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50 años de la Triple A. Andrea Robles: “La dictadura no llegó un día y dijo ‘golpe’, antes se le abrió paso”

A 50 años del primer atentado de la Alianza Anticomunista Argentina entrevistamos a Andrea Robles, querellante en la Causa Triple A por el asesinato de su padre César Robles, dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

Alicia Rojo

Alicia Rojo @alicia_rojo25

Andrea Robles

Andrea Robles @RoblesAndrea

Martes 21 de noviembre de 2023 00:03

Movilización por el Rodrigazo.

Movilización por el Rodrigazo.

Andrea es querellante en la Causa Triple A y ha escrito trabajos sobre el tema, en particular "La Triple A y la política represiva del gobierno peronista" publicado en el libro Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976 (Ediciones IPS) de Ruth Werner y Facundo Aguirre.

Alicia Rojo: Se cumplen 50 años del primer atentado que se adjudica la Triple A en 1973, contanos primero cómo estaba formada, cuál fue su accionar.

Andrea Robles [AR]: La conducción política de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A o AAA) estuvo a cargo del ministro de Bienestar Social José López Rega y la conducción operativa estaba conformada por Juan Ramón Morales, Rodolfo Eduardo Almirón y Miguel Ángel Rovira de la custodia presidencial. Alberto Villar y Luis Margaride fue la otra vertiente desde la jefatura de la Policía Federal. Las bandas se van a formar con toda la escoria de expolicías retirados por delitos, integrantes de la custodia presidencial, del Ministerio de Bienestar Social, gente de la burocracia sindical e integrantes de las bandas ultraderechistas peronistas, fundamentalmente.

Se estima que asesinaron entre 1500 y 2000 personas, entre los que se encuentran dirigentes reconocidos de la vanguardia y de la izquierda peronista o no peronista y decenas de atentados a locales de los sindicatos clasistas y de partidos de izquierda, como Rodolfo Ortega Peña, Alfredo Curutchet, Atilio López, Julio Troxler, Silvio Frondizi, la Masacre de Pacheco y de La Plata de militantes del PST, al igual que el asesinato de mi padre quien era dirigente nacional de ese partido. El modus operandi eran acciones relámpago, usualmente los metían en un auto y los acribillaban en descampados o lugares poco transitados, a veces también los asesinaban en el acto al estilo de la mafia, te encerraban con autos y los ametrallaban.

Existían bandas ultraderechistas peronistas, crearon la Triple A, ¿cuáles fueron los objetivos de la represión del gobierno peronista?

AR: Partamos de los acontecimientos internacionales y nacionales –solo mencionar la Revolución cubana, el Mayo Francés y el Cordobazo– que instalaron un espíritu de época favorable a la revolución y al socialismo, de grandes cambios sociales para las mayorías. Acá, se consolidó una alianza, entre una clase trabajadora, extendida en las principales ciudades y concentrada en grandes fábricas, y los estudiantes, con una disposición a la lucha, de recuperación de las conquistas perdidas, difícil de doblegar.

El objetivo era cercenar los lazos de la vanguardia obrera y estudiantil con el movimiento de masas, y depurar al peronismo de su ala radicalizada. Se podría decir que crímenes que en vida de Perón fueron quirúrgicos, después de su muerte, fueron desembozados, debido a la falta de prestigio del gobierno de “Isabelita”. De hecho, en noviembre de 1974 Isabel impuso estado de sitio, después que asesinan a Villar, y en febrero siguiente, un año antes del golpe militar, decretó la intervención de las FFAA.

Aún con el gran reconocimiento político que tenía, el presidente Perón no pudo “normalizar” la situación con el Pacto Social –la política por excelencia para aplacar el conflicto social–. También fue central la reforma de la ley de Asociaciones Profesionales en pos de fortalecer la estructura verticalista de la burocracia sindical para enfrentar a las organizaciones democráticas de la clase trabajadora. Precisamente la denuncia del carácter antidemocrático de la reforma de parte del senador radical y abogado de Agustín Tosco, Hipólito Solari Yrigoyen, le valió el atentado del que, aunque lo hirió de gravedad, se salvó de suerte. Fue el 21 de noviembre de 1973, y el primero en ser reivindicado por las Triple A.

No te olvides que Perón consideró central apoyarse en la burocracia sindical, sobre todo en la UOM, que coincidentemente concentraba a la crema del movimiento obrero clasista y combativo posCordobazo. Empezó por impulsar la candidatura de Ignacio Rucci, de la UOM. Rucci fue un precursor de la “policía interna” al interior de los sindicatos para perseguir y asesinar activistas. Ricardo Otero, también de la UOM ocupó la cartera de Trabajo, las 62 Organizaciones las dirigía Lorenzo Miguel, Victorio Calabró, otro de la UOM, fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires cuando Oscar Bidegain es obligado a renunciar en enero del 74. Tal era el poder de la UOM, que se hablaba de la “Patria Metalúrgica”.

Perón, Isabel y Lopez Rega. Luego, Perón y Rucci

También estuvo la reforma del código penal que, aunque fue votada con el pretexto de controlar la “subversión” y “salvaguardar el orden”, estaba dirigida, en realidad, a coartar y obstaculizar la movilización de sectores populares y particularmente de la clase trabajadora. Dado su carácter represivo, provocó la renuncia de 8 diputados peronistas. “Nosotros vamos a proceder de acuerdo con la necesidad, cualesquiera sean los medios. Si no tenemos la ley, el camino será otro, y les aseguro que, puestos a enfrentar violencia contra violencia, nosotros tenemos más medios para aplastarlos, y lo haremos a cualquier precio” –advirtió Perón, en un conocido discurso, lo que podría ocurrir si la ley no era sancionada. Hubo muchos avisos de Perón de que iba a usar medios no convencionales…

Ha habido mucho debate en torno al conocimiento o no de Perón de la Triple A, ¿cuál es tu opinión?

AR: Personalmente me remito a los hechos. Después de la Masacre de Ezeiza, responsabilizó al ala izquierda del peronismo cuando la organización central se la había encomendado al coronel Jorge Osinde, su secretario de seguridad, a Rucci y a la derecha peronista. Con el asesinato de Rucci, después de declarar que “era como un hijo… me cortaron las patas”, Perón y el Consejo Superior Peronista convocaron a una reunión, el 1/10/73, donde se repartió un “documento reservado” que llamaba a una “guerra contra el marxismo” con “todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor”. Es obvio que no hablaba de medios legales. Y un mes y pico después, hace su aparición la Triple A, con el atentado a Solari Yrigoyen.

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Respecto a los jefes de la Triple, el “Brujo” López Rega, ex cabo de policía y aficionado al ocultismo, fue secretario privado de Perón desde fines de 1966, el formidable poder que alcanzó López Rega en el gobierno tuvo la rúbrica de Perón. El comisario Alberto Villar, especializado en contrainsurgencia, en 1971, por ejemplo, encabezó la represión de las huelgas y movilizaciones cordobesas conocidas como el Viborazo, fue pasado a retiro durante el gobierno de Cámpora. Volvió al servicio a pedido expreso de Perón (Decreto Nº 312/1974) y al poco tiempo asumió el cargo de jefe de la Policía Federal. Del mismo modo, Morales, Almirón, Margaride… Perón eligió uno a uno a quienes integraron la cúpula de la Triple A, a su muerte, Isabel ya tenía toda la estructura de la Triple A creada.

La primera ofensiva represiva por la recuperación del control político y sindical de la provincia fue en Córdoba, que era donde se concentraban política y sindicalmente los sectores más combativos. Además del control de la CGT provincial, el gobierno de Obregón Cano y Atilio López, este último también dirigente de la UTA, mantenía buenas relaciones con dichos sectores. A fines de febrero del 74, el golpe del jefe de la policía provincial, Domingo Navarro, destituyó al gobierno, y el mismo día la CGT “normalizó” la provincial, nombrando en la secretaría a peronistas “ortodoxos”. Perón avaló al golpe policial, convalidado por el Congreso. Días antes, ante la Mesa Directiva de las 62 organizaciones peronistas nacionales y del Secretariado General de la CGT había calificado a Córdoba como "un foco de infección" debido, entre otras cosas, a la presencia de "infiltrados" en el gobierno provincial. A posteriori, entonces, designó –con la aprobación del Congreso– también como interventor a quien era el viceministro de Bienestar Social, Diulio Brunello, que puso a un coronel retirado como Jefe de Policía y articuló toda una maquinaria para frenar la movilización social. La provincia de Córdoba se convirtió en un “laboratorio” que después se aplicaría en todo el país.

¿Qué respuesta hubo ante las políticas de gobierno de Isabel y los crímenes de la Triple A?

AR: Hubo incontables manifestaciones callejeras y paros. Las más sobresalientes fue la lucha por la liberación de los dirigentes combativos de Villa Constitución a inicios de 1975 que duró 59 días y, particularmente, las Jornadas de Junio y Julio de ese año que tiraron abajo el Plan Rodrigo y al odiado López Rega. El plan económico, de shock en base a un elevado aumento del costo de vida, el congelamiento de las paritarias y topes salariales, enfrentó una lucha que marcó un hito en la lucha de clases de nuestro país. La clase trabajadora puso en pie coordinadoras interfabriles en la Capital y en todos los puntos cardinales del Gran Buenos Aires y La Plata, por las que incluso la burocracia sindical se vio obligada a movilizar contra el llamado Rodrigazo. Un nuevo tipo de organización democrática del movimiento obrero que le otorgó una gran fuerza y poder de decisión. Respecto a la represión también hubo fábricas combativas que adoptaron medidas de autodefensa (protección de delegados, guardias en las fábricas, etc.).

Rodrigazo.

Sin embargo, los desafíos exigían una estrategia para superar a la burocracia sindical y al peronismo. Para llevarla adelante, era necesario construir una dirección revolucionaria, un tema que no podemos desarrollar aquí y que abordamos en Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976 (Ediciones IPS). Así, el gobierno de Isabel y la burocracia sindical fueron con una mano disgregando la fuerza del frente único obrero que emergió en el Rodrigazo, descomprimiendo, desgastando, con represión a la vanguardia, y con la otra abriendo paso al golpe militar.

¿Cuándo cesó el accionar de la Triple A?

AR: Con la caída de López Rega, gracias a las movilizaciones contra el Rodrigazo que exigieron también su cabeza. En esos años, más allá de declaraciones, el Congreso jamás tomó ninguna medida contra la represión, como publicó un periódico del PST: “Bastaron dos semanas de movilización de la clase obrera (en la que ésta solo mostró una parte de lo que es capaz) para frenar el avance de la derecha (…) Las luchas obreras de estas dos semanas han hecho más por las libertades democráticas que meses enteros de protestas y repudios verbales” (Avanzada Socialista Nº 154, 19 de julio de 1975). Por medio de la acción directa, el proletariado impuso en los hechos una profunda democratización, golpeando sin miramientos al aparato represivo o sea al Estado mismo, quebrando en los hechos el estado de sitio y todas las prohibiciones. Quedó demostrado que a mayor movilización la represión disminuía y que era la única perspectiva para enfrentarla (AS Nº 177, 30 de diciembre de 1975).

¿Por qué opinás que han tenido menos repercusión los crímenes de la Triple A respecto de los que cometió la dictadura militar?

AR: Partiendo de la magnitud superior de la represión de la dictadura, tenemos que decir que, en medio siglo, los pactos de impunidad se han sucedido en todos los gobiernos con diferentes políticas, pero con un mismo cometido como principio de Estado. En primer lugar, preservar a Perón como figura emblemática a los ojos de grandes sectores de la población. Por ejemplo, a pocos días de la reapertura de la causa, Carlos Kunkel, diputado muy cercano en ese momento al presidente de la Nación Néstor Kirchner, declaró a la prensa que “Perón, ni remotamente tuvo que ver con la Triple A”, respondiendo a una campaña de afiches pegados en la Capital con el lema “No jodan con Perón”, firmado por las 62 Organizaciones. Del mismo modo, respecto a la impunidad de los integrantes de la burocracia sindical que participaron en las bandas paraestatales y con las patotas al interior de los sindicatos.

La impunidad de los autores materiales e intelectuales de la gran mayoría de los crímenes de lesa humanidad de la Triple A pone en evidencia que el régimen ha buscado ocultar que el Estado y los gobiernos de turno implementan bandas paraestatales a la par de la represión legal cuando los mecanismos institucionales de contención, de engaño y coerción son insuficientes y el poder burgués se ve amenazado. La Triple A fue orquestada desde las entrañas del Estado y del peronismo, la policía al interior de los sindicatos también. Se han querido ocultar los actos de terrorismo de Estado en democracia, en la democracia capitalista. La dictadura no vino un día y dijo “golpe”, estuvo la antesala previa de tres años. Es decir, tuvieron que mediar importantes derrotas al movimiento de masas, aunque no pudieron terminar de cerrar el capítulo que desencadenó el Cordobazo. Estas enseñanzas son las que se quieren borrar del imaginario, del mismo modo, que los asesinados por la Triple A y la generación que la dictadura “desapareció” luchaba por mucho más que reformas, anhelaba cambios sociales radicales, no se conformaba con los menos malo.

De conjunto, se ha buscado encasillar la lucha de los explotados y oprimidos bajo el dominio capitalista y en el marco de una supuesta antinomia absoluta entre democracia y dictadura o “fascismo”, como se suele llamar a los fenómenos ultraderechistas. Mientras, se ha perpetuado el dominio de las burocracias en las organizaciones de masas, un mecanismo clave del Estado que utiliza hoy para atomizar, garantizar la división de las mayorías trabajadoras, dejar sus luchas en un estadio defensivo, engendrar escepticismo en sus propias fuerzas. Porque es con el peso de la unidad de los y las trabajadoras que se pueden provocar verdaderos cambios en la situación de pauperización económico y social que se vive en la actualidad. Estas creo que son las mejores enseñanzas que podemos sacar para los tiempos que corren.

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Alicia Rojo

Historiadora, docente en la Universidad de Buenos Aires. Autora de diversos trabajos sobre los orígenes del trotskismo argentino, de numerosos artículos de historia argentina en La Izquierda Diario y coautora del libro Cien años de historia obrera, de 1870 a 1969. De los orígenes a la Resistencia, de Ediciones IPS-CEIP.

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