2016
El Ché ha sido una chispa de admiración que ha generado las mayores inspiraciones revolucionarias de toda juventud que despierta a las ideas del socialismo y los ideales de la transformación revolucionaria de la sociedad, contra la opresión y en defensa de los pueblos oprimidos del mundo. Su arrojo y entrega marcó el espíritu de una época. Por esa razón, por primera vez, me propongo hacerle un homenaje, y a su vez, desde un debate fraternal, plantear los límites de su pensamiento estratégico.
Como siempre está el intento desde la clase dominante para reducir al silencio y deshonrar a aquel personaje emblemático que los trabajadores y la juventud no sólo de nuestro país, sino de todo el mundo, tenemos que recordar y homenajear en su lucha inclaudicable por la revolución socialista, por terminar con la opresión del imperialismo a nivel mundial y abrir el camino a una sociedad sin explotación. Hay que decir, en honor al socialismo, que el contenido revolucionario del pensamiento político del Ché es opuesto y nada tiene que ver con la reivindicación que hacen los gobiernos populistas y reformistas de sus ideas, que sin tomar las lecciones que deja la historia del siglo XX latinoamericano, apuestan a la ilusión, tantas veces frustrada, de fortalecer al Estado burgués (como órgano regulador y de coacción) presentándolo como “lo único posible” a lo que pueden aspirar los explotados y oprimidos. Viene siendo hora de desechar esa utopía reaccionaria de coexistencia entre explotadores y explotados con “dosis de justicia social” mediatizada por el Estado. Cuando para el Che en la lucha antiimperialista no cabía la colaboración con las burguesías nacionales, ni con empresarios, ni banqueros. Guevara sostenía que: “Como marxistas, hemos mantenido que la coexistencia pacífica entre naciones no engloba la coexistencia entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos” (Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas. 11 de diciembre de 1964) y también plantea para dejar negro sobre blanco de la impotencia de la burguesía nativa de enfrentarse al imperialismo: “La experiencia demuestra que en nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses son contradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz de enfrentarse a éste, paralizada por el miedo a la revolución social y asustada por el clamor de las masas explotadas” (Guerra de guerrillas: un método).
En otro ajuste de cuentas, buena parte de la izquierda nacionalista y popular ha transformado al Ché en una figura meramente romántica, en un icono inofensivo, en citas o frases huecas, separándolo de una experiencia de lucha, de carne y hueso, en la cual dio su vida por terminar con este sistema. El Ché fue un personaje que rompía y se desprendía del canon del consumidor típico de sociedad capitalista de la época, del escepticismo y la indiferencia, que a cambio decide ofrendar su vida por una causa superior y que además lo hacía desde un elemento muy importante como lo es el internacionalismo. Tras la Conferencia Afroasiática de Argelia 1965 donde pronuncia un encendido discurso contra el imperialismo norteamericano y contra la URSS por su “complicidad con los países explotadoras de Occidente”, surgen importantes diferencias con Fidel –que se irán acentuando- por su alineamiento (y adaptación) a los intereses de la burocracia stalinista, e intenta extender la revolución por América Latina. Es dejado a su suerte por el PC boliviano. Inti Peredo, uno de los sobrevivientes de la columna del Che, señala que el Secretario General del Partido Comunista Boliviano, Mario Monje, se negó a prestar el apoyo logístico que se habían comprometido a brindar dejando a la deriva al grupo guevarista. Es asesinado por el ejército boliviano con apoyo de la CIA, en un momento en el cual enfrenta el dictamen oficial de los PCs latinoamericanos y mundiales y su dogma de la “revolución por etapas”, según el cual la izquierda tenía para tal fin aliarse políticamente a partidos democráticos y apoyarse en sectores del capital nacional con lo cual la clase obrera y los campesinos tenían que subordinar sus intereses al de la causa común con la burguesía y debían reducir sus objetivos al de conquistar cierta democracia formal y alguna reforma social. Mientras que la revolución cubana había desmentido ese dogma, había planteado que el salto en las condiciones de existencia de las masas explotadas y la ruptura con la dependencia con el imperialismo sólo se iba a lograr expropiando a los grandes latifundios, expropiando las empresas multinacionales y esa fue la conquista duradera del Ché y la revolución cubana que paradójicamente algunos entre quienes la encabezaron, hoy la están llevando hacia atrás restaurando elementos de capitalismo y favoreciendo la desigualdad, capa burocrática que el Ché empezó a denunciar como un grave problema que había surgido de la propia revolución.
Ahora bien, no podemos ocultar nuestras diferencias y los límites del pensamiento estratégico del Ché con la guerrilla, en principio en identificar al campesinado como el sujeto que iba a llevar adelante la revolución en América Latina y subestimar el papel revolucionario de la clase obrera, en parte dirigido por los PCs y movimientos nacionalistas burgueses la clase obrera era contenida, y poco después de la muerte del Ché en 1967, vamos a ver un gran ascenso revolucionario en América Latina con la Asamblea Popular boliviana, el Cordobazo, los Cordones Industriales chilenos donde parte de sus tesis van a ser desmentidas y planteada la posibilidad de que un cambio de sistema se dé a partir de la acción insurreccional del movimiento obrero y el movimiento estudiantil con centro urbano. En segundo lugar, el método y la organización; para Guevara la iniciativa revolucionaria se reduce a la creación de un foco guerrillero que impulsa la lucha armada, de arriba hacia abajo, desligado completamente de la vida, la lucha y las necesidades políticas de la lucha de clases de las grandes masas, dándole un valor nulo a la democracia política de los trabajadores y un gobierno de masas autoorganizadas.
La gran tragedia de las guerrillas en los ’60 fue que minusvaloraron la lucha de masas, oponiendo a la estrategia de impulsar la huelga general y la insurrección urbana, la acción heroica de un puñado de sujetos armados, que sin crisis o guerra, ellos mismos creaban las condiciones revolucionarias, la concepción subjetivista que asume un partido de jefes militares que sustituían la acción consciente de los explotados, de la toma de decisiones por la base, y esto se tradujo en la ausencia de auténticos organismos de autodeterminación de masas, de autogobierno y de democracia directa en Cuba, que construyó desde sus orígenes un Estado obrero burocratizado. Por supuesto, estas divergencias no invalidan el homenaje que hacemos los revolucionarios a Guevara, donde rescatamos: el espíritu antiimperialista e internacionalista consecuente, su anticapitalismo, y su clara delimitación de cualquier colaboración con las burguesías nacionales y su crítica a los aspectos más groseros del stalinismo. Por otra parte, disentimos en el campesinado como sujeto social y la táctica-estrategia del foco guerrillero, que, como ya decía, sustituye la acción y la organización revolucionaria de las clases trabajadoras, organización verticalista que no se sometía a la consulta y a la democracia de organismos de base, experiencia que condenó a toda una generación de combatientes a derrotas de magnitud histórica, pese a esta concepción equivocada, lo consideramos un revolucionario honesto, que va más allá del recuerdo de un día sino en continuar la lucha por la revolución socialista y en mantener en alto su grito: “revolución socialista o caricatura de revolución”.
Hoy es necesario levantar una juventud a la altura de los tiempos difíciles que vivimos, de hacer valer la voluntad y los intereses de los de abajo contra el orden capitalista, contra el Estado burgués y sus empresarios, una juventud que se hace llamar rebelde y antisistema no puede estar en defensa de un gobierno anti-obrero y anti-popular, de un gobierno que luego de prometer “socialismo” hoy pacta abiertamente con los empresarios y militariza las Av. de las principales ciudades a medida que se cae a pedazos, descargando la crisis sobre los trabajadores y los jóvenes, se requiere de una juventud realmente de combate, que pueda expresar libremente sus ideas y ligarse a la lucha de los trabajadores y demás sectores oprimidos. Es hora de superar la lógica del “mal menor”, de que lo “único posible” que queda es abrazarse al gobierno-Estado para supuestamente “enfrentar a la derecha” cuando el mismo gobierno ya aplica parte del programa de la derecha, es hora de empezar a andar con pies propios, con libertad de acción y pensamiento, sin ataduras de ningún tipo con el gobierno, ni con los partidos de la derecha pro-imperialista, y hacer un balance de toda la experiencia con el chavismo. Hoy se reafirma más que nunca la idea de que los jóvenes necesitamos forjar una vida llena de convicciones, en una época donde el sistema sigue siendo igual de expoliador, de explotador, de opresor, que conduce a la humanidad a la barbarie, al hambre y la devastación planetaria, y que a cada instante busca la manera de aniquilar no sólo las potencialidades de aspirar a una nueva sociedad más justa y democrática, sino que cotidianamente nos impone una aborrecible homogeneidad en gustos y placeres, un modo de vida uniforme y ruinoso, de proclamarse invencible y dejarnos sin alternativas, por suerte también hay perspectivas alentadoras: vivimos una época en que la juventud y los estudiantes en distintas partes del mundo lo cuestionan y desafían en las calles.