Fue una de las movilizaciones más grandes de la historia alemana reciente. Más de 1,4 millones de personas en todo el país siguieron el llamado a una “huelga global por el clima” del movimiento juvenil Fridays for Future mostrando que existe un fuerte movimiento ecologista dispuesto a luchar por medidas urgentes para terminar con la destrucción ambiental.
Sábado 21 de septiembre de 2019 17:07
Más de 270.000 en Berlín, casi 100.000 en Hamburgo, 70.000 en Colonia, 40.000 en Múnich y Bre-men y decenas de miles más en hasta 500 ciudades en todo el país hicieron de la jornada del jueves la movilización más grande a favor de medidas urgentes para terminar con la destrucción ambiental. Bajo el lema “Todos por el clima” el movimiento juvenil Fridays for Future convocó no sólo a estudiantes secundarios, que ya llevan manifestándose hace casi un año todos los viernes, exigiendo cambios en la política climática del gobierno. El llamado a la “huelga” fue escuchado por un arco amplio de estu-diantes universitarios, ONGs, organizaciones políticas y sociales, hasta partidos políticos y empresarios.
Ya por la mañana del viernes las plazas y calles cercanas a la emblemática Puerta de Brandenburgo se iban llenando de jóvenes de todas edades, estudiantes secundarios con pancartas con lemas como “Los adultos no escucharon la alarma, nosotros estamos despiertos” y hasta niños y niñas de pocos años que iban con sus maestros de los jardines infantiles.
Pero también se hicieron parte muchos adultos de diferentes sectores sociales, como padres, médicos, estudiantes de las distintas universidades y organizaciones sindicales y políticas. Desde la tribuna, científicos explicaron la importancia de medidas que impidan que la temperatura global suba más de 1,5 grados para evitar aún más catástrofes ambientales con consecuencias terribles sobre todo para la población pobre y trabajadora de los países semi-coloniales donde los efectos del cambio climático ya son palpables.
También habló la capitana del barco de la ONG Sea Watch, Carola Rackete, que en julio de este año había sido arrestada en Italia por desembarcar sin autorización en el puerto de Lampedusa a 42 mi-grantes que había salvado en el Mediterráneo. Denunció a las grandes multinacionales y los bancos por ser los grandes contaminadores y beneficiados de un sistema social que no está para satisfacer las necesidades de las grandes mayorías y el medio ambiente sino para saciar la sed de ganancia de unos pocos.
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En muchos discursos y cánticos se pudo escuchar y observar una crítica al capitalismo y fueron varias las pancartas que dijeron “System change not climate change” (cambio del sistema, no cambio climáti-co). Esta nueva generación de jóvenes que entraron en la vida política a través de Fridays for Future es crítica hacia el capitalismo que no tiene nada más que ofrecerles que la destrucción del planeta. Algu-nos de ellos participan del movimiento Extinction Rebellion que también participó de la marcha y or-ganizó bloqueos en arterias importantes de algunas ciudades como Berlín y Hamburgo a continuación de las marchas.
También se hizo presente el creciente movimiento de mujeres en Alemania, con varios bloques con cientos de mujeres y personas LGBTI* advirtiendo la vinculación entre la lucha feminista y la lucha ecológica ya que son mayoritariamente mujeres y niñas las que más sufren las consecuencias del cam-bio climático. También hubo varias organizaciones anti-racistas que exigieron un cambio en la política ambiental a la par con las demandas históricas del movimiento de los refugiados como la apertura de todas las fronteras y la concesión de todos los derechos para toda persona que ingrese al país. En la actualidad existen 20 millones de “desplazados climáticos”.
La fuerza y las demandas claras que se levantaron durante las manifestaciones distaron mucho del resultado de la llamada cumbre climática que celebró el gobierno alemán este mismo viernes en prepa-ración de la UN Climate Summit que tendrá lugar el día 23 en la sede de las Naciones Unidas en Nue-va York. En el centro del debate estaba el impuesto al CO2 que finalmente se introducirá de forma light en 2021, con un precio de diez euros por tonelada de CO2 en transporte y vivienda – aumentán-dose consecutivamente a 35 Euros hasta 2025. En su funcionamiento se parece al mercado de emisio-nes, al cual la Socialdemocracia se opuso hasta ahora. Con una medida demagógica, el plan del go-bierno incluye subvenciones a los autos eléctricos, que lejos de ser “buenos” para el medio ambiente son un mercado creciente donde el sector automotriz alemán, gran aliado del gobierno, busca ampliar su influencia. Además el gobierno se comprometió invertir 50 mil millones de euros hasta el año 2023 para alcanzar los objetivos en materia climática para 2030.
Apenas después de anunciarse, las medidas suscitaron la crítica de organizaciones ambientales y de Fridays for Future por ser insuficientes ante la gravedad del asunto y no avanzar en una re-estructuración ecológica de la economía. De hecho, la cumbre climática mostró una vez más la debili-dad del gobierno de Merkel que no tiene la fuerza de tomar medidas que contengan al movimiento e impidan el fortalecimiento del Partido verde que supo capitalizar en votos la puesta en escena de la cuestión ambiental en los últimos comicios regionales y las elecciones europeas de mayo pasado.
Pero ni las minúsculas medidas propuestas por el gobierno o el mercado de emisiones en su forma light o con precios más altos que directamente afectarán al bolsillo popular, son suficientemente pro-fundas para tener un impacto rápido y real como lo exigen los científicos y ecologistas, ya que inten-tan salvar los intereses de los grandes contaminadores, las automotrices, la industria química y las em-presas energéticas. Para esto es necesario un movimiento fuerte y masivo que le arranque medidas urgentes al gobierno siempre y cuando no afecten el bolsillo popular a la vez de luchar por medidas drásticas como la nacionalización de las grandes empresas contaminantes bajo gestión de los trabaja-dores y un plan de inversión en la infraestructura y el transporte público financiado por impuestos a los más ricos.
Para lograr esto es necesaria la unidad del movimiento juvenil con el movimiento obrero porque solo con la fuerza de la clase trabajadora se pueden imponer todas las demandas. Si bien las burocracias sindicales apoyaron las marchas, no movilizaron o ni llamaron a ninguna huelga. Aún así, cientos de miles de trabajadores participaron en la jornada, ya sea en su tiempo libre o gracias a la masiva presión que obligó a muchas empresas e incluso a una parte del sector público a permitir la participación en la marcha. Además está el ejemplo de más de 500 activistas sindicales que firmaron una petición que exigía a las burocracias sindicales llamar a una huelga política (por reclamos que exceden el salario y las condiciones de trabajo, que están prohibidas).
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En Berlín, el grupo RIO, integrante de la Red de diarios La Izquierda Diario, junto a las agrupaciones que impulsa, marchó junto a activistas del 8 de marzo, trabajadores de la salud y del transporte y di-versos activistas. Bajo el mismo lema “Workers For Future”, los combativos trabajadores del Jardín Botánico de Berlín participaron en un cortejo propio, desafiando a la empresa pública de hacer una huelga política, cuestión que finalmente fue resuelta dando permiso de asistir a la manifestación.
En Múnich, el bloque de Workers For Future también se movilizó, y contó con la participación de mi-litantes de RIO, la organización de mujeres Brot und Rosen, así como activistas refugiados del grupo “refugee struggle for freedom”.
Esto demuestra que aunque siguen intactos los mecanismos de la conciliación social, hay una inquie-tud en los sectores avanzados de trabajadores que ven que es urgente que los sindicatos tomen la cues-tión ecológica en sus manos y luchen por sus propias demandas. Habrá que ver qué impacto tuvo la jornada histórica en el movimiento Fridays for Future pero sin lugar a dudas marcó un hito en la co-yuntura política y social.
La presentación del plan “ecológico” del gobierno, junto a las respuestas negativas que recibió en las manifestaciones y en toda la prensa, demuestra la bancarrota de la coalición del “extremo centro”, entre socialdemócratas y conservadores. Mientras que los verdes y las ONGs exigen medidas más drásticas para que la crisis ambiental la paguemos “todos” –es decir la clase trabajadora–, el gobierno teme tomar medidas antipopulares que terminen de socavar su propia base.
Las manifestaciones de ayer demuestran que existen las fuerzas para luchar por medidas radicales que puedan terminar con la destrucción ambiental, afectando los intereses de los capitalistas. Para ello, hace falta seguir con las movilizaciones y bregar por una perspectiva anti-capitalista y de la clase tra-bajadora.