A continuación reproducimos la carta de una docente y ex alumna de Hernán Riquelme, quien falleció por COVID el día de ayer.
Sábado 24 de abril de 2021 11:23
Mi nombre es Florencia, soy Profesora de Educación Primaria, y en el transcurso de mi carrera como docente tuve el agrado de conocer a nuestro Profe Hernán. Quien por cierto, además fue mi maestro en mi paso por la primaria en Fray Luis Beltrán.
Hoy recibí esta triste noticia, y al igual que a muchos de sus conocidos y familiares sentí dolor, por todo lo que lo que lo caracterizaba como docente y como persona en cada aspecto, y por el inmenso dolor en la panza que nos da el pensar “¡Pucha! ¡Qué jóven! ¡Qué injusto!”.
Tristísimo pensar esa ausencia en las aulas del Profesorado, y en las escuelas donde trabajaba, y en cada estudiante con el que llegó a congeniar. Algunos lo recuerdan: “Daba todo por sus chiquitos. Se fue dejando huellas enormes en estudiantes y compañeros docentes”. “Nos dejó con mucho dolor por la forma en que se nos fue, injusto. Pero nos dejó muchísimas enseñanzas”. “Estaba muy feliz de volver a la prespecialidad, le apasionaba trabajar como docente, se lo podía ver en cada paso, gesto y trabajo”. “Siempre dispuesto a ayudarnos a todos, en el profesorado siempre nos contaba anécdotas de la escuela y con los chicos que trabajaba. Muchas veces hacía colectas de elementos para llevar a la escuela, y vendía alfajores para los viajes de los chicos”.
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Hoy como docente, también me encuentro trabajando en una de las tantas escuelas de la querida periferia del Cordón Industrial y me pregunto ¿Hasta cuándo vamos a contar educadores muertos? Así como para Hernán, las vacunas para los docentes, no llegan a tiempo, ni siquiera existe un calendario para que el resto de los docentes nos la apliquemos. Y así tal cual como lo narro comenzamos a trabajar este 2021.
En estas Instituciones Educativas, quienes trabajamos en ellas, directores, docentes y asistentes escolares no damos abasto. Ante la segunda ola de COVID-19 el gobierno nos responde con protocolos con enormes de baches y espacios en blanco, sin recursos, y bajísimo presupuesto. Por la ausencia total de elementos de higiene nos vemos obligados a llevar a la escuela nuestros propios elementos de seguridad, desde nuestras propias máscaras y barbijos, alcohol, cloro, jabón, servilletas de papel y algo de más para los estudiantes que no pueden llevar.
Todos los días hacemos colas de una hora tomando la temperatura a cada niño en el ingreso con un solo termómetro; “desinfectando” con un solo pulverizador las mochilas y viajamos en colectivos colmados para llegar a trabajar. Pero ahí no termina todo, también relevamos las condiciones en las que vive cada familia y nos organizamos solidariamente junto a la comunidad educativa para que los chicos que no tienen guardapolvos, o zapatillas puedan recibir estas cosas tan básicas para ir a la escuela. La distribución en burbujas implica que repitamos la misma clase una, dos, tres veces, dando al mismo tiempo clases virtuales y presenciales, una tarea bastante agotadora que nos limita la mayoría de nuestro tiempo libre sobrepasados de trabajo.
Así como Hernán, la gran mayoría de las docentes reemplazantes como yo no estamos vacunadas. Y aquellos y aquellas docentes que lo están, recién reciben la primera dosis.
Bajo el 2020 el gobierno de Omar Perotti no puso en cuestión que si las clases se mantuvieron fue gracias a nuestro esfuerzo. La docencia se hizo cargo de garantizar las clases muchas veces gastando incluso los datos para la conectividad o recorriendo la casa de sus alumnos para que les llegue la tarea. Trabajamos armando los escasos bolsones que le llegaba a cada familia y tejiendo redes solidarias cuando la crisis golpeaba demasiado duro en alguna casa.
Pasan los días y los casos positivos y muertes por COVID de docentes, trabajadores de la educación y estudiantes también aumentan, y las respuestas son las mismas, pocas y ningunas. De hecho hasta el hambre se nos cuela con el crecimiento en la desocupación y precarización de quienes sustentan las familias, y como si fuera poco, cada vez hay menos meriendas. En un mes no alcanzan los 6, 25 pesos que envía el Estado por niño/a.
Hay que visibilizar esta situación que vivimos las y los docentes en el Cordón Industrial y de cada rincón de las Instituciones Educativas. No podemos continuar así cuando no hay condiciones seguras para trabajar y enseñar.