En la mañanera del pasado lunes AMLO aprovechó para criticar los corridos tumbados, pues dijo que estos solamente reflejan la narcocultura, la vida superficial de los grandes capos y las tendencias bélicas que atraviesan los estados más violentos del país. Más allá de la posición del presidente, es necesario analizar las “medidas” del gobierno actual por desvanecer este género musical.
Miércoles 28 de junio de 2023
No es la primera vez que un gobierno arremete contra los corridos, a mi parecer, la música popular por excelencia de México. Desde sus inicios este género ha estado cercano a los procesos culturales más importantes del país. La cultura del corrido como fenómeno comenzó en la revolución mexicana, pasando por el tráfico de alcohol y armas de la década de los 20s y 40s, hasta llegar a la guerra contra el narco de finales del siglo pasado. Es decir, que históricamente el corrido ha plasmado las condiciones de vida de la sociedad mexicana a distintos niveles: la extrema violencia de los estados, el tráfico de substancias ilegales, la precarización de los trabajadores del campo, la migración masiva a los estados unidos, los feminicidios y las desapariciones forzadas. El fenómeno del corrido evidencia los problemas que aquejan a la sociedad mexicana, y por ello, son incómodos para los gobiernos en turno.
Los “corridones” son un salto generacional pues, a diferencia de “Los Tigres del norte”, “El Komander” o “Chalino Sánchez”, retoman otros aspectos artísticos provenientes de corrientes como el rap o el trap, ambos con connotaciones culturales propias que abonan a las composiciones de las letras. Además, los corridones aparecen en un momento en el que parecía que terminaba la guerra contra el narco, cuando dejaban el poder el PRI y el PAN, los partidos que iniciaron esta política. De ahí que Natael Cano, por ejemplo, tratara los temas de amor, desamor y parranda en sus primeras canciones, haciendo de lado las temáticas bélicas y narco culturales.
Si bien Nathaan fue quien llevo el nuevo género a la fama, lo cierto es que ya existía toda una ola de jóvenes compositores, músicos y cantantes con la disposición de elevar aún más su música. Este nuevo impulso del corrido coincide también con la profundización de la militarización del país, promovida por la 4T del Morena. Este partido tiene la tarea de desviar el descontento de la población diciendo que la única forma para mejorar las condiciones de vida es terminando con la corrupción de las instituciones, incluyendo al ejército, la marina, la policía, en general el brazo armado del estado, responsable de tener íntimas relaciones con el narcotráfico y de perpetuar la violencia que se vive en el país (no olvidar a los 43 estudiantes de Ayotzinapa ni el asesinato de migrantes y mujeres a manos de la Guardia Nacional). Es obvio que, si no eran los corridos, cualquier otra corriente artística iba a reflejar la violencia y la narco-cultura, respaldadas por el aumento del presupuesto destinado a las instituciones armadas.
Mientras el presupuesto destinado a las fuerzas armadas tiene un aumento sin precedentes en este sexenio, el sector cultural, de salud pública y de educación sufre una serie de ataques que recaen directamente en toda la población, principalmente en los trabajadores. Para el caso de los trabajadores del arte y la cultura, con la llegada de los programas del “bienestar” se dejó de considerarlos como tal, despojándolos de los derechos elementales, como seguridad social, prestaciones, estabilidad laboral, vacaciones según la ley.
Para el Morena y la 4T la mejor forma de combatir el narcotráfico y la violencia del país no es aumentando la calidad de vida de la clase trabajadora sino por medio de la militarización, destinando mayor presupuesto al ejército, a la marina, a la policía. AMLO enmascara este problema culpando un género musical cuya característica es reflejar la situación actual del país, el cual se enfrenta a la precariedad laboral de los sectores culturales y de salud, y que se encuentra perpetuado por una guerra declarada contra el narco que, en el fondo, sólo afecta a las familias más pobres y vulneradas, a las familias de la clase trabajadora.
Los corridos tumbados son “bélicos” porque la juventud del país lleva décadas enfrentándose a los estragos de la guerra declarada por Felipe Calderón, ahora continuada por la 4T. Los corridones expresan las “aspiraciones banales y superficiales” de las clases altas, como la ropa Gucci o los carros último modelo, porque en este sistema lo único que importa es el consumo, entregar por completo nuestras vidas al patrón para poder tener un auto, un departamento, ropa de marca. Si nos encanta “levantarnos, darnos un baño y ponernos a forjar”, es porque la clase obrera vive enfrascada en condiciones laborales de tanta miseria que una forma de escapar de esta realidad es por medio del consumo de substancias y, quienes las consumen, son criminalizados por el estado y enjuiciados por “ser parte del problema de las drogas” en el país, mientras los grandes capos continúan operando con total impunidad.
Así queda claro que nuestros corridos tumbados no son el problema, mucho menos quienes los escuchan, pues estos solamente son consecuencia de los problemas estructurales que enfrenta el proletariado. Y si un gobernante critica este género musical que quede claro que no es porque sea un mal género, ya que puede ser uno tan complejo, rico y de alto valor musical como cualquier otro, sino porque le incomodan a las capas gobernantes por exponer la realidad.