Sábado 21 de marzo de 2020 16:24
Reproducimos la declaración de la Organización Internacionalista Revolucionaria de Alemania, publicada originalmente en Klasse Gegen Klasse, sitio que forma parte de la red internacional de La Izquierda Diario.
Mientras el número de infecciones también está aumentando exponencialmente en Alemania, el Gobierno responde haciendo hincapié en la responsabilidad individual, pagando miles de millones a las empresas y adoptando medidas cada vez más represivas contra la población.
No existe un plan de emergencia realmente efectivo para centralizar todo el sistema de salud. Al mismo tiempo, la evolución de la situación a nivel internacional muestra que es necesario reestructurar toda la economía en la lucha contra el coronavirus y sus consecuencias sociales y económicas. En lugar de salvar las ganancias de los capitalistas, necesitamos el control de los trabajadores sobre toda la producción.
La histórica crisis, producida por la expansión del coronavirus, combina una crisis sanitaria de proporciones mundiales con una crisis económica que podría superar con creces la recesión de 2008 y provocar una depresión mundial, así como tensiones geopolíticas y una competencia interimperialista crecientes. La crisis por el coronavirus es el catalizador de una crisis social y económica que tiene causas más profundas y estructurales, y que repercutirá en las condiciones de trabajo y de vida de cientos de millones de personas.
En Alemania el número de infecciones está aumentando rápidamente (según las cifras oficialmente verificadas del Instituto Robert Koch): mientras que el 18 de marzo todavía se registraban 8.198 personas infectadas, la cifra era de 10.999 (+2.801) un día después y 13.957 (+2.958) el 20 de marzo. Esto significa que el crecimiento de las tasas de infección es apenas inferior al de Italia en el mismo punto de la cadena de infección. Una mirada al futuro, que - también en vista de la ya dramática situación del sistema de salud alemán - puede esperarse en los próximos días.
En tiempos de crisis graves, el ritmo de la historia se acelera. Lo que parecía impensable hace sólo unas semanas - o incluso días - ya se ha convertido en realidad o está al alcance de la mano. Mientras que las medidas estatales de toque de queda son cada vez más frecuentes y se han introducido toques de queda policiales y militares no sólo en países como Italia, España o Francia, sino que también en Alemania se han cerrado las primeras ciudades, distritos e incluso estados federales, se han prohibido las asambleas, se ha restringido el tráfico en el interior del país y también es una posibilidad real que en los próximos días se establezca un toque de queda a nivel nacional, en muchos países hay una intervención estatal de gran alcance en la economía.
Hasta ahora, éstas consisten fundamentalmente en tres medidas: 1. la provisión masiva de fondos estatales en forma de préstamos o subsidios directos para las empresas, cada uno de los cuales asciende a cientos de miles de millones de euros, más que en el momento de la crisis financiera de 2008; 2. el cierre de tiendas, instituciones culturales, etc., manteniendo abiertas no sólo las ramas críticas de la provisión de bienes necesarias, sino también las ramas centrales de la creación de valor; y 3. en una medida limitada, la intervención en el sector sanitario privado para proporcionar camas y material médico. En casos excepcionales, los gobiernos han dado instrucciones incluso a las empresas industriales para que cambien su producción a los productos que se necesitan en la crisis del coronavirus, y en algunos casos las propias empresas han empezado a hacerlo o se han ofrecido a hacerlo. ¿Quién podría haber imaginado la semana pasada que empresas como GM o Zara se ofrecerían a producir ventiladores y mascarillas?
Esto nos muestra cuán profunda es la crisis actual y cuán profunda puede llegar a ser a los ojos de los capitalistas. Se están preparando para una "economía de guerra" con fuertes elementos controlados por el estado, una especie de "capitalismo de estado". La contradicción central aquí es que estas medidas no se están tomando para controlar la crisis sanitaria de la manera más eficiente, sino para mantener la maquinaria de ganancias capitalistas funcionando lo mejor posible. Por eso el BCE anunció un paquete de rescate de 750 mil millones de euros, y el Ministro de Economía Federal Altmaier prometió préstamos "ilimitados" y subsidios masivos, exenciones fiscales y cambios legislativos para apoyar a los sectores centrales de la economía. Y al mismo tiempo, millones de personas deben seguir trabajando, aunque en todas partes se hace un llamamiento a mantener la distancia social y a quedarse en casa si es posible, y aunque no trabajen en áreas que son críticas para el suministro. ¿La razón? Sus negocios permanecen abiertos porque la patronal quiere seguir obteniendo ganancias.
Tests masivos en lugar de un toque de queda medieval
El gobierno y los medios de comunicación burgueses quieren prepararnos para aceptar más restricciones en nuestros derechos democráticos. En su discurso excepcional del pasado miércoles, la canciller Angela Merkel hizo hincapié sobre todo en la responsabilidad individual y amenazó con restringir aún más los derechos democráticos.
Hizo una comparación con el período de posguerra: "Desde la Segunda Guerra Mundial, no ha habido un desafío para nuestro país que haya dependido tanto de nuestra solidaridad conjunta." Pero, ¿qué clase de "solidaridad" se menciona aquí, cuando muchos negocios y fábricas siguen abiertos y millones de personas todavía tienen que ir a trabajar porque todavía tienen que pagar el alquiler, la comida, etc.? No, con este "Momento Churchill" (FAZ) Merkel conjuró la unidad nacional para ganar la aceptación de todas las medidas venideras y para cortar de antemano todas las críticas. Al mismo tiempo, esto se refiere principalmente a la solidaridad "nacional" cuando se sigue manteniendo a los refugiados en prisiones, se cierran las fronteras exteriores e incluso se restringe la exportación de equipo respiratorio, lo que puede impedir el suministro de estos dispositivos vitales a países con graves crisis sanitarias. Así, el creciente nacionalismo de las burguesías está exacerbando la crisis de millones de personas.
El toque de queda ya es una realidad en algunas ciudades y condados y en toda Baviera. Un toque de queda nacional podría decidirse el domingo en una reunión del gabinete. Pero en el siglo XXI esto es la aplicación de un método completamente medieval.
No hay duda de que las reuniones con muchas personas pueden fomentar la propagación del virus. Desde el punto de vista epidemiológico, por supuesto, la restricción de los contactos interpersonales es sin duda urgente. Es precisamente por esta razón que es realmente sensato evitar las grandes reuniones de personas.
Sin embargo, los toques de queda generalizados en la era de la digitalización y el progreso científico son absurdos desde el punto de vista médico; las pruebas masivas y la cuarentena para los realmente afectados serían mucho más efectivas. En Alemania ya se han realizado más pruebas en comparación con muchos otros países, pero muchas menos que en Corea del Sur, por ejemplo, donde la pandemia fue contenida con la ayuda de pruebas masivas. En Alemania, todavía estamos lejos de realizar pruebas masivas para toda la población, como exige incluso la OMS. En cambio, nos están preparando - sin saber dónde y cómo se está propagando el virus - para tomar medidas de aislamiento generalizadas. En otras palabras, sin saber si los lugares y personas que están aislados son también los que deberían estarlo. Esto significa que no existe una base seria para saber dónde deben concentrarse los recursos sanitarios y dónde deben tratarse los casos más graves.
Si la producción y distribución de los tests para el virus son insuficientes, es necesario crear una comisión de investigación, con la participación de los sindicatos y los científicos, para analizar qué empresas pueden modificar su producción para producir o garantizar los tests.
Contra la tregua de la "paz civil"
La situación actual no sólo es ineficiente - y potencialmente fatal - en términos de política sanitaria, sino que también conlleva el riesgo de un salto en la bonapartización y militarización del Estado. En otros países, la presencia militar en las calles ya se ha incrementado enormemente, y en Alemania también nos estamos preparando a ver patrullar las unidades del ejército y un virtual estado de sitio.
En este contexto, la actual política de "paz civil" de los sindicatos y el partido Die Linke (La Izquierda) es criminal. En obediencia anticipada, los líderes de Die Linke han detenido toda crítica fundamental a las políticas del gobierno. Los sindicatos de la Confederación Sindical Alemana (DGB) han señalado que no utilizarán ningún tipo de medidas de lucha para evitar los efectos sociales de la crisis y los ataques a los trabajadores en forma de despidos, pérdida de salarios, etc. En cambio, quieren negociar con la patronal, pero millones de trabajadores tendrán que trabajar en condiciones inseguras. Sólo para nombrar dos ejemplos devastadores: el sindicato metalúrgico IG Metall se ha comprometido ayer a no tomar ninguna medida de lucha salarial en 2020 (lo que sería fatal en caso de una posible inflación como resultado de la crisis del coronavirus). Y recién a principios de marzo, en relación con el coronavirus, la junta ejecutiva nacional del sindicato de servicios ver.di detuvo la huelga en la Charité Facility Management (CFM), sin posibilidad de decisión para los propios huelguistas. Así, la "paz civil" llevará a que las luchas de años de los trabajadores vuelvan a quedar en nada.
Por otra parte, los ejemplos de resistencia de los trabajadores del Estado español o de Italia (o incluso de Austria) son muy reveladores: aunque hace tiempo que se estableció un toque de queda, millones de personas todavía tienen que apretujarse en los metros e ir a trabajar. Sólo por iniciativa de los propios trabajadores, con huelgas (a veces de salvajes) cerraron los centros de trabajo que eran lugares de contagio.
La "paz civil", por otro lado, es - especialmente cuando la militarización avance - la renuncia previa a la defensa más elemental y nos deja sin armas. Pero si la clase dominante quiere aprovechar la crisis actual para impedir las protestas o imponer medidas indeseables de manera autoritaria y sin resistencia, hay que movilizarse. Porque si nos vemos obligados a salir a la calle para defendernos a nosotros mismos y a nuestras condiciones de vida, la decisión de si podemos pelear por nuestras condiciones sociales, democráticas, etc., no deben ser tomados por el Estado y sus órganos de represión. Por eso, aunque haya una restricción de la libertad de movimiento, las organizaciones sociales, sindicales, etc. deben poder reunirse y movilizarse, si estas organizaciones, asesoradas por especialistas de la salud, lo consideren necesario.
Coordinación internacional centralizada en lugar de un federalismo estrecho de miras y aislamiento
Particularmente absurdo en la situación actual es el federalismo que prevalece en la República Federal de Alemania. Cada estado federal y en algunos casos incluso cada municipio decide por sí mismo las medidas a tomar, hay diferentes reglamentos en todas partes en relación con los cierres, las compensaciones, el cuidado de los niños, etc. Y la atención de la salud en sí misma también está extremadamente federalizada, si no completamente privatizada. Al mismo tiempo, se están cerrando las fronteras nacionales y decenas de miles de personas se encuentran en campamentos en las fronteras exteriores de la Unión Europea (UE), donde el riesgo de infección es extremo. Este tipo de aislamiento no ayuda a contener el virus, pero condena a decenas de miles de personas a la muerte.
No existe un plan de salud centralizado para combatir el virus a nivel nacional, y ciertamente no a nivel internacional, donde sería necesario en vista de la propagación mundial de la pandemia. Incluso la investigación de una vacuna contra el coronavirus se está convirtiendo en un asunto de competencia interimperialista.
Esto demuestra el carácter podrido de los Estados imperialistas y de la UE ante esta crisis: en lugar de utilizar la asociación de Estados para coordinar la investigación y la atención sanitaria a nivel internacional, cada país se aisla cada vez más y compite con otros países por el material médico. Mientras se cierran las fronteras para las personas y los bienes vitales como el equipo respiratorio, permanecen abiertas para la exportación de automóviles y otros bienes. Al mismo tiempo, se intensifica el nacionalismo reaccionario de los Estados imperialistas, que combinan el cierre de las fronteras con una bonapartización interna y un "estado de alarma" hacia el "enemigo externo".
¿No deberían todas las investigaciones sobre una vacuna contra el coronavirus estar disponibles de forma inmediata y gratuita para todos los laboratorios del mundo, de modo que el mayor número posible de investigadores pueda llevar a cabo pruebas, evaluar los resultados y proporcionar y mejorar las posibles vacunas al mismo tiempo? Según la Asociación de Empresas Farmacéuticas Basadas en la Investigación de Alemania (VFA), hay por lo menos 46 empresas e instituciones de investigación (al 17 de marzo de 2020) que trabajan en vacunas contra el coronavirus, pero casi todas ellas por separado.
Esto no sólo es un riesgo para millones de vidas, sino también extremadamente ineficiente. Una cooperación amplia, en la que se compartan todas los estados de investigación y los resultados provisionales, permitiría un suministro mucho más rápido de remedios y vacunas. Pero esto no es lo que se pretende. Porque en la lógica capitalista, la empresa o instituto que patenta la vacuna y así se asegura miles de millones en ganancias, al final sale victoriosa.
Esto está en línea con la política neoliberal de recortes y privatización del sistema de salud en interés de los inversores privados y los accionistas. En aras de las ganancias, se introdujo un sistema neoliberal de financiamiento de los hospitales, se llevó a cabo una externalización masiva con el fin de lograr rebajas salariales, se privatizaron las clínicas y mucho más. Al mismo tiempo, el actual Ministro de Salud, Jens Spahn, celebró el cierre de más de 600 clínicas de emergencia en 2018.
Los empleados de los hospitales y sus filiales subcontratadas se han rebelado contra esta política de recortes, subcontratación y privatización durante años. Desde hace mucho tiempo luchan por la renacionalización o la remunicipalización de las empresas tercerizadas de los hospitales -en algunos casos con éxito, como en el caso de los terapeutas de Charité y Vivantes en Berlín-, a menudo contra los propios gobiernos responsables, que hacen promesas (como el senado roji-rojo-verde de Berlín) pero no implementan ninguna solución.
A la vista de estas experiencias concretas de lucha de los últimos años, es evidente que el gobierno no tomará ninguna medida por su cuenta en interés de la población y los trabajadores. En cambio, se necesita una lucha de los propios trabajadores, en la que reúnan a toda la población detrás de ellos con un programa hegemónico. En esta situación de emergencia por coronavirus, esto incluye nacionalizar las compañías farmacéuticas sin ninguna compensación y poner todas las áreas de investigación médica bajo el control de profesionales y técnicos. Las patentes de los medicamentos deben ser abolidas y la atención médica de todas las personas que la necesiten debe estar garantizada por el Estado y ser gratuita. Todos los laboratorios que producen tests e investigan vacunas deben ser obligados a coordinar sus resultados provisionales y a poner a disposición sus tests y vacunas de forma gratuita y libre - en todo el mundo, para que los países en los que la pandemia recién está empezando puedan beneficiarse de ellas.
Esto requiere una centralización de todo el sistema de salud bajo un plan general centralizado -controlado democráticamente por los trabajadores- que incluya laboratorios, clínicas privadas, los productores de material médico, guantes, desinfectantes, etc., en la perspectiva de su expropiación completa y sin compensación bajo la administración pública y el control democrático de los trabajadores y especialistas. Esto incluye también el suministro masivo de equipos de tests, camas de cuidados intensivos con equipo respiratorio, etc., a fin de proporcionar una atención integral a toda la población, así como la organización inmediata de todo el personal médico y de enfermería necesario (incluida la formación de estudiantes de medicina y enfermería).
Todo el sistema de salud debe ser controlado por comités de personal sanitario y pacientes. Las empresas que deben seguir produciendo para gestionar la crisis sanitaria y proporcionar bienes y servicios vitales -como el transporte, la energía, los supermercados u otros servicios- deben ponerse bajo el control de comités de salud y seguridad que puedan controlar los turnos, las medidas de seguridad y las nuevas contrataciones. Se deben garantizar los derechos laborales y sindicales plenos.
Poner el control en manos de los trabajadores
En vista de la pandemia del coronavirus, la necesidad de una economía planificada centralizada y controlada democráticamente es cada vez más evidente. En tiempos de crisis extrema, los estados capitalistas han recurrido repetidamente a la nacionalización de partes de la economía capitalista en forma de "economía de guerra" porque han reconocido la necesidad de centralización y control durante la crisis. Incluso en estos días, por ejemplo, el Ministro Federal de Economía, Peter Altmaier, habla de nacionalizar las empresas críticas para la infraestructura en situación de emergencia. El gobierno español ya ha decidido una nacionalización parcial de las empresas sanitarias privadas. Pero sólo lo hacen para salvar los beneficios capitalistas y nacionalizar las pérdidas, que más tarde las grandes mases tendrán que pagar, como ocurrió durante la última crisis mundial en 2008/9.
La negativa del estado a aplicar un plan de atención de salud centralizado y el anuncio anticipado de toques de queda en todo el país se oponen directamente a los intereses de la gran mayoría de la población. Mientras tanto, los beneficios e intereses de las grandes empresas, es decir, los que monopolizan los medios y recursos necesarios para resolver esta situación, no se ven afectados.
No tiene el menor sentido que quienes tienen que cuidar a menores o a familiares o que pertenecen a un grupo de riesgo sigan viajando a su lugar de trabajo todos los días. Para todos ellos, es necesario exigir a las empresas salarios completos y tiempo libre remunerado. La ayuda o los horarios de trabajo flexibles no son suficientes y reducirán los ingresos de estas familias. La normativa sobre el trabajo a jornada reducida también supondrá una pérdida masiva de ingresos. Las reducciones forzadas de horas sin paga o los despidos son un ataque directo a las condiciones de vida. Pero eso es exactamente lo que está sucediendo actualmente en cientos de miles de casos.
Tampoco tiene sentido seguir trabajando en ramas que sólo están orientadas a las ganancias de la patronal. Sin embargo, muchas de estas empresas podrían seguir operando en condiciones de seguridad, no para que la patronal siga enriqueciéndose, sino para que se pongan al servicio de la solución de los grandes problemas sanitarios y sociales que están surgiendo de esta crisis.
No sólo se podrían poner al servicio de la superación de la crisis del coronavirus aquellas ramas críticas de suministro actuales, sino que se podría reorganizar toda la economía bajo el control de los trabajadores. Las fábricas de automóviles podrían producir respiradores, las fábricas textiles podrían producir máscaras y trajes protectores, las empresas químicas podrían producir los productos químicos necesarios para los tests, desinfectantes, etc. Los trabajadores (especialmente los jóvenes que corren menos riesgos) podrían producir y distribuir todo lo necesario para la vida de millones de personas, ejerciendo al mismo tiempo el control general de los trabajadores sobre todas las iniciativas sanitarias y económicas de los gobiernos. Al mismo tiempo, el control de los trabajadores, partiendo los trabajadores de las tiendas, los supermercados o en la industria de bienes vitales, también puede aplicarse contra los especuladores que ejercen un monopolio o aumentan los precios de los productos que se han vuelto indispensables.
Al mismo tiempo, una gran señal de solidaridad internacional podría practicarse de esta manera: La industria alemana podría producir suficientes recursos para abastecer a muchos países que ya están afectados por la pandemia del coronavirus o lo estarán en el futuro. Porque es especialmente en los países periféricos y semicoloniales donde la crisis cobrará un número especialmente elevado de vidas. Una producción bajo el control obrero podría remediar esta situación si pone todos los recursos disponibles en la transformación de la economía para este propósito.
11 medidas de emergencia de la clase obrera para luchar contra la pandemia
1) Apoyo presupuestario excepcional para la salud pública. Drásticos impuestos especiales sobre los beneficios y activos de las empresas y los ricos para financiar todos los efectos de la crisis.
2) Tests masivos para toda la población. Asegurar la atención médica gratuita para todas las personas. Abolición de las patentes de vacunas y remedios. Todos los laboratorios que producen tests e investigan vacunas deben ser forzados a coordinar sus resultados provisionales y hacer que sus tests y vacunas estén disponibles gratuitamente en todo el mundo.
3) Incautación de todos los recursos privados necesarios para la atención médica adecuada y exámenes de la población. Nacionalización sin indemnización y bajo el control de los trabajadores del sistema sanitario privado, los laboratorios y las empresas productoras de medicamentos y elementos de atención y prevención para combatir la pandemia.
4) Conversión de toda la producción industrial bajo control obrero para producir productos necesarios como respiradores, ropa protectora, desinfectantes. Distribución democráticamente controlada de estos y otros bienes esenciales. Coordinación internacional de la distribución en lugar del aislamiento nacional.
5) Comités de salud y seguridad de los trabajadores y los pacientes para controlar todo el sistema de salud y todas las empresas que deben seguir trabajando para gestionar la crisis sanitaria y la producción de bienes y servicios vitales, como el transporte, la energía, los supermercados u otros servicios.
6) Prohibición de despidos y recortes salariales. Tiempo libre remunerado para todos los trabajadores de los sectores no esenciales que no pueden ser reestructurados.
7) Reducir las horas de trabajo con igual salario en áreas esenciales de cuidado y tratamiento médico. Integración inmediata y con contratos fijos del personal necesario, al tiempo que se proporcionan recursos de seguridad sanitaria. Para ello, se deben asumir las tareas necesarias que alivian al personal. De esta manera, el personal auxiliar puede ser entrenado (¡e integrado!) para aliviar al personal de enfermería de las tareas. La subcontratación debe ser abolida, el personal debe ser reintegrado.
8) Expropiación de todas las casas y apartamentos vacíos y hoteles para proporcionar habitaciones para el cuidado de los pacientes. Moratoria de todos los alquileres y servicios básicos como electricidad, agua, calefacción, suspensión de pagos de créditos, etc. Suspensión de todos los desahucios.
9) ¡Ninguna militarización de nuestras calles, ningún toque de queda medieval, ninguna tregua! Asambleas y movilizaciones sociales, sindicales, etc. deben permitirse si estas organizaciones - asesoradas por especialistas de la salud - lo consideran necesario. Huelgas y resistencia contra cualquier despido, creando una red sindical supraempresarial y suprarregional con delegados de los establecimientos para centralizar las demandas de los hospitales y elaborar un plan de acción.
10) Suspensión de todas las deportaciones, liberación inmediata de todas las personas en los campos y prisiones de deportación, alojamiento descentralizado. Recepción inmediata de todos los refugiados en las fronteras exteriores de la UE. Suspensión de todos los efectos de las leyes de extranjerí que podrían implicar sanciones. Satisfacer todas las necesidades básicas de las personas sin hogar y los refugiados.
11) Cancelación de todas las deudas de los países semicoloniales y reasignación de todo el presupuesto militar al sector de la salud. Cancelación de todas las sanciones contra el Irán, Venezuela y Cuba.