Ana Maria Barrera, militante del PRT, fue secuestrada el 11 de septiembre de 1976 en Campana. Dialogamos con su hija Mariela Correa y su nieta Ana Belén Perez: dos generaciones marcadas por la lucha contra la impunidad.
Martes 13 de septiembre de 2016
Ana María Barrera,”la pancha”, militante del PRT fue secuestrada un 11 de Septiembre de 1976 en la casa en la que vivía junto a su esposo y sus dos hijos, Mariela y David.
Mariela, sólo tenía 11 meses cuando un grupo de civiles irrumpieron una madrugada en la pequeña casa de la calle San Luis 63, para iniciar uno de los tres secuestros de militantes que se produjeron esa misma semana. Ingresan a la casa de Ana María, pidiendo información y buscando a "la pancha". Ella había desarrollado su militancia en el Barrio Villanueva, Las Tablitas y Lubo entre el 72´ y el 74´, año en el que sufre su primer detención. Luego en el 75´ había decidido pasar a la clandestinidad.
Con una camisa verde y campera de lana, "la pancha" fue secuestrada por un gran operativo que se dirigió desde el barrio en dirección al puerto de Campana.
Mujer, madre y militante
Para Mariela, el paso del tiempo, la necesidad de saber, la lucha, y la pérdida del temor; son los factores que le permiten hoy hablar de su mamá y avanzar en el reclamo de Memoria, Verdad y Justicia.
Cuando se cumplieron 37 años de su secuestro se realizó una colocación de baldosa por la memoria en la casa de San Luis 63, y María Elena Gaviña, compañera de “la pancha”, hizo llegar unas emotivas palabras.
En su carta cuenta, “compartimos un momento revuelto y especial de la historia de nuestro país (...) Nuestros caminos se encontraron haciendo trabajos sociales y políticos en el barrio, en Las Tablitas. Así establecimos una relación y una amistad, podíamos compartir desde momentos familiares, viajes, peñas, charlas intrascendentes, hasta leer y discutir libros, así pude acercarme y comprender las luchas, los sentimientos, dolores de Ana. Militábamos para que los vecinos se organicen y puedan mejorar sus condiciones de vida. La primera tarea que realizamos en el Bo.Lubo, fue un centro de salud, si, porque en el barrio no había nada en esos años. Organizábamos eventos para juntar fondos, así se pudo comprar una vieja prefabricada que pintamos, y de una fabrica cerrada (creo que se llamaba Catema), nos dieron una camilla y unos elementos de consultorio. Los vecinos donaron un pedacito de tierra cada uno y un pasillo para que se pudiera instalar en el centro de una manzana. Julio Kalejman, el médico iba a atender gratis y siempre llevaba muestras de medicamentos. Funcionó hasta que la Municipalidad construyó un centro de salud (que se apuró con la ayuda de Dálmine, para poder anular este esfuerzo comunitario".
En la misma carta María Elena afirma que, "En el año 75, comenzaron las acciones represivas de carácter general para difundir desconfianza y miedo a la militancia, tales como los "operativos rastrillo" en los barrios en donde había trabajo político o la presencia de las fuerzas de seguridad en las puertas de la fábrica, para evitar acciones de difusión como distribución de periódicos de distintas corrientes políticas. También empezaron aquellas de carácter específico hacia militantes como los allanamientos a domicilios propios o de familiares y secuestros breves por grupos parapoliciales”.
"La negra, cuando se la nombraba así, no cabía dudas que se referían a la madre de David, no había otra que se le reconociera (…) Ella sabía volar con las alas del alma, desplegadas al viento”.
Ana Belén, nieta de “la pancha”, le dedica estas palabras a su abuela:
Muchas veces me pongo a pensar en "¿Por qué?" Y no encuentro respuestas válidas. No crecí con caricias, ni con aromas de sus guisos, con un abrazo o un beso...
La conocí en historias, busqué ver su cara en el tiempo, hasta que una fotografía la terminó de formar...
Su mejilla lagrimeada, sus ojos llenos de vida y ese pelo negro y largo del que tanto me hablaron (al que siempre me gusta imaginar peinando, cada tarde que pienso en ella). Un día me arrebataron una parte de mi vida y no pude conocerla. Me dijeron que el 11 de septiembre de 1976 vinieron unos hombres, pateando la puerta de su casa "todos al piso, ¿dónde está la pancha?".
¿Dónde está mi abuela?
Una familia unida por el mismo dolor, la misma ausencia y cientos de dudas; cansados del silencio busco, investigo cualquier dato que nos acercase al recuerdo de aquella mujer combativa. Me gusta escuchar relatos de mi abuela, saber de su vida militante. Me llena de orgullo...
Su lucha, sus ideales y convicciones. Resulta inevitable dejar caer algunas lágrimas cuando hablo de ella, existe en la familia un dolor por su ausencia que se hereda, pero del mismo dolor nace la fuerza para salir a la calle cada 24 de marzo y gritar por memoria, verdad y justicia, porque la negra está presente y una parte de ella vive en mi, en mi vieja, mi tío, en sus nietos, porque no olvidamos ni perdonamos.
Hasta la victoria siempre, abuela, compañera.