Por estos días, Beijing fue sede de la última cumbre de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico), de la que participan 21 países, entre ellos grandes potencias como Estados Unidos y Japón, y por supuesto, China y Rusia.
Viernes 14 de noviembre de 2014
Fotografía: Reuters
Para esta reunión, la primera de proyección internacional bajo la presidencia de Xi Jinping, el gobierno chino dispuso un cuidado escenario: suspendió las clases, cerró cientos de fábricas, le dio vacaciones a los trabajadores e inundó las calles con 30.000 policías y 800.000 voluntarios para garantizar la seguridad. El anfitrión buscaba presentar a los principales líderes mundiales, entre ellos Barack Obama y Shinzo Abe, una ciudad libre de esmog y de protestas.
En un primer análisis, la gran estrella de la cumbre de la APEC-[>http://laizquierdadiario.com/Estados-Unidos-vs-China-en-la-cordialidad-de-la-cumbre-de-la-APEC] parece haber sido la diplomacia entre Estados Unidos y China. En la conferencia conjunta que dio con su par chino, el presidente Obama, sin dejar de reconocer las enormes diferencias que su país tiene con el gigante asiático y la competencia económica, saludó el surgimiento de una “China próspera” y se mostró optimista sobre la cooperación para mantener la estabilidad regional y mundial. El presidente XI aseguró que China haría su contribución a la paz.
Estados Unidos y China llegaron a un acuerdo para reducir la emisión de gases de efecto invernadero- [>http://laizquierdadiario.com/Obama-se-pone-el-traje-verde] (entre ambos producen alrededor del 45% de estas emisiones). Además, firmaron otros acuerdos comerciales, como la eliminación de las tarifas en el comercio de semiconductores y otros productos tecnológicos, estimado en 1 billón de dólares, lo que beneficiaría tanto a empresas norteamericanas que buscan entrar al mercado chino como a las firmas con plantas en China que producen para el mercado norteamericano. También se comprometieron a extender visas de turismo, de negocios y de estudiantes y a notificar ciertos movimientos militares con el objetivo de evitar choques indeseados en el mar del sur de China, lo que varias veces estuvo a punto de ocurrir en los últimos meses.
Por fuera de los espacios formales de la cumbre, Xi Jinping se reunió con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, lo que fue interpretado como una señal de distensión en la disputa que ambos países mantienen en torno a las islas Senkaku (Diaoyu) en el mar del sur de China, que ha incluido escaladas militares peligrosas. Xi también se reunió con el presidente de Filipinas para limar asperezas por otros conflictos marítimos y territoriales.
Inclusive Obama conversó informalmente con Vladimir Putin, en un momento en que parecen recrudecer las tensiones entre las potencias occidentales y Rusia por Ucrania.
Finalizada la cumbre de la APEC, los líderes de Estados Unidos, China, Japón y Rusia siguieron camino rumbo a la capital de Myanmar (Birmania) para participar de la cumbre de la ASEAN (Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático).
Pero más que abrir una era de cooperación entre las dos principales economías del mundo, estos acuerdos tácticos, que permiten beneficios a corto plazo, se dan en el marco de una rivalidad estratégica definida por la declinación de Estados Unidos, que no está dispuesto a ceder los privilegios de gran potencia, y el ascenso de China. El giro estratégico de la política exterior norteamericana hacia el Asia Pacífico (el famoso “pivote”) responde a esta competencia estratégica y a reforzar a los aliados históricos de Estados Unidos en la región –Japón, Corea del Sur y Filipinas- frente a la expansión del poderío chino.
Esta competencia estratégica tiñó la cumbre. Washington usó el escenario de la APEC para avanzar con la Asociación Transpacífico-[>http://laizquierdadiario.com/Obama-y-el-Acuerdo-Trans-Pacifico], un acuerdo comercial que excluye a China. Beijing también usó la cumbre para darle nuevo aire a la Zona de Libre Comercio del Asia Pacífico. Además de anunciar proyectos ambiciosos de infraestructura regionales como el llamado Silk Road, una red de ferrocarriles y aeropuertos que comunicaría con Asia Central y por esa vía con Europa. Como parte de esta política de proyectar su liderazgo regional, China viene impulsando instituciones alternativas como el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, para compensar el escaso peso que tiene en instituciones multilaterales como el FMI y el Banco Mundial, para el tamaño de su economía. Y en los intersticios de la cumbre firmó un nuevo acuerdo millonario con Rusia por la compra de gas.
Estados Unidos llegó debilitado a la cumbre. Está nuevamente implicado en una guerra doble en el Medio Oriente, en Siria e Irak, de dudosa duración y resultado. Todavía no ha podido retirarse de Afganistán y enfrenta la peor crisis con Rusia desde el fin de la Guerra Fría. En el plano interno, Obama sufrió un duro golpe con la derrota en las elecciones de medio término.
Con este panorama complicado, Estados Unidos no quiere verse arrastrado a tener que intervenir en un conflicto prematuro con China. Pero no cabe dudas de que estratégicamente, China es la principal hipótesis de conflicto para un futuro que parece cada vez más cercano.
Claudia Cinatti
Staff de la revista Estrategia Internacional, escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.