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Amazon desde dentro: un libro sobre las huelgas obreras en el corazón de la bestia

ENTREVISTA CON JOSEFINA MARTÍNEZ

Amazon desde dentro: un libro sobre las huelgas obreras en el corazón de la bestia

Redacción Contrapunto

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En noviembre de 2023, trabajadores de Amazon firmaron una petición exigiendo “poner fin de inmediato a la complicidad de la empresa con el genocidio de palestinos en Gaza”. Los trabajadores denunciaron que Amazon brinda servicios tecnológicos y de inteligencia artificial al Estado de Israel. En octubre de 2021, más de cuatrocientos trabajadores de Amazon y Google ya habían protestado contra el Proyecto Nimbus, un contrato de 1200 millones de dólares entre esas empresas y el gobierno de Israel para proporcionar servicios digitales al ejército de ocupación. Nimbus tenía el objetivo de crear un “ecosistema digital” para “una mayor vigilancia y recopilación ilegal de datos sobre los palestinos”, además de facilitar la “expansión de los asentamientos ilegales de Israel en tierra palestina”, denunciaban los trabajadores.

Así arranca el libro de Josefina L. Martínez, Amazon desde dentro: el secreto está en la explotación publicado en marzo de 2024 en España por Escritos Contextarios de CTXT.

En la introducción, la autora destaca que “en momentos en que la barbarie y la hipocresía de los Estados más poderosos del mundo adquiere formas siniestras, esos pequeños gestos son muy importantes. Indicios de algo nuevo, que, si se multiplica, abriría la posibilidad de un futuro alternativo a este presente de distopía capitalista.”

Martínez escribe sobre las huelgas en Amazon y otras luchas obreras en la revista española CTXT desde hace varios años. Para este libro, entrevistó a trabajadores y activistas que participan en procesos de organización y lucha en Amazon España, Amazon Reino Unido y en grandes empresas de logística en Estados Unidos como UPS. En el libro se recorren algunos debates sobre la “amazonificación del capitalismo”, la extensión de las cadenas logísticas globales y la reconfiguración de la clase trabajadora en el siglo XXI, que plantean diversos autores como Cedric Durand, Aaron Benanav, Kim Moody, entre otros.

Pastora Filigrana, abogada laboralista, activista gitana y antirracista escribe el prólogo. Allí plantea que “el capital no sólo desea que las personas trabajen por menos salarios; también quiere que trabajen más tiempo. Para ello, la tecnología se pone al servicio del control y el disciplinamiento de las personas trabajadoras”. Pone como ejemplo los geolocalizadores de los repartidores de Glovo o Uber y los dispositivos de medición del tiempo de trabajo como los que utiliza Amazon. Pero cuando se pretende que “las personas trabajen más por menos, el riesgo de la conflictividad social y sindical es constante.” Filigrana apunta que “este libro recoge las voces en primera persona de quienes están enfrentando los retos de construir un sindicalismo que no se conforma con perseguir determinadas mejoras laborales, sino que plantea un cuestionamiento de la ordenación económica y social del mundo desde el corazón de la bestia.” Para profundizar en estos temas, entrevistamos a Josefina Martínez.

“El secreto está en la explotación”. El título parece una declaración de guerra contra los discursos meritocráticos neoliberales, que presentan el éxito de estos super millonarios como resultado de la iniciativa individual. ¿Esa es la idea?

Sí, en el libro retomo el mito del garaje de Silicon Valley. En el cuento ultra liberal, el emprendedurismo abre el camino para que florezcan mil flores en el mercado capitalista. Y en especial, sobre las empresas tecnológicas como Amazon, Google o X está muy instalada la idea de que lo digital permite una democratización de las reglas del juego para las empresas y los usuarios. El premio sería para aquellos “innovadores” con “espíritu audaz” que salen de lo convencional: una oda a la meritocracia neoliberal. En Argentina, Milei es un gran defensor de este tipo de ideas.

La realidad es que las tecnológicas son un sector con una descomunal concentración de capital. Para verlo más claro: hace 25 años las empresas capitalistas más grandes del mundo por capitalización bursátil eran petroleras y eléctricas. Ahora las primeras son Apple, Microsoft, Google y Amazon. Son empresas que aprovecharon muchísimo la pandemia. Es decir, que mientras millones de personas la pasaban muy mal, ellos se llenaron de oro. En el caso de Amazon sus ganancias vienen siendo fenomenales. Jeff Bezos, Elon Musk, y Bill Gates están entre 5 hombres más ricos del mundo.

Hay otro relato que hay que desarmar. La idea de que estas empresas triunfan producto de la inteligencia artificial, de la innovación en la red logística o la robotización. Obviamente esto les otorga enormes ventajas comparativas. Pero sus ganancias no se explican si no ponemos la vista en la precarización de una fuerza laboral inmensa a nivel mundial. Amazon es una de las empresas que emplea más trabajadores directos en el mundo, más de 1 millón y medio de trabajadores (sin contar cientos de miles de repartidores externalizados, o falsos autónomos).

Además, hay muchas investigaciones que muestran que Amazon es especialista en evadir impuestos, con maniobras legales, pero totalmente fraudulentas.

Imagen del libro Amazon desde dentro: el secreto está en la explotación, frente al almacén Amazon Mad4 en Madrid.

Hay otra visión sobre los cambios en la esfera digital que introducen este tipo de empresas de plataforma y sobre la relación con los usuarios, la idea de un “capitalismo de vigilancia”. ¿Estamos ante una nueva forma de dominación de la cual es imposible escapar?

Zuboff es una autora que plantea esa idea. Que las transformaciones digitales nos estarían llevando a un orden social nuevo, donde el usuario de internet y redes se transforma en un ente al que las empresas digitales le roban la vida con múltiples mecanismos. Donde la “gobernanza” pasaría ahora por un control digital de los cuerpos. Son tesis cuestionadas por varios autores marxistas, porque unilateralizan hasta el infinito un aspecto de la realidad. Borran por completo las dinámicas estructurales del capitalismo, sus contradicciones, la explotación del trabajo, el papel de los Estados capitalistas y, sobre todo, la lucha de clases. Es como si hubiera un poder omnipotente y vigilante, una especie de distopía digital.

Es cierto que Amazon y otras empresas se alimentan de los datos y la información que brindan los usuarios al utilizar la plataforma, es una masa de información enorme. Y utilizan cada vez más las tecnologías para la vigilancia y el control.

Pero si solo vemos eso, te puede llevar a la impotencia, como si no hubiera escapatoria. Y la verdad es que no es así: Amazon no funciona sin trabajadores y trabajadoras, lo mismo que el resto de empresas tecnológicas, desde aquellos precarios que trabajan en los almacenes a los que están en un call center o los programadores que manejan los servidores donde se guarda toda esa información. Y cuando los trabajadores organizan huelgas, se pone en cuestión quien tiene el control.

En el libro se hace una radiografía de este pulpo mundial capitalista: ¿qué es Amazon hoy?

Es una de las empresas más grandes de la logística mundial. Pero es mucho más. Es una de las plataformas más importantes de venta online en el planeta y controla cerca de la mitad de las infraestructuras de almacenamiento de información en la nube (donde muchas otras empresas guardan sus datos).

Amazon aprovecha la internacionalización de las cadenas de suministros, algo que permitió a los capitalistas relocalizar la producción y bajar los costos durante las últimas décadas. Lo que Corsino Vela llama un «fordismo disperso», con cadenas de producción y suministros extendidas por diferentes países. Es parte de una revolución en la logística en los últimos años, que se basa en una red de almacenes, contenedores, transporte marítimo, trenes, aviones y camiones. Esa red física está conectada por una red digital: códigos de barras, técnicas de seguimiento vía satélite, Big Data. Es lo que se conoce como logística “inteligente”. Amazon tiene cerca de 1100 almacenes logísticos en el mundo, la mitad en EEUU, unos 350 en Asia, 250 en Europa y unas decenas en el resto del mundo. El investigador Kim Moody señala que Amazon es líder en eso que Marx llamó la “aniquilación del espacio por el tiempo”. La clave pasa por mover mercancías muy rápido a miles de kilómetros, entran a los almacenes por una puerta y salen por la otra.

Pero ahí no termina el asunto. Al controlar la plataforma de venta online, Amazon tiene ventajas adicionales sobre su competencia. Captura en tiempo real millones de datos de miles de operaciones y puede saber rápidamente qué productos se venden más, o qué productos se están buscando en ese momento en cada lugar. Muchas veces, cuando detecta un nicho de mercado, Amazon puede ofrecer sus propios productos con descuentos importantes para competir. El negocio es redondo.

Vamos poner la lupa en ese secreto oculto de Amazon: ¿qué pasa al interior de los almacenes y en el reparto?

Los almacenes de Amazon son enormes instalaciones, muchas de ellas robotizadas, que agrupan a varios miles de trabajadores y funcionan durante las veinticuatro horas. Para el último trayecto de los productos, lo que se llama la “última milla”, Amazon ha probado diferentes modalidades para ese trayecto, todas igual de precarias, usando empresas externalizadas.

Todas las tareas que hacen los trabajadores en los centros logísticos, como destaca Moody en varios trabajos, son parte de la esfera de la producción, aunque no opere ningún otro cambio material en la mercancía que su traslado. Y ahí se produce ese robo legalizado que Marx llamó plusvalía. El objetivo es incrementar ese robo del tiempo de trabajo lo más posible, y para eso Amazon utiliza mecanismos para controlar todos movimientos de los trabajadores, intensificar el trabajo.

Los trabajadores del almacén MAD4 en Madrid tienen que usar un dispositivo individual que les envía la ubicación de los productos dentro del inmenso almacén. Una vez que sale la orden, empieza a correr el tiempo. Si no se marca el escáner a tiempo, el sistema lo contabiliza como un fallo. Si se suman muchos errores al final del día, ese trabajador seguramente va a ser amonestado y eso puede ser motivo de despido. En otros almacenes funcionan dispositivos con “mando vocal” para cada trabajador, formas de control bastante estresantes también.

Algunos investigadores lo definen como una forma “algocrática” de control (algoritmo + autocracia). La combinación de este control con automatización, robótica e inteligencia artificial (IA) estaría transformando la forma de trabajo en los almacenes y toda la red logística.
Si volvemos a Marx, este analizó que, en manos del capital, el desarrollo técnico-científico, en vez de crear más tiempo libre para los trabajadores, se transforma en plustrabajo. En vez de liberar a los trabajadores de la carga laboral, el capital los ata con cadenas más pesadas y utiliza medios técnicos para disciplinar y controlar.

Amazon es un ejemplo de la tecnificación del control. En sus almacenes robotizados y digitalizados se vive una explotación propia del siglo XIX, pero impuesta con técnicas del siglo XXI. Cuando los trabajadores de Amazon dicen «No somos robots» están señalando esa deshumanización del trabajo por el capital y la degradación de las condiciones laborales. Están advirtiendo también que habrá resistencia.

Varios autores señalan que los trabajadores de la logística pueden, en caso de hacer huelga, afectar lo que vendría a ser el sistema nervioso del capitalismo, todas esas cadenas de suministros y movimientos de las mercancías. ¿Cómo lo abordas en el libro?

Es indudable que los trabajadores de la logística tienen un papel importante en el capitalismo actual. Razmig Keucheyan lo compara con los mineros de comienzos del siglo XX, que tenían la capacidad de paralizar la producción y distribución del carbón –lo que a su vez afectaba al resto de la producción–. Los trabajadores de la logística tienen una posición estratégica en los nodos logísticos. Como señala Kim Moody, cerca de las grandes ciudades se han desarrollado hubs logísticos inmensos que podrían transformarse en choke points (‘centros de bloqueo’) si los trabajadores logran organizarse y coordinarse entre sí. Lo vemos aquí, a las afueras de Madrid o Barcelona, pero lo mismo ocurre en muchas de las grandes ciudades del mundo. En general, se trata de sectores con una alta composición migrante.

Estos centros logísticos albergan en un mismo espacio o en parques industriales cercanos a miles y miles de trabajadores. Peones de almacenes logísticos, camioneros, trabajadores portuarios, ferroviarios y trabajadoras de las oficinas cercanas podrían constituir una fuerza obrera muy fuerte si se unificaran, por ejemplo, para una huelga general, con el bloqueo de autopistas, piquetes de huelga, etc. Forman parte de una nueva clase trabajadora muy precaria, pero potencialmente muy peligrosa para los capitalistas.

Pero en el libro señalas también que son sectores con muchas dificultades para organizarse, ¿cierto?

Exacto, Amazon y otras empresas de logística hacen todo lo posible para dividir y fragmentar la fuerza laboral. Una vía es la contratación masiva de trabajadores eventuales, generando una brecha enorme en la plantilla entre trabajadores con contratos fijos y trabajadores de tiempo parcial. Cuando hay amenazas de huelga, Amazon incorpora miles de eventuales durante las semanas previas; utiliza a estos trabajadores como “rompehuelgas”. Otro mecanismo es desviar los pedidos hacia otro almacén cercano, dentro del mismo país o incluso en un país vecino. Los trabajadores de Amazon Alemania han denunciado en varias ocasiones que la empresa desviaba los pedidos hacia los almacenes ubicados en Polonia con el objetivo de romper las huelgas.

La investigadora Nantina Vgontzas estudió los procesos de organización de los trabajadores en los almacenes de Alemania por parte del sindicato Ver.di. Su conclusión es que Ver.di no consiguió superar del todo bien estas dificultades, al no innovar ni buscar nuevas formas de organización que dotaran de mayor unidad a las plantillas, restringiéndose a un modelo de sindicalismo tradicional de presión para lograr una «negociación salarial» con la gerencia. Esto es importante tenerlo en cuenta. En Amazon, a nivel mundial hay procesos diferentes respecto a la sindicalización. En algunos países, tratan de impedirla a toda cosa, como en Estados Unidos y Reino Unido. Ahí hacen verdaderas campañas contra la sindicalización, persiguen a los organizadores, hacen campañas de desprestigio y tratan de meter miedo contra el sindicato. Pero en otros países, donde ya existe organización sindical, como en España o Alemania, tratan de cooptar a los comités de empresa y delegados, para que se mantenga la paz social, el estatus quo de la precariedad.

La conclusión que se puede adelantar es que, aunque los trabajadores de Amazon (y la logística) tengan una posición estratégica muy importante, esto no significa de forma automática un mayor poder contra las empresas. Para poder hacer uso de esta ventaja, haría falta, en primer lugar, superar esos métodos del “sindicalismo tradicional” o las viejas burocracias sindicales, recuperar formas combativas de lucha, unir las reivindicaciones de los trabajadores fijos y los temporales, los nativos y los migrantes, los de almacén y los camioneros, varones y mujeres, para poder articular una fuerza poderosa que pueda torcer el brazo a las empresas.

¿Cuál es la situación actual de las luchas de Amazon en Reino Unido? En el libro entrevistas a un delegado de Coventry, donde hay una lucha importante hace varios meses por el reconocimiento sindical.

En el último año y medio llevan acumuladas cerca de 30 jornadas de huelgas y piquetes. En ese almacén, los organizadores del sindicato han afiliado a más de mil trabajadores y están luchando por el reconocimiento sindical, pero la empresa se sigue negando. Para el libro entrevisté a Garfield Hylton, un trabajador de 58 años, que es parte de los organizadores del sindicato GMB. Cuenta que los trabajadores no aguantaron más el maltrato de la empresa durante y después de la pandemia.

La lucha de Amazon Coventry es parte de un despertar más extendido en la clase obrera en Gran Bretaña. La primera semana de febrero de 2023 se vivió ahí la huelga más importante de las últimas décadas. Aunque ha habido cierto reflujo, es un proceso profundo que tiene un motor en el alza del coste de la vida, y una mayor precariedad.

Garfield Hylton explica que la mayoría de la plantilla en Amazon Coventry está formada por migrantes. Un gran porcentaje proviene de Europa del Este, otros países de Europa, países latinoamericanos, la India y muchos países africanos. Esto planteaba la necesidad de buscar formas de organización nuevas para llegar a todos los trabajadores, con organizadores que pudieran hablar en diferentes idiomas y llegar hasta el último trabajador.

En el libro retomas el debate sobre la reconfiguración de la clase obrera a nivel global, en un contrapunto con varios autores… ¿Adiós al trabajo o bienvenida clase obrera?

Me parecía necesario retomar estas cuestiones, aunque fuera muy brevemente, frente a tanta ideología del “fin del trabajo”. En el libro recupero algunas cosas que han escrito Aaron Benanav, Esteban Mercatante, Paula Varela y Gastón Gutiérrez o Paula Bach. Recomiendo leer sus artículos. Para sintetizar solo un par de ideas: si bien hay procesos de desindustrialización, estos son muy desiguales. En el mundo ha crecido de forma descomunal la cantidad de personas que viven del trabajo asalariado, con nuevas concentraciones obreras en diferentes latitudes. Sectores que, en los últimos años empiezan a ser protagonistas de importantes luchas. Por otro lado, habría que poner más el foco en las transformaciones del trabajo, en su feminización, el impacto de las migraciones, los procesos de fragmentación de algunos sectores, pero también en las nuevas aglomeraciones de clase obrera alrededor de las grandes ciudades, etc.

Lo que más quería resaltar es que todas las divisiones y fragmentaciones de la clase trabajadora no son algo dado, ni producto de un “cambio de época”, que llevaría a que ya no fuera posible llevar adelante luchas masivas y combativas. Más bien son consecuencia de la ofensiva del capital sobre el trabajo en el período neoliberal y de la normalización de las derrotas por parte de las burocracias sindicales. Hay un punto crucial, que es el papel de estas burocracias, cuáles son las vías para enfrentarlas. Llama la atención que esto no está muy problematizado en los debates actuales sobre el trabajo.

En varios países se puede notar un regreso de la voluntad de huelga: desde la generación U a la huelga de las automotrices en Estados Unidos, en Reino Unido o en Francia. Lo hemos visto estos años. La gran cuestión en todos lados es cómo lograr una mayor coordinación entre diversos sectores, para que las burocracias no dividan y liquiden las luchas. Cómo unificar a todos los sectores de la clase obrera, y agrupar a la clase obrera con el resto de los sectores populares, con los movimientos sociales, etc. Para que no terminen en la nada o siendo la base de maniobra de partidos capitalistas como los Demócratas en EEUU o el “progresista” de turno. Ahí está el desafío, me parece.

Para ir terminando, el epílogo del libro deja picando una pregunta ¿Y si expropiamos Amazon? Hay quienes dicen que es una utopía total, considerando el monstruo que es esta empresa y su extensión internacional.

Si Amazon puede poner en circulación, a nivel global, tal cantidad de recursos técnico-científicos y dar forma a esta logística inteligente, ¿por qué todo eso no puede estar al servicio de las necesidades sociales, de la mayoría de la población? Imaginemos, durante la pandemia, si esta enorme red logística se hubiera reconfigurado para hacer llegar vacunas y material sanitario de forma inmediata a muchas regiones del planeta donde escaseaban…

En el epílogo quise sembrar la idea que todos esos recursos, creados por la acumulación de conocimientos y trabajo humano, pueden ser puestos al servicio de las necesidades sociales, y no de las ganancias de unos pocos. Jeff Bezos hace viajes al espacio y los pagamos todos. Es hora de terminar con esa irracionalidad, para reorganizar el conjunto de la producción, la circulación y reproducción en base a principios realmente democráticos. La planificación de la economía por los propios trabajadores y trabajadoras, un socialismo desde abajo, contaría hoy a nuestro favor con la informatización del siglo XXI.

Claro que Amazon tiene una extensión internacional y sería difícil expropiarla toda al mismo tiempo. Pero estoy segura que si los trabajadores en Estados Unidos o en Alemania lograran poner Amazon bajo control obrero, una ola de entusiasmo enorme contagiaría a todo el mundo. La lucha de clases puede ser mucho más viral que un algoritmo.


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