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Anatomía del fenómeno Zemmour y la ultra derecha en Francia

Pierre Reip

Anatomía del fenómeno Zemmour y la ultra derecha en Francia

Pierre Reip

Ideas de Izquierda

¿Quién es esta figura tan mediática como reaccionaria y qué proyecto político defiende?

Eric Zemmour declaró oficialmente su candidatura a las próximas elecciones presidenciales francesas de 2022, presentándose como el salvador de Francia en un grotesco pastiche de los discursos de Charles De Gaulle. Mucho se ha escrito ya sobre él, pero la mayor parte del tiempo sobre aspectos parciales. En el siguiente texto planteamos cuatro claves de este fenómeno.

Un fenómeno mediático

Eric Zemmour es ante todo un fenómeno mediático que creció a partir de la prensa y posteriormente la televisión desde principios de los años 2000. Proveniente de una familia judía de Argelia que emigró a la metrópolis, nació en 1958 en Montreuil y creció en París. Un alumno aplicado, se incorporó a Sciences Po pero fracasó dos veces en el concurso de acceso a la elitista Escuela de Administración ENA. [1] Muchos han insistido en que este doble fracaso podría haberle generado un espíritu revanchista, sin frenar su voluntad de integrarse en los círculos más cercanos al poder. Zemmour sueña con héroes de novelas de Balzac y con “Rubempré”, el nombre que eligió para su editorial, la cual fundó para autoeditarse su último libro y que revela mucho sobre él. Lucien de Rubempré es el seudónimo del personaje central de Las Ilusiones Perdidas de Honoré de Balzac, que llega a París para convertirse en escritor y acaba siendo periodista. Es en este medio, descrito por Balzac como corrupto y deshonesto, en el que obtiene sus primeros éxitos tras aprender de su maestro Etienne Lousteau cómo manipular al lector. En su libro Balzac et le réalisme français Georg Lukacs describe Las Ilusiones Perdidas como “la epopeya tragicómica de la capitalización del espíritu”, y la transformación de la literatura en mercancía, análisis que curiosamente resume el aporte de Zemmour a la escritura.

Pero Zemmour no sería lo que es hoy si se hubiese quedado en la prensa escrita. Ha acompañado a Christophe Barbier desde 2003 hasta 2014 en su emisión Ça se dispute en televisión, en una cadena propiedad del grupo Canal y difundida en TNT. Zemmour volvió en 2019 tras haber sido despedido en 2014 y se volvió omnipresente.

La televisión pública también ha tenido un rol importante en la trayectoria de Eric Zemmour, ya que fue el programa de entretenimiento On n´est pas couché, que lo hizo conocido ante el gran público de 2006 a 2011. En este programa, donde jugaba el rol de crítico derechista y donde se forjó a lo largo de los años su postura reaccionaria. También es invitado de forma habitual por Thierry Ardisson, presentador estrella que no oculta sus opiniones monárquicas, en un programa donde escenificó sus primeros choques. Zemmour además, tuvo durante muchos años una tribuna abierta en uno de los programa radiofónicos más escuchados en RTL, la que fue durante mucho tiempo la radio con más oyentes de Francia.

Primero como periodista, después como tertuliano, Zemmour albergaba ambiciones literarias. Sus primeras obras trataban sobre la derecha francesa, en tanto que era analista político en Figaro. También publicó un libro sobre Baladur en 1995 y sobre Chirac en 2002. Pero el primero que será viral, fue su panfleto Le premier sexe, publicado en 2006 y que ha inspirado las tesis masculinistas de Alain Soral. Este texto le permitió su primer gran duelo televisivo. Gérad Noiriel ve en la misoginia de Zemmour una forma de reacción frente a la feminización del oficio de periodista que se ha profundizado desde su entrada a los medios a finales de los 80. Zemmour ya había firmado junto a Patrick Poivre D´Arvor [2], acusado actualmente de violación, agresión y acoso sexual, un ensayo titulado Le Rats de Garde, en el que denunciaba “el periodismo de pocas miras” y defendía “la excepcionalidad cultural” francesa en la materia. Como su amigo, Zemmour también ha sido acusado de agresión sexual.

Quien se haya tomado la molestia de leer uno de los ensayos publicados por Zemmour podrá darse cuenta rápidamente de que no pretende ser un intelectual. Sus libros (salvo el último) se han publicado en grandes editoriales francesas y ocupan el top de ventas en la categoría de ensayos. Sería sin embargo erróneo buscar en ellos un razonamiento o la sombra de una teoría política. Sus obras más vendidas, Suicide français (500.000 ejemplares) Destin français (más de 100.000) y La France n´a pas dit son dernier mot (más de 205.000 ejemplares a finales del octubre pasado) no siguen una estructura. Zemmour se limita repetir sus temas favoritos y su visión racista de la historia de Francia.

La visión del mundo zemmouriana

El estilo de Zemmour es distintivamente teatral. Su discurso es el de la indignación y el lamento y busca conmover más que transmitir. Se inscribe en una larga tradición, la de un romanticismo contrarrevolucionario y antiracionalista, el de los anti-Lumières, estudiados detalladamente por Zeev Sternhell. Zemmour no esconde su admiración por Jacques Bainville y Charles Maurras, figuras de l´Action française [3], a los que cita a menudo, pero no está a su altura en términos literarios. Concederle una ideología homogénea sería demasiado, ya que sus propuestas son contradictorias y no pueden sistematizarse, al mismo tiempo que son retrógradas y reaccionarias. En en sentido literal de la palabra, es decir como reacción al presente. Zemmour puede en una misma frase defender a De Gaulle y a Petain, mientras reivindica su condición de judío y critica a otros judíos por cómo actúan.

La confusión y eclecticismo que le caracterizan no deben verse como obstáculos para la difusión de lo que no podemos calificar de ideas unificadas, pero que cabría llamar una cosmovisión. Poco capaz de la introspección, ni de la capacidad de distanciarse para la reflexión, trata constantemente de gritar o escribir los mismos clichés. En ese popurrí de ejemplos rebuscados dentro de la Historia de Francia como la de sus grandes hombres. El confusionismo es tan eficaz que ya sean militantes o seguidores, Zemmour puede agrupar a grupos enfrentados, como neonazis antisemitas y judíos franceses que le buscan por miedo al aumento del antisemitismo. Zemmour puede reunir a católicos fanáticos de Juana de Arco, admiradores de Napoléon Bonaparte, el mariscal Petáin o el general De Gaulle, pies negros [4]nostálgicos de la Argelia francesa, votantes clásicos del Frente Nacional de Le Pen que prefieren al padre antes que a la hija, como jóvenes neofascistas radicalizados en Internet.

Por eclécticas que puedan ser tanto las propuestas de Zemmour como sus seguidores, se agrupan entorno a dos ejes a través de los cuales la extrema derecha se ha reestructurado estos últimos años. El primero es la defensa de Occidente y el odio/miedo al Islam/los musulmanes y a la inmigración/ emigración. Todo ello apoyado en un discurso con tonos fascistas: el gran reemplazo. Sobre esto, Enzo Traverso analiza correctamente que la islamofobia hoy en día juega el rol para la extrema derecha que tenía en el pasado el antisemitismo, lo que no significa que este último haya desaparecido o que no puedan coexistir. Es además una particularidad de Zemmour ser un judío antisemita, ya que en la línea del antisemitismo francés desde 1945, defiende las acciones de Petain sobre los judíos franceses.

El segundo eje del zemmourismo agrupa un masculinismo exacerbado, misógino y anti LGTBQ, que une a los anti MeToo con los anti matrimonio igualitario. Lo que caracteriza por tanto a Zemmour, más que una ideología, es su oposición sistemática a todos los movimientos sociales progresistas, intelectuales y democráticos de los últimos años. Zemmour es anti-CGT, anti LGTBQ, antifeminista, anti Black Lives Matter, anti-antiracista, por tanto, racista e islamofobo.

Zemmour ha tomado parte por la defensa fanática de una determinada versión de la historia de Francia, revisionista y que toma la forma de un relato nacional, de una mitología que moviliza. La única cosa a la que concede valor positivo, es a una visión de la nación francesa fantasiosa y conquistadora, y en esto es menos un fascista que un nacionalista reaccionario, como muchos otros antes que él. Sin embargo, hay que señalar que, aunque comparte muchos rasgos comunes con figuras del pasado como Edouard Drumont y, en menor medida, Boulanger o Charles Maurras, se diferencia en que se sitúa en un contexto muy diferente.

Zemmour y la cuestión del fascismo

¿Podemos catalogar a Zemmour como un fascista? Ugo Palheta no duda en hacerlo partiendo de una definición de fascismo como un proyecto de regeneración de la nación mediante una purificación etno-racial. Esta definición, acuñada por Roger Griffin, cuadra bastante bien a priori con el ultranacionalismo de Eric Zemmour que ha endurecido su discurso en los últimos años y no dudó en evocar la guerra civil en mitad de la convención de la derecha organizada por Marion Maréchal Lepen en septiembre de 2019.

Zeev Sternhell ve en la Francia de finales del siglo XIX el verdadero lugar de nacimiento del fascismo. Aunque esta es una postura polémica. Si bien es indudable que el régimen de Vichy [5] no era simplemente un títere de Alemania en Francia y que se inscribió en una tradición francesa, no es posible distinguir las líneas de un movimiento fascista en la Francia de finales del siglo XIX que sea comparables al fascismo italiano o al nazismo alemán. El gran obstáculo dentro de esta postura para comprender los orígenes del fascismo, se encuentra sin duda en que se encierra en la historia de las ideas, en las raíces ideológicas del fascismo. Es también uno de los límites de la visión culturalista de Roger Griffin, que se desarrolló en oposición a las lecturas marxistas del fascismo, a las que veía demasiado economicistas. Marxistas como Trotsky, Gramsci o Thalheimer que escribieron sobre el fascismo en los años 30 y que insistieron en la importancia de los factores económicos para comprender el auge del fascismo. Pero que también analizaron la cadena de acontecimientos que llevó a algunos países a caer en el fascismo y trataron de aportar una comprensión política de este fenómeno.

Ugo Palheta toma prestado de Nicolás Poulantzas el concepto de “procesos de fascistización” para caracterizar la situación política en Francia. Por su política represiva y securitaria y su prolongación ad vitam aeternam del estado de excepción desde 2015, el gobierno actual podría enmarcarse dentro de este “proceso de fascistización”. Sin embargo, este ciclo, que comprende ya un cierto recorrido, recuerda más bien a las leyes represivas de 1893 y 1894 contra el anarquismo que al proceso de fascistización que se produjo tras las leyes fascistas en Italia en 1925 y 1926.

El concepto de fascistización plantea como se produciría el paso del Estado burgués que podríamos llamar clásico al Estado fascista. Afirmar que esto se está dando en la Francia de Enmanuel Macron, atravesada por fuertes conflictos sociales, con movimientos como los chalecos amarillos o la huelga contra el proyecto de reforma de las pensiones, genera muchas dudas. La represión a los movimientos sociales no es una novedad en la historia francesa, se dio el 17 de octubre de 1961 [6], cuyo trágico aniversario conmemoramos el año pasado, o el fusilamiento de Fourmies el primero de mayo de 1891, sin olvidar la sangrienta represión a la huelga de mineros de 1948. La vigilancia a militantes tampoco es una novedad, el Comité de Seguridad General (policía política) fue creado por Napoleón III en 1853 y ya se vigilaban las opiniones bajo el Antiguo Régimen. Represión, securitarismo, o el recorte de libertades no significan por sí mismas fascismo o fascistización. Se trata de una constante en el seno de los Estados capitalistas, aplicado con más o menos fuerza según el periodo.

El nexo común entre Mussolini, Hitler y Franco, es que llegaron al poder tras una revolución abortada, ya sea el Biennio Rosso (1919-1920), la revolución alemana (1918-1923) y posteriores o la guerra civil española (1936-1939). La Francia de 2021 no está en una situación similar y la atmósfera mediática que domina el discurso recuerda más a la Francia del caso Dreyfus que a las campañas políticas de la República de Weimar. Calificar a Zemmour de fascista en el marco de una denuncia militante puede resultar oportuno, pero hay que entender que el fascismo es un tipo de movimiento y régimen político concreto. Y la llegada al poder de fascistas o nazis nunca ha sido pacifica o se ha producido únicamente por las urnas. En cambio, se enmarca dentro de largos periodos de crisis donde la revolución se encontraba en el horizonte y la clase obrera había sido derrotada.

Pensar que con Zemmour Francia estaría al borde de caer en el fascismo, es darle una importancia excesiva al papel de la ideología y los individuos y muy poca al contexto político y, lo más importante, a la lucha de clases. Que Zemmour es actualmente una amenaza para los explotados y oprimidos es innegable. Que retoma la retórica fascista también. Podemos plantear la hipótesis de que el zemmourismo podría evolucionar abiertamente hacia fascismo. Este o una escisión radical del movimiento, si la crisis económica se agrava y se vuelve catastrófica y si el proletariado no da respuesta al empobrecimiento masivo de amplios sectores de la pequeña burguesía. Pero eso no se ha producido por ahora.

Es cierto que, con su candidatura, muchos grupúsculos protofascistas están creciendo, pero Zemmour no está apostando a una movilización extraparlamentaria, apoyada en milicias armadas provenientes de la pequeña burguesía desclasada. Esto sería un elemento central para definir la dinámica de fascistización y no la encontramos actualmente.

En su texto “Bonapartismo o fascismo” de 1934, León Trotsky advertía a sus lectores contra la tendencia, que se daba en la III Internacional, de calificar de forma chapucera a distintos tipos de regímenes de fascistas:

“Para ellos Primo de Rivera, Mussolini, Chang Kaï shek, Masaryk, Brüning, Dollfuss, Pilsudski, el rey serbio Alexandre, Severing, MacDonald, etc. eran representantes del fascismo. Al hacer esto olvidan:

a) que también en el pasado el capitalismo nunca se adecuó a la democracia "pura", complementándola algunas veces con un régimen de represión abierta y otras sustituyéndola directamente por éste;

b) que el capitalismo financiero "puro" no existe en ninguna parte;

c) que, aunque ocupa una posición dominante, el capital financiero no actúa en el vacío, y se ve obli-gado a reconocer la existencia de otros sectores de la burguesía y la resistencia de las clases oprimidas

d) finalmente, que es inevitable que entre la demo¬cracia parlamentaria y el régimen fascista se interpongan, una después de otra, ya sea "pacíficamente" o a través de la guerra civil, una serie de formas transicionales. Sí queremos permanecer a la vanguardia y no quedarnos atrás, debemos tener en cuenta que cada una de estas formas transicionales exige una correcta caracterización teórica y una correspondiente política del proletariado.

En la hipótesis teórica y por ahora muy poco probable de que fuera elegido presidente, Zemmour podría entrar en lo que Trotsky llama fases transitorias. Podríamos ver eventualmente una traducción nacional de un fenómeno ya presente a nivel internacional, con ejemplos como Trump o Bolsonaro. Es decir, procesos de bonapartización bajo formas aun relativamente débiles. Pero eso no significaría que si Zemmour fuese elegido Francia avanzaría hacia el fascismo en un proceso inevitable. Así lo demuestra la derrota electoral de Trump, lo que expone más bien el carácter débil de los bonapartismos actuales. Cada momento, cada fase de transición más reaccionaria implica evidentemente peligros para la clase obrera y en especial, para sus sectores radicalizados, pero también para el conjunto de la dominación burguesa.

Una política reaccionaria que se pase por fuera de la correlación de fuerzas puede desembocar en un movimiento revolucionario del proletariado difícil de controlar. Es por eso que el fascismo solo se impone una vez que la energía revolucionaria del proletariado se ha agotado. Algo que no podemos decir que haya ocurrido actualmente en Francia, país que desde 2016 vive un nuevo ciclo de la lucha de clases. En última instancia, el bonapartismo es una respuesta a este despertar de los explotados. Conviene por otra parte señalar que el presidencialismo de la Quinta república representa ya una forma degradada de la democracia parlamentaria y que los distintos gobiernos no han dudado en recurrir a mecanismos autoritarios, lo que agrava la crisis de legitimidad del régimen político.

Los resultados relativamente altos de Eric Zemmour en los sondeos, actualmente entorno al 13% de intención de voto, no se explican solo por su popularidad en determinadas franjas de la población o por el apoyo mediático del que se beneficia. La subida de la extrema derecha es también un síntoma de una crisis de legitimidad de las instituciones republicanas y un derrumbe de los partidos políticos que habían dominado el régimen presidencialista de la Quinta República. La crisis de los Republicanos [corriente de la derecha fundada por De Gaulle] es más reciente que la de los grandes partidos de la izquierda institucional y se acrecentó tras el fracaso de François Fillon que no llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017, y por la política de atracción a sectores de la derecha llevada a cabo por Enmanuel Macron. La descalificación del candidato de la derecha tradicional y el fracaso de Reagrupamiento Nacional [Partido de Marine Le Pen] en conquistar las principales regiones y grandes ciudades ha llevado a algunas figuras de la derecha francesa a acercarse a Zemmour tras el éxito de su libro Le Suicide français, antes incluso de que tuviese carrera política. Es tras el fracaso de Reagrupamiento Nacional en las elecciones europeas de 2019 que Zemmour empieza a plantearse presentarse a las presidenciales atrayendo a un sector de votantes de Reagrupamiento Nacional y a sectores ex-fillonistas de los Republicanos. La llegada al poder de Trump, Bolsonaro e incluso Macron lo han convencido de que la figura de un hombre providencial podía ganar las elecciones.

Como señaló Le Monde, Zemmour tiene a su lado a múltiples figuras de la extrema derecha francesa. Sin embargo, no ha logrado ganar aún a las grandes figuras de los Republicanos. Fuera del mundo de la política, disfruta del apoyo de Vincent Bolloré y su imperio mediático, que resulta muy importante para lograr su audiencia, pero no ha conseguido aún ganar el apoyo de otros grandes capitalistas franceses. Uno de sus primeros apoyos financieros, Charles Gave, que le prestó 300.000 euros para su campaña, lo abandonó en noviembre. También lo apoya el medio Valeurs actuelles, propiedad de grupo Valmonde y que integra la fachosfera y con mucha presencia en Youtube. Zemmour también aprovecha la ofensiva superestructural que lleva a cabo la extrema derecha que ha invertido mucho en redes sociales en los últimos años.

Sería sin embargo ultra derrotista plantear que la extrema derecha ya ha ganado la batalla de las ideas. Eric Zemmour podría encontrarse mayores dificultades para ganar el voto, en caso de una hipotética segunda vuelta, en tanto que no consigue apelar a un electorado popular. Zemmour ejerce un atractivo en ciertas franjas de la derecha y extrema derecha. Pero, ¿será capaz de ampliar su audiencia? Esto no es seguro, ya que su programa neoliberal y xenófobo parece no estar en contacto con las realidades de la gran mayoría de la población.

Por ejemplo, pretende aumentar la edad jubilatoria y continuar con la destrucción del sistema de seguridad social prometiendo acercar los salarios netos a los brutos. Propone reducir el impuesto de sociedades, el canon televisivo y financiar la medida expulsando a los extranjeros de la Seguridad Social. Es poco probable que un programa económico tan propatronal y basado en bajadas de impuestos y cotizaciones sociales convenzan a la mayoría, mientras que la cuestión de los salarios bajos es acuciante.

Zemmour no atrae a un electorado popular y por ahora su base social consiste en capas acomodadas de la población que se ha radicalizado por la manif pour tous (Manifestación por todos), organización que impulsó las mayores manifestaciones contra el matrimonio gay en Francia. Ha tratado de tener un discurso hacia los chalecos amarillos, pero es poco probable que su programa propatronal convenza. Las reivindicaciones antifiscales iniciales de los chalecos amarillos pasaron a ser reivindicaciones sociales contra el coste de la vida, la precariedad del trabajo y los bajos salarios. Marine Le Pen, que todavía conserva una parte de apoyo electoral entre sectores populares, está mejor posicionada.

A modo de conclusión

¿Podrá Zemmour repetir el éxito de Trump? Todo es posible, pero Donald Trump era un animal político diferente y había ganado una parte del electorado popular, llegando a ponerse un casco de minero delante de un grupo de sindicalistas del carbón, algo que Zemmour no parece ser capaz de hacer por el momento. La ausencia de un aparato como el de los Republicanos y su débil anclaje en las capas populares constituyen límites estructurales que restringen mucho la capacidad de Eric Zemmour para triunfar.

El futuro sigue incierto. El objetivo de este artículo no era dar un pronóstico para las presidenciales, sino tratar de proponer algunas definiciones sobre su figura, su visión del mundo, su campaña y su programa. Algunas voces se alzan para reclamar, frente al ascenso de la extrema derecha, la unidad de una izquierda institucional dividida y con una débil presencia en campaña. Sin embargo, si hay que plantear alguna conclusión, la primera es que no hay que dar nada por hecho y menos una victoria de la extrema derecha en 2022. No todo se juega en las urnas y menos la lucha contra la extrema derecha. La experiencia de la derrota del movimiento obrero en los años 20 y 30 frente al fascismo muestra que no sería nada beneficiosa una alianza de tipo electoralista y de conciliación de clases para hacer frente a la extrema derecha. El Frente Popular fracasó en este aspecto. Frente a Zemmour y el auge de la extrema derecha, que es un síntoma de la profunda crisis de régimen, hay que plantear sobre todo un programa revolucionario, para lxs trabajadorxs, la juventud y las clases populares de forma urgente.

*Traducción: Ricardo Bordón. Este artículo es una edición especial para la publicación en castellano del original en francés publicado en Révolution Permanente.


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NOTAS AL PIE

[1Lugar donde estudian y se desarrollan las grandes élites políticas del país.

[2Periodista y escritor. Fue el presentador estrella de los informativos de la noche en TF1 entre 1987 y 2008.

[3Grupo de extrema derecha nacionalista que se originó a raíz del caso Dreyfuss y que bajo la influencia de Marras derivo en monárquico. Ha sufrido hasta la actualidad distintas evoluciones.

[4Grupos de franceses de origen europeo que nacieron en Argelia durante la ocupación colonial y que combatieron contra la independencia de Argelia defendiendo el régimen colonial mediante el terrorismo e incluso planteando la posibilidad de una guerra civil en Francia.

[5Régimen colaboracionista con los nazis que se instala en una parte de Francia tras la invasión alemana en la II Guerra Mundial.

[6Represión sangrienta de una manifestación de argelinos ocurrida en París, durante la guerra de Argelia.
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Pierre Reip

Paris
Profesor de Historia y miembro del comité de redacción de Révolution Permanente Dimanche.