Una de las razones por las cuales la poeta sevillana Rocío Muñoz Vergara eligió la ciudad de Rosario como su segundo hogar fue por el cuento de un tal viejo Casale, que escribió un tal Negro Fontanarrosa. Y encima, se hizo de Central. Aquí su relato.
Lautaro Pastorini @lautarillodetormes
Viernes 19 de julio de 2019 06:13
“19 de diciembre de 1971” del libro “Nada del otro mundo” es uno de los clásicos más idiosincráticos y universales de los cuentos de Fontanarrosa. Ubicado en la ciudad de Rosario en la previa de aquel clásico que ganara Central con la palomita de Poy, un grupo de hinchas se propone aportar todas las cábalas posibles para ganarlo. La más importante: secuestrar al viejo Casale para llevarlo a la cancha, el único hincha que nunca había visto perder un clásico y que tenía prohibido asistir por una deficiencia coronaria. ¿Cuál será la magia de ese cuento que ganó para las filas canallas a la poeta Rocío Muñoz Vergara?
Cuando era chica (tenía unos 11 o 12 años) yo tenía unas cintas de cassette que se llamaban “Cuentos de fútbol” que eran de distintos autores que yo no sabía ni quiénes eran. Pero estaban leídos por los comentaristas, los narradores de fútbol de la radio que yo escuchaba en ese momento, de la que era completamente fanática que era la Cadena Ser, fundamentalmente uno que se hacía por las noches de doce a una y media, que era El Larguero. Toda la gente de la Cadena Ser grababa con su voz un cuento de fútbol y, concretamente, el conductor de El Larguero, tenía una voz que me encantaba, él me encantaba como periodista.
José Ramón de la Morena grababa un cuento sobre un tal viejo Casale, donde conocí la importancia del clásico Central –Newell’s. Para mí, hasta ese momento el derby era Boca – River. Aprendí lo que era Central, lo que era Newell’s, lo que era la OCAL*, que me parecía una cosa súper divertida. Era un cuento que era pura épica, un cuento donde secuestran a un tipo, y terminan justificando el secuestro como una forma de la épica. Porque no cualquier muerte es igual de legítima, plantea el cuento al final. Definitivamente hicieron algo bueno por el tipo, por más que el tipo muriese en la cancha. Hicieron algo bueno porque presenció uno de los partidos más importantes de la historia. Para un canalla no hay mayor orgullo que ese. Y termina el cuento diciendo el protagonista, que si él tiene que elegir una forma de morir, elige esa. Entonces es una forma de la aventura, una forma de abocarse a que la vida sea un riesgo continuo y que por eso tiene sentido, y a mí eso me quedó marcada desde chica. Me encantaba ese cuento, no sabía de quien era, no sabía el autor. Pero me gustaba mucho como lo leía José Ramón de la Morena.
Y tuve a Rosario en mi corazón, ese fue mi encuentro con Rosario. No con Argentina, país del que yo me sentía parte y al que me quería ir a vivir y que sentía que me identificaba desde chica, pero si con Rosario. Entonces cuando por fin en 2006 eso se concretó y existió la posibilidad de venirme a vivir a Argentina, después de descartar Buenos Aires que fue un poco mi primera idea, descartarla por metrópoli, por ser demasiado grande, demasiado dispersa, por no poder abarcarla ni siquiera con el pensamiento y no poder imaginarme viviendo ahí, apareció la idea de Rosario.
Cierto es que, justamente, coincidió también que la época en la que yo venía había un congreso de literatura grecolatina, que yo pensé que podía participar y así empezar a hacer vínculos, conocer gente, siendo que a mí también me encanta la literatura grecolatina. Pero si elegí Rosario y si apliqué a ese congreso y si finalmente me vine y me quede viviendo acá es porque enseguida lo asocie con el viejo Casale, con esa descripción de la rivalidad entre Central y Newell, con el Paraná, y con ese ambiente que ese cuento había creado y que después, cuando llegue acá, aprendí que estaba escrito por ni más ni menos que el Negro Fontanarrosa, del que por supuesto me hice fan, y que además de eso me hice de Central. Estaba predestinada a ser de Central antes de venirme a Argentina, pese a que me mostraron antes la cancha de Newell. Pero confirmé las habladurías sobre el asunto de la frialdad que ya escuchaba que se comentaba. Me hice hincha de Central y me hice hincha de Fontanarrosa hasta hoy.
*Organización Canaya Anti Lepra: grupo de hinchas autoconvocados que se reúnen a recrear y conmemorar cada año el gol de palomita de Aldo Pedro Poy, en aquel clásico contra Newells que narrara Fontanarrosa en su cuento “19 de diciembre de 1971”.