La transnacional minera se encuentra en estado de alerta frente al proceso constituyente que se fragua en Chile por temor a perder ganancias en cuanto a la inversión extranjera del país. ¿A qué viene esta preocupación?
Viernes 21 de febrero de 2020
“Lo único que sabemos con certeza es que se sabe lo importante que es la minería para el país. Y me sorprendería enormemente si hicieran algo que impactara la inversión extranjera” Con esta cita de uno de los directivos de la trasnacional británica abre el debate el medio LaTercera en cuanto a la preocupación de esta por el debate constituyente en el país.
Y es que el debate tiene una importancia para la minera en dos sentidos: Por un lado por el proceso ambiental que está pasando su proyecto Los Bronces Integrado, con un costo aproximado de US$3.000 millones, mientras que por otro por temor a los impactos que pueda tener este proceso a la inversión extranjera.
En cuanto a esto, los directos afirman que: “Los problemas constitucionales serán muy claros y visibles para nosotros antes de hacer esos compromisos, así que veremos qué aspecto tienen, pero no tenemos decisiones importantes a la espera de la resolución del debate constitucional”. Pero ¿a qué viene la preocupación de esta empresa minera y por qué se da en este momento ad-portas de un proceso plebiscitario?
Primero que todo debemos mencionar que nos encontramos a uno de los gigantes de la minería internacional, en donde la trasnacional británica cuenta con el 40% de la producción -y explotación- mundial del platino, así como también con una alta producción de cobre, níquel, hierro mineral, carbón térmico y metalúrgico, así como también de diamantes, contando con sedes en casi todos los continentes, como África, Asia, Australasia, Europa, Norteamérica y Sudamérica, en donde se encuentra Chile.
Es decir, en palabras más concretas y “al hueso”, se trata de una de las principales empresas que saquean los recursos del país a precio bajísimos -en donde los tratados internacionales en los cuales Chile ha firmado estipulan montos elevadas de cifras comerciales al estándar de la OCDE-, y que obtienen sus ganancias a costa de esta situación, en la cual este saqueo de los recursos es avalado legal y políticamente por el Gobierno y el régimen neo-liberal chileno.
Ahora, la cosa es así: Chile estalla en una rebelión nunca antes vista contra el neoliberalismo, exigiendo una asamblea constituyente -frente a lo cual el Gobierno ha ofrecido una copia barata, burda y llena de trampas- y los empresarios a nivel internacional se espantan, pues el país del cual se han enriquecido a costa del saqueo y robo de sus recursos está diciendo “no más”.
Es por eso que no es de extrañarse que el Banco Central anuncie que podría ser un buen año para la economía si las moviliaciones bajasen su frecuenta, o incluso el pronunciamiento del gigante Anglo Américan, diciendo entre líneas “oigan, yo les compro tanta porción de la extracción de sus recursos, tengo todo este poder, así que no hagan cosas que no me beneficien”.
Es a esta lógica -y una serie de otras más- bajo las cuales la derecha de Sebastián Piñera ha anunciado su “proceso constituyente”, una fiesta que organizaron ellos mismos a su imagen y semejanza y nos están obligando a asistir, y bailar bajo la propia playlist que han hecho los empresarios nacionales como internacionales.
Frente a esta situación hay que decir basta. Si la población en su conjunto ha dicho basta a más de 30 años de neoliberalismo, explotación, abusos y violencia, ¿cómo no decir basta a su serie de trampas? Pero esto pasa por planteamientos y acciones concretas.
Estas acciones concretas pasan porque las centrales sindicales y estudiantiles, como la CUT, el Colegio de Profesores, la Mesa de Unidad Social, como la Confech, la Cones, la ACES, llamen a redoblar la movilización, a repetir una y diez veces un “12 de noviembre”, para imponer una asamblea constituyente verdaderamente libre y realmente soberana, abriéndole paso a un paro nacional de todos los sectores productivos, unificando al conjunto de las y los trabajadores en una “primera línea” junto a la juventud contra el Chile de los ricos, los empresarios y los poderosos.
Una organización así, y con la garantía de la movilización y radicalización de la unidad en las calles no sólo nos permitiría imponer una asamblea constituyente de estas características, sino que también pasar a acabar con el saqueo trasnacional de nuestros recursos, y ponerlos en función de solucionar las necesidades del pueblo, como en materias de educación, salud, pensiones, salarios, entre otros.
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