Se cumple un año desde la huelga general del 12 de noviembre de 2019 que en plena revuelta popular movilizó las fuerzas de la clase trabajadora contra el gobierno de Piñera. Y ante esto sus principales convocantes, el Partido Comunista, extraen conclusiones que llevan a considerar al movimiento de los trabajadores como un actor de presión y confianza en la renovación institucional del régimen permitiendo así una posible restauración de la hegemonía en los partidos tradicionales y en los sectores que representan. Ya que si bien los comunistas no estuvieron presentes en el “acuerdo por la paz y la nueva Constitución” desde afuera y ahora desde dentro buscan que la rabia contra el régimen y el modelo se transforme en una confianza en los causes institucionales entregados por la élite política y en una renuncia a volver a movilizar a los trabajadores durante todo el año 2020.
“Huelga general” del 12N: Un paro histórico
El historiador comunista Iván Ljubetic en su artículo “18 O: un año antes” describe que el punto de mayor concentración de fuerzas fue el paro nacional del 12 de noviembre de 2019. Las calles ya habían sido irrumpidas por la revuelta popular primero en Santiago y luego en regiones, y el bloque sindical de la Mesa de Unidad Social (que agrupaba a más de 150 organizaciones sindicales y sociales) convocó a un paro nacional bajo la consigna de “nueva Constitución”.
El llamado fue respondido con amplia adhesión y tendencias a la libertad de acción de sectores de masas que sobrepasaron el cause ordenado que querían darle sus convocantes [1]. Ljubetic reconoce además que la fuerza de este paro fue el golpe más duro que recibió Piñera y lo que forzó a una salida institucional, que en su forma fue “a espaldas del pueblo” y “entre gallos y media noche”. Eso explicaría la no adhesión del PC al acuerdo de partidos la madrugada del 15 de noviembre, que contó con tres partidos del Frente Amplio (RD, Comunes y Liberales) y el diputado Gabriel Boric.
Lo curioso es que el historiador finaliza su artículo llamando a adherir al plebiscito del 25 de octubre del 2020 y a transformarlo en una “victoria popular”. El plebiscito es parte del itinerario de cambio constitucional, y pese a que el pueblo de Chile marcó aplastantemente su convicción por dejar atrás la Constitución de Pinochet, con el triunfo del Apruebo no hay victoria asegurada, más bien es el inicio de un pantano lleno de trampas e impedimentos para que la voluntad popular se exprese libremente y decida soberanamente. Sino todo lo contrario: se trata de un proceso controlado por los partidos tradicionales, con un quorum abusivo de 2/3 que otorga poder de veto a la minoría de la Derecha, con un sistema de elección de convencionales que favorece a los partidos tradicionales, y con una imposibilidad de alterar los tratados internacionales y el carácter de República democrática basada en el resguardo de la propiedad privada.
Si la fuerza de la clase trabajadora, en alianza con la juventud y el pueblo rebelado, fue tan grande el 12 de noviembre, ¿por qué el destino de esta acción resultó en un encause anti-democrático y autoritario?, ¿por qué esta fuerza no se expresó de la misma forma en este año 2020 considerando la agudización de las desigualdades sociales en pandemia?
El gran gestor de los cambios: irrumpir para desviar
El documento que mejor expresa la visión que tiene el PC sobre la huelga del 12 de noviembre y su relación con el proceso constitucional es su documento de “Convocatoria al XXVI Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile”. En treinta y dos páginas este documento preparado por la dirección del partido declara su orientación por “una nueva Constitución” para Chile a partir de un análisis de la revuelta chilena como un momento de inflexión que abre posibles transformaciones políticas y económicas que dejen atrás el modelo autoritario de democracia y el modelo neoliberal capitalista. Su visión es conquistar un nuevo Estado de corte social y garante de derechos que permita una redistribución de la riqueza y que vuelva a reponer el valor central del trabajo. [2]
Según el documento, esta transformación sería posible, gracias al movimiento social, sindical y territorial. Y dice: “Las organizaciones de trabajadores agrupados en la CUT, y la coordinación que se ha dado como Bloque Sindical, ha contribuido a establecer convergencias político-sociales y a orientar la dirección principal de la lucha en momentos claves, que sin duda obligaron a una concesión del gobierno, la derecha y los poderes fácticos, en la apertura a un proceso constituyente, que de ninguna manera se trata de una acción de generosidad gubernamental. La convergencia que se ha producido, representada por la Mesa Social”.
Para el PC el paro nacional del 12 de noviembre contribuyó a establecer “convergencias político-sociales” y obligó a una “concesión del gobierno, la derecha y los poderes fácticos”. ¿Es correcto darle un carácter de “concesión” al proceso constitucional diseñado por el pacto del 15 de noviembre? Cuesta afirmar aquello si no se consideran las trampas y vetos institucionalizados ya para la futura Convención. En realidad el pacto fue un desvío del proceso y que de conjunto buscaba mantener la hegemonía de la política en los partidos tradicionales de los 30 años. Prueba de ello es la mantención del presidente Piñera en el poder, la impunidad en todos los casos de violaciones a derechos humanos, la prisión política para luchadores sociales de la revuelta, y la confianza del empresariado en el camino constitucional. Pablo Longueira, político derechista y acusado de corrupción por su rol en la Ley capitalista de pesca, buscando calmar a las bases de su partido la UDI, expresó en el último Comité Político de ese partido que el quórum de 2/3 asegura que no se geste una Constitución que sobrepase la voluntad de los partidos tradicionales. Las reglas favorecen a la derecha. Entonces ¿Cómo podría considerarse una concesión? Por el contrario, se trata de una trampa para impedir la convocatoria de una Asamblea Constituyente libre y soberana.
Incidir en la convención y el predominio de lo electoral
Lo llamativo del PC es que si bien el 15 de noviembre no firmó el pacto, posteriormente terminó adhiriendo al itinerario constitucional de Piñera. Teillier, principal dirigente del PC, en noviembre de 2019 denunció el quorum de 2/3 por darle poder de veto a la derecha y en conferencia de prensa declaró que su partido lucharía por asegurar la participación de independientes, la paridad de género de los convencionales y modificar el quorum de 2/3 [3].
Sin embargo, y a 1 año de la revuelta popular, el mismo Teillier pareciera haber olvidado esta traba y se puso la camiseta de la Convención. No por nada en agosto del 2020 en su Congreso un punto central de sus resoluciones era pensar los candidatos para “incidir” en la Convención [4]
. Y esto incluye disputar la mayoría de convencionales para sobrepasar el veto. En sus palabras:
Es necesario que la victoria expresada en el plebiscito “también se exprese en la composición de la futura convención constitucional, también escogida por el pueblo por amplia mayoría, con miras a superar el quórum de los dos tercios en cada artículo de la nueva Constitución”. Es decir, la forma de superar las trabas sería llamando a participar y cumplir las normas de la Convención [5].
Sin ninguna denuncia concreta y sembrando la idea de que esas normas procedimentales podrían gestar una Constitución al servicio del pueblo. Daniel Jadue en una entrevista expresa mejor esta ilusión, pues dijo ante El Mercurio en una entrevista lo siguiente: “Vamos a tratar de jugarnos para tener más de dos tercios y acercarnos a que la Constitución se parezca a la que quiere la ciudadanía, que produjo este proceso”. Una actitud de resignación y aceptación de realidades impuestas, pero también de ilusión de conseguir la mayoría en un mar de partidos neoliberales o neoliberales sociales, como lo es la Derecha y la ex Concertación. [6]
¿El 12 de noviembre podía continuar y sobrepasar a Piñera evitando el desvío?
La pregunta central entonces es ¿qué destino debe tener la fuerza de los trabajadores y los movimientos sociales? ¿Un fin de restaurar la hegemonía de los partidos tradicionales o un fin de sobrepasarlas y abrir un nuevo orden, como una Asamblea Constituyente sin Piñera y los poderes actuales del Estado? Para el PC los fines del paro nacional y del movimiento social era exigir al gobierno una concesión e iniciar un proceso, manteniéndolo en el poder y suspendiendo el paro en favor del pacto.
El 18 y 19 de octubre fue una “jornada revolucionaria” casi completamente espontánea, salvo en el caso del 19 donde organismos sindicales de masas como la CUT y el CdP llamaron a salir a las calles. El gobierno se hizo completamente intolerable para las masas y tras el uso de los militares el movimiento adquirió la consigna de “fuera Piñera”. Es decir, la caída del presidente de derecha bajo métodos revolucionarios. En donde las masas irrumpen.
Estas jornadas abrieron un proceso largo de rebelión popular que perduró por varios meses. Y en medio de esto hubo un punto de mayor concentración de fuerzas de la clase trabajadora: el paro nacional del 12 de noviembre que tuvo rasgos de huelga general política de masas. Es decir que de continuar podía perfectamente cuestionar el poder político vigente en el país. Ese mismo día se intensificaron los ataques a comisarías de Carabineros y edificios de poder. Una vanguardia se quedó disputando las calles hasta entrada la tarde. Para esa fecha las “primeras líneas” en múltiples plazas del país ya estaban constituidas. Continuó durante la noche cortes y barricadas en poblaciones populares. Es decir, fue un paro de trabajadores, deliberado, en casi todas las ramas productivas del país, convocado por los sindicatos más grandes, que interpelaba a la figura presidencial a conceder un pliego de demandas. Esta convocatoria permitió el mayor despliegue de fuerzas durante la rebelión, igualando a las jornadas revolucionarias del 18 y 19 de octubre en tanto actividad en las calles.
Si bien la rebelión fue más bien “popular” que estrictamente “obrera”, es decir, que la clase trabajadora aparece como movimiento hasta varias semanas después del estallido de la rebelión, si jugó un papel importante en concentrar las fuerzas en un único punto bajo la exigencia de presionar al presidente por reformas, mientras en las calles se populariza el lema “fuera Piñera” y “Asamblea Constituyente”. Tanto es así que durante la noche del 12 de noviembre el gobierno se encontraba viviendo su peor momento y los otros poderes del Estado comenzaron a mover sus piezas para salvarlo y dar una fórmula de proceso constitucional. Es de conocimiento público que ese día se pensó que podía caer el presidente. Sin embargo, los dirigentes de la Mesa de Unidad Social, principalmente Barbara Figueroa del PC reprochaban la “violencia” durante la jornada y suspendieron el paro a la espera de ser citados por el propio presidente. Esta cita nunca llegó. Hasta el día de hoy Bárbara Figueroa reclama al gobierno que nunca se han querido reunir con ellos, salvo ciertos ministros. A su vez fue el paro del 12 lo que llevó a los partidos tradicionales y al FA a firmar el “pacto por la paz y una nueva Constitución”. Para salvar la figura del presidente y desviar el proceso hacia un organismo constitucional controlado por los partidos del mismo régimen. Como el 12 de noviembre se había instalado derrotando el intento de militarización de Piñera había una fuerza que podía continuar siendo aplicada contra el gobierno para incluso derribar al impopular presidente. [7]
Rosa Luxemburgo y el rol de la huelga general de trabajadores
Es interesante volver a los teóricos marxistas que trataron el problema de la huelga general, Rosa Luxemburgo describía que las huelgas generales o paros nacionales cumplían el rol de concentrar en un solo punto toda la fuerza de la clase trabajadora, de la que está en los sindicatos y la que no está organizada. Que en momentos convulsivos sociales y de crisis de los regímenes capitalistas podían confluir con la espontaneidad de masas, abrir camino a la libertad de acción sobre la calle y el espacio público, pero que no podía limitarse solamente en una exigencia al actual poder sino que podía plantearse sobrepasarlo. Es decir, abrir camino hacia un nuevo orden social a partir de la disputa del poder. Chile vive un proceso pre revolucionario de tiempos largos, porque el régimen y el modelo económico está profundamente impugnado y la población de forma generalizada pretende dejar atrás la Constitución de Pinochet y la herencia económica de la dictadura, y sus 30 años de desarrollo de desigualdades. Y no está descartado que nuevas irrupciones de masas vuelvan a ocurrir, por ahora el proceso está en una fase parlamentaria, de desvío. Pues bien, el 12 de noviembre si bien no estaba planteada la posibilidad de un nuevo orden, si se podía llegar a una superación. Es decir, la salida del gobierno y la entrada de un escenario más democrático que la actual Convención, es decir, una Asamblea Constituyente.
La estrategia del Partido Comunista entonces se basa en el movimiento de los trabajadores y movimientos sociales como presión al poder constituido para que éste consolide las transformaciones, es decir, las institucionalice. Ven favorable a los intereses del pueblo la Convención de partidos tradicionales. Esto no solo representa una ilusión sino un engaño. Participar o no de las elecciones puede ser algo táctico, pero lo realmente de fondo es si hay confianza o no en el proceso constitucional controlado por los partidos tradicionales, y qué concepción de movimiento de trabajadores se tiene. La lógica del PC es una visión opuesta en 180° al pensamiento revolucionario de Luxemburgo y otros marxistas. [8]
Bajo este análisis, la huelga general del 12 de noviembre tuvo tendencias al fenómeno avanzando que describe Rosa Luxemburgo. Es decir no maduró su factor organizador, los organismos democráticos de trabajadores (como consejos), ni tampoco avanzó su carácter insurreccional. En Chile esto se debe principalmente al rol de la burocracia sindical que dirige la Mesa de Unidad Social quienes decidieron levantar la medida de paro y suspender convocatorias. Estrategia que se mantiene hasta hoy.
Lo interesante y útil del análisis de Luxemburgo sobre es que, a pesar de que las huelgas generales tienden a ser fruto de una lucha donde juego un papel muy importante la espontaneidad, consideró que los partidos y organizaciones de la clase trabajadora podían ponerse a la cabeza de su extensión y organización, para que maduren sus tendencias y así ocupar toda la fuerza física hacia un fin estratégico. En Rusia ella destacó el rol de los soviets y sus dirigentes como una forma de marcar una hegemonía del movimiento obrero hacia otras clases sociales u otros sectores no organizados de la clase trabajadora: “no se puede esperar con fatalismo, de brazos cruzados, que se produzca una “situación revolucionaria”, ni que el movimiento popular caiga espontáneo desde el cielo. Por el contrario, tenemos el deber como siempre de adelantarnos al curso de los acontecimientos, de buscar precipitarlos".
Hay todavía en curso un proceso de tiempos largos, convulsivos, marcado por un desvío constitucional lleno de trampas y con la crisis económica más grande de los ‘80 acelerada por la pandemia mundial. Y si bien no se desarrollará a imagen y semejanza de las huelgas generales o luchas de clases del siglo XIX o XX, las señales que dejan estos hechos en el 2019 son auspiciadores en el sentido de que se está gestando un nuevo movimiento de trabajadores.
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