El último Censo reveló que la población creció un 15% desde el 2002, algo considerado como bajo y estable. El verdadero problema es que reveló que tres cuartas partes de la población total viven en 5 regiones de la zona central de un total de 15 que componen todo el territorio lo cual a futuro podría tener consecuencias en las condiciones de vida y en los recursos de estas regiones
Sábado 2 de septiembre de 2017
Según Rodrigo Hidalgo, académico del Instituto Geográfico de la Universidad Católica, una alta concentración de población en una reducida porción de territorio puede ser muy riesgoso y tener consecuencias para la calidad de vida de las personas y prontamente podríamos enfrentarnos a esta problemática si se mantienen las tendencias que reveló el Censo 2017.
El último Censo reveló que un 73% del total de la población en Chile (17,3 millones) vive entre las regiones de Valparaíso y del Bío Bío, mientras que el 27% restante se distribuye entre las otras 10 regiones que comprenden el territorio nacional, siendo los casos más extremos el de las regiones australes de Aysén y Magallanes, donde vive el 1,5% de la población del país.
Para el geógrafo de la UC, esto representa un problema porque "Son niveles de concentración muy grande y es una situación que en el futuro puede ser insostenible, y ya lo está siendo" y agrega que esto se debe a "la presión (que se ejerce) sobre la infraestructura y los recursos naturales relacionados con los servicios de urbanización, fundamentalmente el agua y la energía eléctrica", lo que se agudizaría con el "cambio climático".
Así "La crisis del agua en un contexto de cambio climático va a tener consecuencias muy importantes, dado los patrones de asentamiento de la población chilena". De hecho, asegura que "esos sectores ya están haciendo crisis" y menciona que durante este invierno ya se vivió una "crisis energética significativa" con los prolongados cortes de luz.
De esta manera, las consecuencias de la centralización que mantiene el país están en camino de afectar las condiciones de vida, considerando que una gran porción del financiamiento nacional es destinado especialmente en la Región Metropolitana dejando muy poco para mejorar los servicios y las obras públicas de las regiones, afectando con ello su calidad de vida y también la disponibilidad de empleos, incentivando la migración hacia las regiones del centro.
La excepción serían las ciudades del extremo norte, cuyo crecimiento se acerca a las regiones del centro, pero en cuyo caso estaría asociado al impacto de la actividad minera de la zona, dejando entrever el rol de los empresarios y sus políticos en la distribución de recursos regionales en base a los beneficios potenciales para sus intereses individuales.