A continuación, compartimos una reseña histórica de los comienzos del feminismo socialista en Chile.

Teresa Melipal Santiago de Chile
Domingo 5 de marzo de 2023

La época salitrera otorgó grandes cambios durante los años 1885 y 1930, uno de los más importantes fue el rápido crecimiento de los centros urbanos ubicados en la zona norte del país y en Santiago, cuya población total aumentó entre el 34 y49 por ciento a nivel nacional (Hutchison,1992). En el plano estatal, la pugna entre el régimen presidencialista y parlamentarista se evidenciaba en la defensa patriarcal de la familia mercantil, con sanguinarias pacificaciones dirigidas por el Estado y el Ejército contra la sublevación popular, contra las demandas y reivindicaciones el pueblo mapuche, las matanzas de civiles del período de 1890-1934 y las torturas en 1919 (Salazar, 2002).
La desigualdad social era la evidencia de un mundo de ricos y pobres. Como plantea Gabriel Salazar, las familias patricias regidas por la alianza entre mercaderes, reyes y papas, privatizaron lo femenino en lo más recóndito de la sociedad. En primer lugar, ubicaron a la mujer en el lugar maternal, como madre, como esposa y dueña de casa; también como virgen para afianzar las conexiones de linaje y, por último, el paradigma de la devoción, ligado al compromiso moral con la Iglesia Católica. Así, la mujer trabajadora y popular tenía que enfrentar la doble opresión: las condiciones precarias que arrojaban a la miseria sus circunstancias de vida y su posición en la sociedad como un segundo sujeto en la vida social tutelado por los hombres ricos y sus instituciones (Salazar, 2010).
Durante fines del siglo XIX e inicios del siglo XX el grueso de las mujeres habitaba en los conventillos, éstos eran inclusive parte de la vida social de la época, los cuales mostraban las precarias condiciones de los sectores populares en la ciudad de Santiago. Las mujeres pobres realizaban la mayoría de sus actividades sociales y económicas en aquel lugar, auto sustentándose mediante el lavado de ropas ajenas, las cocinerías, el comercio ambulante y la prostitución. Muchas de éstas laburaban junto a sus pequeños hijos. Otras mujeres pudieron escapar de esta realidad a través del trabajo doméstico puertas adentro, donde en la mayoría de los casos las mujeres eran remuneradas con sueldos bajos y en una situación de servidumbre.
Las primeras demandas: derechos laborales, civiles y maternales
En 1887 surgen las primeras organizaciones de mujeres dentro del movimiento obrero, a través de la fundación de la Sociedad de Obreras No. 1 de Valparaíso, que proponía fomentar la instrucción, la moralidad y el bienestar a fin de que las socias puedan cooperar eficazmente al bien público, la organización fue presidida por Micaela Cáceres de Gamboa. También destacan las organizaciones de mujeres proletarias en Antofagasta, como la Sociedad de Obreras, Instrucción y Socorros No1, fundada en 1894 por Eloísa Zurita Arriagada, de origen anarquista, quien participó en el Congreso Mundial de Librepensadoras de 1906 en Buenos Aires, cuyo congreso proponía el divorcio absoluto, la supresión de los ejércitos y la igualdad legal de todos los hijos (Stuven, 2003).
A nivel internacional, el movimiento feminista comienza en 1874 con la Liga de Sindicatos de Mujeres en Inglaterra, como una organización independiente de los varones ya que los sindicatos trataron de proteger los empleos y salarios de los afiliados, y la incorporación de la mujer al mundo laboral constituía una potencial amenaza más que un potencial aliado ante los bajos salarios (D’Atri, 2013: 43).
A inicios del siglo XX el movimiento feminista en Chile comienza a surgir a través de la organización de las mujeres trabajadoras de la pampa salitrera y la prensa obrera feminista, con los diarios “La Palanca” (Santiago, 1908) y “La Alborada” (Valparaíso, 1905-1906 y Santiago, 1906-1907). Este movimiento cuestionó la doble explotación de la mujer en su lucha por la emancipación contra la explotación y opresión (López, 2010), a través de la influencia de las teorías marxistas y feministas anticlericales, consolidándose como el primer movimiento feminista en el país.
Con el periódico “La Alborada”, la mujer trabajadora luchó con el cambio de perspectiva de la sociedad, en el periódico se acentuó esta línea editorial con la inscripción de portada de agosto de 1906 de la “publicación social pro- obrera” a “publicación feminista”. También el periódico “La Palanca”, que salió cinco veces como el órgano oficial de la Asociación de Costureras de Santiago, se declaraba feminista, vociferando la emancipación femenina a través de las filas del movimiento obrero chileno (Hutchison,1992).
Carmela Jeria, propagandista de La Alborada, arengaba a las mujeres de los sectores populares de 1905 la necesidad de conquistar los derechos que han sido exclusivos del hombre. Además, la misma autora denunciaba que los hombres oprimen a las mujeres con sus demandas sexuales, con una referencia a la diferenciación de las relaciones domésticas entre hombres y mujeres, también observó que al resistir a un hombre que la requiere en amores, la mujer corre peligro de ser víctima de “crímenes pasionales”.
En aquél período, la “cuestión femenina” se visibilizaba en la prensa de los demócratas y socialistas del comienzo del siglo XX. Con el surgimiento del Partido Obrero Socialista (POS) a través del quiebre de unos sectores del ala izquierda del Partido Demócrata, Luis Emilio Recabarren, dirigente de del POS, manifiesta su cercanía política con las demandas de las mujeres. Si bien, en la asamblea fundacional del POS ninguna mujer la conformó, sí destacó la figura de Teresa Flores.
A comienzos de 1913, Teresa Flores viajó junto a Recabarren rumbo a Antofagasta donde realizaron conferencias en diferentes oficinas salitreras de la cuidad, vinculando los temas de la mujer con el socialismo. Con la llegada de Belén de Sárraga al norte de Chile, reconocida conferencista española anticlerical de la época, Teresa Flores organiza un Centro de Mujeres Librepensadoras en Iquique, que posteriormente adoptaría en nombre de la intelectual española (Navarro,2016). Según Cecilia Salinas, la labor de Flores con los Centros “Belén de Sárraga “se inscriben en el marco de la acción político-social; pensada ésta como una posibilidad de emancipación femenina, con el respaldo de la cooperación y apoyo de ambos sexos” (Cecilia Salinas, 1987), y es que, en aquellos años, las mujeres de la clase obrera tenían un alto grado de participación en las manifestaciones obreras del período junto con la estrecha relación del internacionalismo obrero (Kirkwood, 1982)
Hacia el primer cuarto de siglo XX, la integración de las mujeres populares a la vida pública debía no sólo salvar los escollos de una sociedad que las marginaba, sino que también debían enfrentarse a un discurso hegemónico que las veía y trataba como un apéndice del sujeto masculino (Navarro, 2016). Para el POS la preocupación por los derechos políticos y civiles de las mujeres fue un tema primordial. Un ejemplo de ello, fue el programa mínimo de los socialistas de Punta Arenas, publicado a mediados de julio de 1913, que establecía como uno de sus objetivos la igualdad civil entre hombres y mujeres. Además, se declaraban partidarios de una ley de divorcio, de protección legal a la maternidad, de igualdad legal entre hijos “legítimos e ilegítimos” y del derecho a la investigación de la paternidad, medidas que buscaban contrarrestar el recurrente desconocimiento de ésta entre los hombres (El Socialista, 1913).