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Red Internacional
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Opinión. Alberto Fernández, elogio de la moderación y el camino de una incierta transición

Candidaturas endebles y discursos de diálogos complejos: síntomas de una campaña electoral que recién comienza pero que expresa los problemas del régimen político y preanuncia dificultades para el próximo Gobierno. La izquierda se prepara para potenciar su intervención en la crisis.

Fernando Scolnik

Fernando Scolnik @FernandoScolnik

Miércoles 1ro de marzo de 2023 22:00

El régimen político, a su manera, vibraba. La Asamblea Legislativa es uno de esos hechos que, a veces con mayor conexión con las masas y a veces menos, hace entrar en ebullición a todo el círculo rojo. Cada 1º de marzo los presidentes hablan en discursos considerados claves, todos los dirigentes políticos tuitean y los periodistas entran en febriles coberturas minuto a minuto. A la salida, cada fuerza política pelea su balance para las cámaras de televisión.

Este año, sin embargo, ese clima de expectativas estaría aún más potenciado. Sería el último discurso de Alberto y, sobre todo, la señal de largada oficial de un año político de transición en el cual, desde la presidencia para abajo, está todo en juego. Probablemente, estemos ante la elección más incierta desde el año 2003. Veinte años después, otra vez el régimen político está en crisis, aunque, como toda crisis, tiene sus particularidades que la hacen específica. El régimen bicoalicional que existe actualmente está atravesado por múltiples contradicciones e internas de final abierto, cuyo fundamento está en el malestar que existe con los últimos gobiernos.

Ante ese marco, Alberto decidió anticiparse y bajarle tensión a uno de los temas centrales. Así fue como el día anterior avisó que “no importa quién presida la Argentina, importa que sea uno de los nuestros”. El hecho no es fortuito ni secundario, ya que implicaba intentar bajarle el precio a su supuesta precandidatura a la reelección (fuente de tensiones con el kirchnerismo) y ofrecer, de esa manera, un camino para un posible acuerdo dentro del peronismo. No hay que olvidar que, por esas mismas horas, seguía disparando munición gruesa contra el presidente Andrés “el Cuervo” Larroque, quien oficia de policía malo por parte del kirchnerismo en la interna del Frente de Todos.

El presidente apuntó entonces a otros enemigos: la derecha mediática, la Corte Suprema, las minorías intensas que buscan desestabilizar a los regímenes constitucionales. Defendió como perseguidos a Lula y a Cristina. Condenó el atentado contra la vicepresidenta. Es una cierta novedad del escenario político que la casi totalidad del peronismo se enfrente de forma unificada al "partido judicial", con el propio presidente pegando desde la Asamblea Legislativa y deslegitimando -parcialmente- sus políticas y métodos bonapartistas. Llamado de atención para Comodoro Py y su relación de fuerzas.

Apuntando a la derecha y desescalando aparentemente de su autoproclamación electoral, Alberto Fernández busca posicionarse de forma malmenorista ante el escenario electoral hablándole a su propia base, y a la vez negociar hacia dentro del Frente de Todos el discurso que quedará sobre su legado y un rol protagónico dentro del peronismo de hoy y del que viene. Los éxitos de tal tentativa se verán en los próximos capítulos. Las condiciones de posibilidad para esa ubicación están dadas por la debilidad relativa de todos los actores del espacio, tras un Gobierno que fue malo y defraudó expectativas.

Por esto último, justamente, es que es más complejo el diálogo con las masas y su correlato, un discurso de campaña electoral. La crisis del peronismo, aún cerrando su interna (lo cual está por verse) tiene como sustrato último las contradicciones que emergen de su propia base social. Una nota de balance crítica del discurso, publicada desde un medio oficialista como Página/12, señaló uno de los problemas centrales: la realidad no es como la pintó Alberto Fernández, sino que, si por momentos su discurso resultó demasiado tendencioso o de exagerado autobombo, es porque los últimos años fueron de “crecimiento sin distribución”. Dicho de otro modo y con nuestras palabras: la economía creció, sí, pero para beneficio de los poderosos de siempre. Mientras que un sector de la clase trabajadora y de las clases medias aún la pelea con muchas dificultades, también es cierto que la mayor parte del empleo que se crea es precario, que crece la pobreza y que baja el poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones. En esas estadísticas, que son apenas un frío reflejo de la vida real de millones, hay que buscar los motivos últimos de la declinación de Cristina Kirchner a ser candidata, las dudas de Massa o que el propio presidente no tenga reelección posible, más allá de lo que diga. Esta realidad es el eslabón perdido entre el discurso de Alberto y la crisis del peronismo que se manifiesta en la ausencia de un candidato o candidata claro para la presidencia, problema de fondo que no se puede solucionar con alocuciones bien coucheadas y técnicas copiadas de Jaime Durán Barba y de un estilo norteamericano, como vimos por momentos este miércoles en el Congreso Nacional.

Las contradicciones de la situación se ven de forma más palpable en la calle. En el país real, la parte de la realidad que no cuenta Alberto es la de miles de jóvenes que hacen cola en Benavídez para intentar conseguir trabajo en un supermercado, la de tres millones de personas que buscan un segundo empleo porque el salario no les alcanza con uno solo, o incluso la de algunos sectores sindicalizados donde empieza -inicialmente- a haber movimiento contra la pauta del 60 % que quiere imponer Massa en las paritarias, como vemos estos días en bancarios, docentes de distintos lugares del país o colectiveros. Los movimientos sociales persisten también en las calles contra los planes de ajuste.

Y aunque Alberto se apoyó para su discurso en los puntos que considera más fuertes y en la polarización con la derecha para pelear su balance y su futuro, la realidad es más compleja para pensar hacia adelante. Sin balance no hay perspectivas, dijimos hace poco, y Alberto dijo el suyo. En un momento de implícita polémica en su discurso, el presidente reivindicó la moderación, concepto que el año pasado había sido eje de una polémica entre albertistas y kirchneristas. Volviendo a cargar las tintas, sentenció en la apertura de sesiones que “con mi moderación pude enfrentar a los acreedores privados y pude ponerle freno a los condicionamientos al Fondo Monetario Internacional y con esa moderación puse el pecho a la pandemia".

El problema, sin embargo, no es tanto el balance que se hace, sino las perspectivas que se construyen con el mismo. En este caso, aquella mirada hacia atrás implica pensar un futuro que siga atado a la moderación frente al FMI, y esa subordinación ya tiene sus resultados de empobrecimiento y dependencia a la vista con el apoyo moderado de todas las alas del Frente de Todos que bancan a Sergio Massa y sus ajustes, en un marcado giro a la derecha, sobre todo, del kirchnerismo. Aquella polémica, hoy quedó vieja.

Sin embargo, cabe agregar a lo anterior que la dinámica de la situación también está atravesada por algunos interrogantes. El discurso de Alberto Fernández quizás no solo sea tendencioso, sino que refleje el pasado: lo cierto es que la actividad económica, según las propias estadísticas oficiales, viene de caer cuatro meses consecutivos y la escasez estructural de reservas plantea mayores dudas. Algunos analistas hablan de un panorama de “estanflación” (recesión con inflación). Otros, más duros, de “aterrizaje forzoso” de la economía argentina (JP Morgan). No se trata de un problema objetivo o de una catástrofe natural, sino consecuencia de las propias políticas de ajuste y de aplicar las recetas del FMI, por lo cual reivindicar ese acuerdo es votar continuar en la encerrona. Alberto -como todo el régimen político sin grieta alguna en este tema- prometió que de esta dificultad estratégica se puede salir con más extractivismo. No es lo que indica, sin embargo, la historia de saqueo de los recursos naturales de los pueblos de América Latina.

A pesar de todo, y si en esta crisis el peronismo aún discute sus chances electorales, es también por la crisis de la oposición de derecha, cuyas internas son parte asimismo de la crisis del régimen de partidos. En los últimos días, el lanzamiento oficial de Horacio Rodríguez Larreta fue elocuente al respecto. Quien quiso ser -y no pudo- "candidato natural" de la derecha, muestra una campaña errática. Del "diálogo" a una posición más dura de derecha, y de ahí al discurso "antigrieta" sin escalas, en un camino que muestra a un dirigente que no se halla con claridad en el espacio político, tironeado por Javier Milei, Patricia Bullrich y Mauricio Macri pero también por los sectores hastiados de los fracasos de los últimos gobiernos.

Los próximos meses, hasta agosto, estarán seguramente cruzados en las alturas por las internas y roscas de las principales coaliciones políticas, mientras que otro escenario distinto se configurará hacia octubre. La combinación de debilidades e internas de los partidos del régimen, junto con la crisis económica, auguran debilidades para el próximo Gobierno. En esas brechas, encontrarán los de abajo las posibilidades para intervenir y dar vuelta la historia.

En este marco, la izquierda no se prepara para la campaña electoral en sí misma, sino que la campaña electoral nos prepara para potenciar nuestra intervención en la crisis. Una gran actividad de agitación, propaganda y organización estará al servicio de instalar un programa para una salida por izquierda, planteando de cara a millones otra perspectiva y apostando en el camino a apoyar a todas las luchas, ligarlas a este desafío histórico y dar grandes pasos en la organización militante de miles. Porque enfrentar a los poderosos, solo es posible con la fuerza de los trabajadores, las mujeres y la juventud. En los próximos días, te invitamos a sumarte a las asambleas del PTS para discutir este rumbo y sumarte a la gran movilización que preparamos de cara al 24 de marzo, a 47 años del golpe genocida. Son los primeros pasos de un año que presenta grandes desafíos.


Fernando Scolnik

Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.

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