La comisaría séptima de Rosario es denunciada nuevamente por tormentos y torturas contra un detenido, quien manifestó que usan el asesinato del joven en 2014 como un mecanismo más de amedrentamiento.
Martes 10 de mayo de 2016
Fotografía: Rosarioplus.com
Carlos Lovera cuida coches en la esquina de Francia y Tucumán, donde fue apresado por oficiales de la policía Santafesina y trasladado a la comisaría séptima. En dicha dependencia fue detenido Franco Casco antes de ser desaparecido, asesinado y de que su cuerpo aparezca en el río Paraná, motivo por el cual los agentes de la policía están en la mira de la justicia.
Carlos se encontraba en las inmediaciones del Hospital Centenario, lavando y cuidando coches junto a familiares. Denuncia que en un operativo de tránsito que se realizaba en la zona llegaron patrulleros de la policía que sin intermediar lo detuvieron a él, como a sus sobrinos y cuñados. Ya en el patrullero comenzó a recibir agravios e insultos por parte de los efectivos policiales.
La situación no hizo más que empeorarse al momento en que Lovera planteó que conocía cuáles eran sus derechos. Esto provocó que la reacción de los policías se agravara, quienes no dudaron en seguir con los escarmientos y torturas. A estos hechos se suma la grave intimidación que realiza uno de los oficiales allí presentes quien amenazó al detenido con terminar como Franco Casco. ¿Cuánta información atesora aquella fuerza de seguridad que permitiría saber la verdad sobre Franco Casco? ¿Cuánta impunidad tienen sus agentes para utilizar como mecanismo de tortura sus hechos delictivos anteriores?
En declaraciones a medios de la ciudad Carlos señaló que una vez liberado las amenazas no cesaron. Lo intimaron a que tenga presente el caso de Casco y que respetara a la policía. Inmediatamente radicó la denuncia en la Fiscalía de Violencia Institucional a cargo de Carina Bartocci.
Lovera dijo que no solo fue golpeado y amenazado, sino que cuando quiso saber quienes eran los actores de los agravios, uno de los policías refirió “Me llamo Pablo Escobar y me dicen el rompehuesos”. Así de liviano, así de impune. Aquel perverso personaje pone de manifiesto el accionar de la policía santafesina en los miles de casos que día a día salen a la luz y que tienen como víctimas a los jóvenes en las calles de la ciudad, que los golpean y hasta los matan o desaparecen.
La denuncia pasó a la Dirección de Asuntos Internos de la policía Santafesina. Es decir la misma institución que es denunciada, es la encargada de investigarse a sí misma. Lo cierto es que las denuncias que pasan por esta dependencia difícilmente terminan con alguna condena efectiva sobre los integrantes de las fuerzas de seguridad denunciados. Este procedimiento es tan ridículo, que investigador e investigado confluyen en una misma entidad, por lo que difícilmente pueda cambiar el resultado y la impunidad sigue reinando. El Estado es el gran garante de la continuidad de la violencia institucional.