Según la Organización Internacional del Trabajo, más de la mitad de la población mundial vive en la informalidad. De 3 mil 300 millones de trabajadores, 2 mil millones son informales, el 61 %. Pero ¿por qué se ha deteriorado tanto el empleo? Esbocemos, a continuación, una explicación.
Jueves 20 de julio de 2023
Con la reciente revolución industrial, en la tecnología, la automatización, la robótica, las telecomunicaciones, han aumentado -aún más- las fuerzas productivas. La superabundancia es tal, que existen más teléfonos celulares que personas en el planeta; por cada 5 individuos hay un automóvil, dada la magnitud de la producción automotriz. Con las actuales fuerzas productivas toda la población mundial podría tener acceso a Internet, además de poder tener acceso a la alimentación sin que a nadie le faltase comida en la mesa. Sin embargo, en el capitalismo no hay solución para esos problemas, según la UNICEF, hay 828 millones de personas en el mundo que padecen hambre, mientras que, por otro lado, la FAO calcula que al año se pierden o desperdician 1, 300 millones de toneladas de alimento, una tercera parte de lo producido. En cuanto a las condiciones laborales, ¿qué ha hecho el gran capital en este entorno de avances tecnológicos en la producción de la abundancia? Veamos.
Paradójicamente, debido a crisis propias de la acumulación capitalista (la tendencia decreciente de la tasa de ganancia), en vez de reducir las jornadas de trabajo, manteniendo los salarios, o incluso aumentándolos, e incorporando a más personas al sector productivo, realizaron despidos masivos, una colosal expulsión de fuerza de trabajo impuesta por las nuevas coordenadas de la competencia intercapitalista, coordenadas creadas por las vertiginosas mutaciones en la producción. La tendencia de expulsar más fuerza de trabajo de la que absorbe la industria, tendencia trabajada por Marx en El Capital, sigue plenamente vigente. Apenas hace un par de años, el Foro Económico Mundial anunciaba que la llamada "cuarta revolución industrial" eliminaría 7 millones de empleos, "creando" sólo 2 millones. A los monumentales despidos se sumó la modificación de los ritmos, la intensidad y las jornadas de trabajo. Con ello, se cargó la crisis de los capitalistas en la clase trabajadora.
La restructuración del trabajo fue acompañada por la expansión irracional de sectores improductivos, la especulación financiera se disparó, por esa vía se dio salida a enormes sumas de capital acumulado que no pudieron ser absorbidos por el sector industrial. Se ha dicho que los derivados financieros han llegado a rebasar hasta en nueve veces la economía real; asimismo creció el sector servicios, dando paso a la creación desmedida de los Call Centers, las empresas de reparto, el comercio formal y sobre todo informal, etc.
A raíz de la crisis económica internacional de los años setenta del siglo pasado, para administrar el enorme potencial de los aparatos productivos, con el objetivo de evitar la parálisis económica que ocasionaría no vender tanta mercancía producida, los capitanes de la gran industria inventaron el llamado Just in Time, que intenta ajustar la producción a la demanda, eso les permitió bajar sus stocks, pues el almacenaje, además, les genera grandes costos. Pero con un mercado capitalista completamente caótico, no a menudo logran equilibrar la oferta y la demanda. Ese just in time mostró sus debilidades durante la pandemia y al comienzo de la guerra en Ucrania, cuando las cadenas suministro prácticamente se paralizaron e impactaron en el estancamiento de la producción en los grandes centros imperialistas. Un caso notable fue la sobre acumulación de crudo petrolero en 2020, otro fue la crisis de microchips y semiconductores en 2022.
En esta nueva era, la producción se ha trasnacionalizado, la gran empresa puede mudar gran parte de sus cadenas productivas a otros países donde paga bajos salarios y con ello abarata sus productos. Es así que, por ejemplo, EEUU ha podido enfrentarse a su competencia con China; mediante el TLCAN (ahora TMEC) prácticamente se ha anexionado el aparato productivo mexicano a su industria automotriz y electrónica, apuntando a los próximos procesos de descarbonización norteamericana. Es en este contexto mudable (de deslocalización industrial), animado por la competencia mundial, que emergen figuras que han empeorado las condiciones laborales, como la subcontratación (el outsourcing), el trabajo a destajo, la uberización, la eventualidad, el pago por hora, etc.
El gran problema es que para hacer todos los ajustes que exigen las nuevas condiciones económicas, al capital le estorban los derechos laborales conquistados en el siglo pasado. Para modificar las jornadas laborales tienen que violentar la normatividad establecida, eso lo consiguen modificado la ley, haciendo informal el trabajo o desconociendo la relación laboral. Los conductores de Uber, por ejemplo, al no ser reconocidos formalmente como trabajadores, la empresa puede evadir sus derechos constitucionales, expropiándoles prestaciones y seguridad social. En cuanto a las modificaciones en la ley, se notan en las diversas formas contractuales que legalizan la precarización laboral: contratos por honorarios, subcontratados, eventuales, a destajo y decenas de figuras que impiden derechos plenos, aunque en los hechos las personas desempeñen actividades de subordinación con la empresa.
Estas condiciones se han profundizado incluso con los llamados gobiernos progresistas en Latinoamérica. Ante la disminución o pérdida absoluta de los derechos laborales, estos gobiernos han estado administrando la catástrofe neoliberal. En vez de restablecer el derecho a una pensión digna, implementan ayudas con programas sociales; en vez de contrataciones estables, simulaciones contractuales (becarios) sin ningún derecho. Ante la pérdida del poder adquisitivo del salario, aumentos mínimos que no lo reponen, apenas alcanzan para mantener el endeble mercado interno, cuyos favorecidos son los grandes consorcios de abarrotes. Así, sus grandes promesas de mejorar nuestras condiciones bajo el discurso de “primero los pobres” han resultado, quiéranlo o no, en maquillar nuestra miseria.
Mientras los enormes contingentes de la clase trabajadora no logremos reorganizarnos con independencia de clase (sin ninguna confianza en gobiernos y agentes políticos patronales), estaremos derrotados por el gran capital o nuestras pésimas condiciones seguirán siendo administradas por burocracias y personajes "progresistas" que sólo nos arrojarán migajas.
La consigna de nuestro tiempo es aumento salarial sustantivo, trabajar todos, trabajando menos, 5 días por semana, 6 horas por día, y repartir las horas de trabajo entre toda la clase trabajadora.