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Lucha contra los despidos. AGR-Clarín: tras más de 80 días de ocupación y desalojo, primeros elementos de balance

Para nosotros el objetivo de estas líneas es colaborar en sacar las mejores conclusiones posibles para ayudar a las próximas luchas y al destino de esta misma pelea. También lo hacemos para tratar de aportar al desarrollo de una vanguardia obrera y estudiantil forjada en la lucha de clases y de una militancia que participe y se vaya templando en los combates que la realidad presenta hoy. Las lecciones y la participación directa en los enfrentamientos de clase son tareas de primer orden para los sectores combativos y antiburocráticos y de todos los que luchamos por terminar con la explotación capitalista

Sábado 8 de abril de 2017

La actitud de pelea y resistencia de los obreros de AGR y de su Comisión de Mujeres, que bancaron la toma y las medidas de lucha, merece de nuestra parte todo el respeto. No es sencillo dar una pelea en estas condiciones, y una camada de obreros y sus familias decidió luchar y defender sus puestos de trabajo. Pese a nuestras diferencias con la dirección del conflicto, que estuvo en manos de los compañeros del Partido Obrero, nos dirigimos a todos los que pelearon en esta situación difícil. A ellos, ellas y a todos los militantes que estuvieron estos meses junto a quienes tomaron la decisión de dar pelea, contrastando con la postración que propone la burocracia sindical en todas sus alas.

Desde que se cerró la planta, despidiendo a todos los trabajadores, se presentaba sin dudas un conflicto muy difícil. Cuando se da el cierre total de una planta (o, como sucedió en Lear, cuando despiden a todos los activistas y a la mayoría de la base de la interna provocando el aterrorizamiento del resto), y cuando la patronal preparó con tiempo sus golpes, acumulando stocks o disponiendo de otros lugares para producir o importar sin mayores costos (sin apuro por reabrir), las luchas son dificilísimas. No alcanza con dar algunos golpes y parar la producción unos días (semanas o hasta algunos meses) o incluso ocupar las plantas, porque la empresa no está desesperada por producir. Además, la situación se agravaba porque se había adelantado la impresión de algunos números de su revista Viva y la patronal había retirado varias toneladas de papel por lo que la preparación misma en este sentido tenía debilidades.

Para luchas que se presentan así, es crucial ganar fuerza también fuera de la fábrica, conquistar el apoyo de amplias franjas de la clase trabajadora, del pueblo, de los estudiantes y la juventud para que se convierta en un conflicto popular, golpear la imagen de la empresa que es parte de su capital, lograr que sea una verdadera causa nacional para parte de la población y sobre todo para los trabajadores, para que presione sobre las direcciones de los sindicatos para obligarlos a actuar a favor de la lucha. Para lograr eso, son necesarias las medidas más creativas y audaces, sobre todo en estos momentos donde la izquierda no dirige grandes sindicatos con una base militante y clasista, capaces de organizar medidas de solidaridad contundentes que pudieran de alguna forma complementar la fuerza de los obreros atacados (como cuando el Subte, antes de que su dirección se burocratizara, paralizó todas las líneas contra la represión a los compañeros de Lafsa -luego LAN- por ejemplo).

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Las dificultades de la lucha eran grandes porque además de la falta de apuro en reabrir la planta, Clarín tiene fuerza para pelear, para que la lucha no sea reconocida, para imponer un "cerco mediático". Si la estrategia para la lucha incluye lo que planteamos antes, la pelea por romper realmente ese cerco, era de primer orden.

La borrada kirchnerista

El aislamiento de los trabajadores tiene como grandes responsables, además de todos los dirigentes de la CGT que se mantuvieron en tregua durante estos meses, al kirchnerismo que luego de años de cacareos contra Clarín, se borró de la lucha real contra este monopolio por parte de los trabajadores despedidos. Salvo las declaraciones contra los movimientos represivos al inicio de la lucha por parte de CFK y la presencia de Hebe de Bonafini en aquel momento, los K no hicieron nada. Los sindicatos dirigidos por ellos se limitaron a organizar dos marchas en común con los trabajadores, una de las cuales rompieron de forma premeditada cuando se estaba iniciando. La Federación Gráfica Bonaerense (FGB), dirigida por los K, cumplió un papel de "traidor disimulado", apoyando de palabra pero de hecho apostando al aislamiento y la derrota. Convocaron a un paro de todo el gremio al inicio de la ocupación, paro que ellos mismos no garantizaron y dejaron que se imprimieran los diarios y el propio Clarín. Aportaron al fondo de lucha una suma importante pero insignificante para los ingresos que reciben de los propios obreros, y luego nada más. De sus diputados y agrupaciones juveniles tampoco se puede decir mucho.

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Los medios ligados al kirchnerismo demostraron más solidaridad de clase que enfrentamiento político e ideológico con Clarín, y todos fueron parte del bloqueo mediático que sufrió el conflicto.

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Conflictos duros y medidas de lucha

No se trata por todo esto de debatir si con otra estrategia se hubiera podido garantizar el triunfo porque nadie podría garantizarlo, pero sí está en discusión si con otra política se podría haber golpeado más fuertemente a la empresa y al Gobierno y abrir las puertas a la posibilidad de un resultado mejor.

Además de esto es importante determinar si era posible que los costos que tienen las patronales incluso si ganan conflictos de fábrica podrían ser más altos y, sobre todo, ver si las lecciones y la moral que deja en la vanguardia obrera mejoran. Esto también es parte, de alguna manera, del resultado general del enfrentamiento. Así fue que luego de Kraft en el 2009, las patronales durante un tiempo desecharon la posibilidad de atacar por fábrica viendo la magnitud del enfrentamiento que se generaba y sectores combativos como la 60, Kromberg, Donnelley o Impresores tomaron el ejemplo de los cortes de ruta para evitar que los conflictos fueran desconocidos. La conciencia y la combatividad -que no puede más que surgir como respuesta a las necesidades reales de cada conflicto- con que se templa la vanguardia y también la militancia de los partidos de izquierda, no es un problema menor sino un elemento estratégico para los que luchamos por derrotar a las patronales, sus Gobiernos y su Estado.

En esta lucha, las dificultades eran realmente grandes pero el conflicto tenía un punto a favor: que Clarín es odiado por millones y millones. Al mismo tiempo, si se la compara con la de Lear, aunque aquí había una burocracia traidora, el sindicato formalmente decía apoyar la lucha y no puso patotas para enfrentar a los trabajadores, o amenazó con movilizarse si reincorporaban obreros, como hizo el Smata en el 2014.

En ese marco, la posibilidad de apelar a ese odio para convertir a esta lucha en una causa nacional era mucho más fácil que en otros conflictos. Nadie odiaba a Kraft-Terrabusi ni a Lear, ni a Maffissa, pero millones desprecian a Clarín. La posibilidad de golpear a la empresa mostrándole al pueblo sus ataques antiobreros era más fácil porque no se trata de la posibilidad de dañar la imagen de fábricas como Lear que son proveedores de terminales automotrices que les compran más allá de lo que opina la población, sino de un diario y medios de comunicación que tienen que cuidar su imagen al menos a algún nivel. Creemos que la dirección del conflicto en manos de los compañeros del PO no pudo o no supo utilizar estos puntos a favor para desarrollar una lucha más fuerte.

Inspirados en el erróneo balance que hicieron del conflicto de Lear, donde su conclusión fue por derecha y pacifista, atacando a esta lucha de 9 meses por su supuesto "putchismo" (por la decisión de golpear sistemáticamente con acciones en una lucha totalmente desigual contra la patronal, el Gobierno y el sindicato), los compañeros del PO fueron hacia el otro extremo de considerar que toda medida de lucha que pudiera tener como posible respuesta la represión debería ser descartada.

La idea, decenas de veces repetida por sus dirigentes, de que había que impedir por todos los medios que no sucediera nada que pudiera cambiar el eje de la lucha por los puestos de trabajo y pasar a discutir sobre enfrentamientos y sus posibles resultados (heridos y detenidos), limitó de entrada el repertorio de medidas de lucha a tomar. Nadie en su sano juicio podría buscar la posibilidad de abrir una respuesta represiva del Estado. De lo que se trata es si una lucha está dispuesta a tomar medidas fuertes para hacerse oír y ganar a amplios sectores para su causa, impactar sobre la base de los sindicatos y golpear a las patronales, aunque eso traiga riesgos de sufrir represiones.

Un conflicto con las dificultades como éste tenía que tener respuestas llenas de audacia. La audacia trae respuestas y riesgos, desde ya. Si no, no debería llamarse audacia. Incluso hay casos en los que las represiones generan consecuencia políticas negativas para las patronales y los Gobiernos. Es un hecho -desde ya no generalizable- que el conflicto de Kraft del 2009, luego del desalojo violento de la fábrica, pegó un salto enorme, obligando a la burocracia sindical a apoyar de palabra la lucha (cuando dos días antes se habían tirado contra los obreros hablando de "ultraizquierda" y de "la zurda loca") y al Gobierno a convocar a negociaciones con reincorporaciones luego que ellos mismos habían dado por terminadas las audiencias. Ese conflicto del 2009 y el de Lear del 2014, en base a decenas de cortes de Panamericana, lograron un nivel de reconocimiento y apoyo popular inéditos para luchas de fábrica, levantando banderas populares y enfrentando la represión en ambos casos en la ruta y en la fábrica cuando fue desalojada Terrabusi y, al mismo tiempo, buscando el mayor apoyo posible, no sólo de sindicatos e internas sino también de organismos de derechos humanos y el apoyo de los estudiantes que colaboraron con su militancia para que estas luchas sean realmente conocidas por millones.

De la misma manera podemos decir que la preparación para la resistencia al desalojo de Zanon, del que hoy se cumplen ya 14 años, tuvo un nivel de organización tal y contaba con un apoyo tan fuerte que desalentó al Gobierno y a la Justicia para llevarlo adelante.

El PO optó por otro camino, limitó la audacia para no sufrir respuestas. Para ello desoyó las propuestas hechas por el PTS en los distintos plenarios y reuniones. En vez de hacer los cortes a las 7 am en el horario de ingreso a la Capital donde los medios no tienen más alternativa que mostrarlos porque afectan el funcionamiento normal de la economía capitalista, se planificaron casi siempre a las 10 u 11 de la mañana y pasaban prácticamente desapercibidos. Cuando luego de muchas semanas se hizo un corte a primeras horas de la mañana en la autopista 25 de Mayo, el conflicto dio un salto en su nivel de conocimiento pero esa medida no se hizo más y se pasó a la organización de festivales o cortes y marchas que solo eran difundidos por las redes sociales.

Sin dudas la medida más audaz del conflicto fue el bloqueo de la planta de Zepita donde Clarín imprime el diario. Tenía la intención original de retrasar el diario pero se fue estirando frente a las dudas de la empresa y la Gendarmería para desalojar el piquete que se había armado y luego los propios camioneros se negaron a sacar los diarios. Cuando finalmente la empresa se decidió a sacar los diarios con otra empresa especialmente contratada (poco antes de las 6 am), las posibilidades de resistencia ya eran pocas porque el piquete estaba organizado para durar hasta la 1 o 2 de la mañana (entorpecer la salida) pero no para tratar de impedir que saliera realmente el diario, lo que hubiera provocado un salto enorme en la lucha. Pese a estos límites, la medida logró mucho y en diversos lugares del país el diario no llegó y en otras llegó tarde. El PTS propuso un nuevo bloqueo donde todas las corrientes de izquierda nos jugáramos todo. Dijimos que podíamos ir con 1500 compañeros. Pero la idea fue rechazada de hecho y nunca más se volvió a Zepita.

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Sobre el Frente Único

En este marco la dirección del conflicto buscó el apoyo de sectores de la burocracia sindical, lo cual es totalmente correcto. Aunque en un primer momento, los dirigentes del PO llegaron a plantear que no se debía exigir ningún apoyo a las direcciones de los sindicatos porque el "frente único" había que hacerlo con los sectores clasistas, luego giraron de esa posición infantil y pasaron a exigir a la burocracia, apoyo a la lucha, medidas concretas y que sea convocado un paro general para lograr el triunfo de AGR. Sin embargo, al no contar con fuerza suficiente, con un alto nivel de conocimiento y de prestigio en la base de esos sindicatos y de todo el pueblo, los apoyos conseguidos fueron siempre limitados y duraron lo que los dirigentes burocráticos quisieron. Fueron recibidos por la CGT pero el triunvirato solo se sacó una foto de apoyo. La CTA llegó al colmo de convocar a una marcha en común a la que no fueron sus dirigentes sin previo aviso y la Federación Gráfica Bonaerense (FGB) hizo lo que contamos arriba.

El PO pasó de una política de Frente Único totalmente extraña donde la unidad sería entre clasistas (un sector muy minoritario de los sindicatos e internas) a una donde quiso conquistar el apoyo de los sindicatos en manos de la burocracia por medio del diálogo y las negociaciones. Así, en el plenario de la FGB del 16 de febrero donde se votó la movilización luego frustrada, los compañeros de la Naranja no exigieron más el paro ya que la burocracia les había anticipado su negativa y anunciaron que habían logrado acordar antes del plenario la convocatoria a la marcha en común. Sin fuerza real que la comprometiera realmente, la burocracia rompió la marcha a los pocos metros de iniciarse.

Las medidas de lucha duras que propusimos reiteradas veces tenían el doble objetivo de golpear a la empresa y de conseguir la fuerza necesaria para que la exigencia a los sindicatos no sea solo un pedido, sino una exigencia que pueda realmente imponerse. Esto se consigue solo si se conquista un apoyo y fortaleza tal que la burocracia debe preferir la convocatoria a medidas de lucha que aparecer frente a su propia base como enemiga de una pelea popular. Esa es para nosotros la relación que hay entre las medidas fuertes que se pueden hacer desde una fábrica en lucha junto a todos los que la apoyan y la exigencia a las direcciones de los sindicatos (frente único), para que ésta no sea un pedido débil.

El debate sobre el frente único no es un problema secundario. Hoy se trata de buscar las vías para imponerlo, para impedir el ataque patronal y es, por lo tanto, defensivo. Sin embargo, en momentos de ascenso deberá necesariamente adquirir otras formas para la ofensiva de la clase trabajadora contra los capitalistas y su Estado.

Un fuerte apoyo y un debate franco para preparar los futuros combates

Al optar por esta política el conflicto se fue aislando, sus propias medidas se fueron espaciando hasta que se dio el golpe sobre la ocupación donde se actuó con la misma lógica que a lo largo de la lucha. El PTS y cada uno de sus militantes pusieron de sí todo lo que estuvo a su alcance sin ninguna especulación, sabiendo que un triunfo, aunque fuera parcial, permitiría un salto adelante de todos los trabajadores y de la izquierda. Aportamos al fondo de lucha que tuvo una importancia significativa y fue un paso muy importante que debe ayudar a asentar esa tradición que se fue forjando en otras luchas. Reivindicamos la impresión de una revista por parte de los compañeros de AGR como medida para poder sostenerse económicamente hacia el final del conflicto. Nuestros militantes fueron masivamente a las movilizaciones, estuvieron en las guardias y llevamos a los plenarios propuestas a pesar de que sabíamos que no se ponían a votación allí. La Izquierda Diario se puso al servicio de la difusión de esta lucha y de todos los comunicados de su Interna y los plenarios. Los compañeros de Donnelley se comprometieron con la lucha pese a estar en una situación realmente difícil, como lo hicieron cientos de trabajadores y estudiantes del PTS superando los 200.000 pesos de colectas y aportes de las bancas parlamentarias, tratando de sentar una nueva tradición donde un partido lo pone todo para el triunfo de un conflicto cuya dirección está en manos de otra organización.

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Las fuerzas que integramos el Frente de Izquierda estuvimos codo a codo en esta lucha, y ese es un mérito innegable de nuestro frente. A su vez, debatimos con toda franqueza, haciendo honor a las mejores tradiciones del movimiento obrero.

Esperamos que estos elementos de balance sean útiles para el futuro, para pensar cómo sigue esta pelea por los medios que los compañeros consideren y para los combates próximos que sin ninguna duda están por venir.