Andrés Carrasco fue el primer científico argentino en poner a prueba de laboratorio lo que las comunidades afectadas por las fumigaciones con Glifosato venían denunciando por años, y a partir de la praxis científica develo la verdad detrás de las malformaciones, abortos espontáneos y una serie de efectos sanitarios atroces del famoso herbicida.
Sergio Rojas @sergiorojas63
Viernes 15 de mayo de 2015
Siendo profesor de embriología, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y director del Laboratorio de Embriología Molecular. Con treinta años de trabajo científico y académico, Andrés Carrasco tras conocer las incontables luchas sociales en las zonas donde se instalo el modelo de agronegocio basado en semillas transgénicas y el uso de agroquímicos y ver sus efectos en las poblaciones cercanas, decidió denunciarla desidia por parte del estado y los organismos como el SENASA que no investigaban para el resguardo de la salud pública ni prohíben todas las sustancias que se utilizan en los procesos de producción a nivel nacional.
Basándose en su conocimiento realizo pruebas en embriones anfibios y de aves demostró científicamente que aun con concentraciones ínfimas menores a las utilizadas en los campos sojeros, la aplicación de Glifosato producía efectos negativos en estos animales.
Tras publicar sus estudios, una catarata de denuncias y descalificaciones llegaron de la mano de periodistas y defensores de las multinacionales productores de semillas y agrotóxicos,y los abogados de la cámara de fertilizantes (CASAFE) visitaron su laboratorio e intimidaron a sus colaboradores.
En 2011 se conoció, a través de un cable diplomático publicado por wikileaks, que la embajada de estados unidos en argentina lo había investigado por sus publicaciones. En los medios se intento descalificar su investigación aduciendo que no estaba publicada en una revista científica, lo que luego cayó por tierra cuando Chemical Research in Toxicology de estados unidos lo publicó. Cámaras de empresarios, políticos y periodistas tuvieron que comerse sus descalificaciones.
Andrés dedico desde ese momento su vida a exponer a nivel nacional e internacional la información, combatiendo el modelo del agronegocio en cada lugar a donde se lo invitara, pasando por la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), universidades nacionales e internacionales, foros ambientales, científicos y médicos, provincias sojeras, organismos globales, y conferencias a nivel internacional.
Con su trabajo aportó enormemente a la lucha de los pueblos fumigados donde hay sembradas 28 millones de hectáreas de la soja roundup ready y se utilizan 300 millones de litros de este veneno para tratarlas anualmente. Develando la realidad de este modelo que, a cambio de comodities, está envenenando a la población y en palabras de Andrés, “se hacen experimentos masivos en humanos”.
Sus investigaciones fueron, además, la punta que permitió desandar el ovillo anudado de la ciencia y el sistema científico argentino. Por un lado, hizo público el rol que los científicos y la política científica del Estado ha tenido (y tiene en la actualidad), avalando la instalación y consolidación de este modelo de agronegocios que ha traído penurias a los trabajadores y ganancias a las grandes transnacionales. Por el otro, ha sido el faro para que miles de investigadores con un compromiso crítico, comiencen a disputar al interior de este mismo sistema, creando una ciencia para las clases populares.
Tras un año la muerte del DR Carrasco. La Organización Mundial de la salud (OMS) a través de la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (Iarc), después de un riguroso estudio de un año realizado por un grupo de 17 expertos internacionales de 11 países se concluyó reclasificar al Glifosato como una sustancia tipo 2A, es decir, aquella que puede causar cáncer a los humanos, luego de que se encontrara una relación directa de este herbicida con el Linfoma Non Hodgkin, cáncer del sistema linfático.
Hoy en argentina continua la lucha incansable por la erradicación de este sistema perverso de producción agrícola que lejos de generar alimentos para la población, apuesta al exterminio a cambio de las ganancias millonarias de los empresarios y la miseria y muerte en las zonas de influencia como así también en los consumidores de los productos a base de soja transgénica fumigada con veneno.