Desde el interior de los yacimientos petroleros neuquinos, las impresiones de un trabajador boca de pozo.
Sábado 21 de enero de 2017 15:05
El 2017 trajo toda una batería de desgraciadas noticias para el sector petrolero en las provincias patagónicas. Antes de fin de año nos desayunábamos con la noticia que se estudiaba cambiar el convenio colectivo de trabajo, en desmedro de años de conquistas en el plano de seguridad laboral, salarial y que se decía que el gobierno presentaba como un ejemplo a imitar por otras ramas de la industria. Después las empresas presionaban ante el panorama de desinversiones que se presentaba para aplicar los PPC (preventivos de crisis) y permitir suspensiones masivas, a lo cual en un principio el sindicato realizo una mega farsa de oposición pero rápidamente terminó aceptando, dando a entender que no había alternativas, y con ello dando lugar por consiguiente a la disminución de los salarios.
En plena discusión de la reactivación de la actividad, el gobierno y las cámaras empresariales del sector, contraatacaron enviando una cantidad nada despreciable de telegramas que afectaba a todos los sindicatos del sector despidiendo en principio a 1500 operarios. Los telegramas se siguieron acumulando a pesar de que rápidamente se dictó una conciliación obligatoria, para evitar medidas de fuerzas mayores por parte de los trabajadores, que en ese momento se había expresado en un paro masivo. A pesar de que en teoría no tienen efecto, ya que reina la conciliación, nadie supo explicarnos por qué durante todo enero los telegramas siguieron llegando. En fin, el brindis tuvo un sabor amargo que no pudo tapar ni la caja de fin de año que trajo un inusitado número de botellas de alcohol.
Ya llegando a mediados del mes se terminó de ratificar la firma del nuevo convenio colectivo donde queda claro que el principal interés del gobierno y la parte patronal, es disminuir los costos que eroga la mano de obra en la ecuación de los empresarios, según sus dichos para "atraer futuras inversiones", y aunque la parte sindical no lo vea así, sólo hay que observar los recibos que los obreros exhiben en donde se observan descuentos entre un 30 a un 50 por ciento de lo que percibían en forma normal.
En forma espontánea algunas empresas donde se aplicaron los descuentos, antes inclusive de que se ratificaran mediante firmas y anuncios el nuevo convenio, como es el caso de Halliburton y Schlumberger, sus obreros se manifestaron realizando piquetes, retención de tareas y declaraciones en los medios de prensa. La respuesta inmediata de la parte empresarial fueron despidos masivos para acabar con estos focos de incendio y dividir a los laburantes que hasta ese momento habían actuado en bloque.
Los trabajadores fueron abandonados en esta pelea por el sindicato, el cual expresó como motivo la ilegalidad de las medidas en el marco de una conciliación obligatoria donde las partes no podrían actuar, obviando la ilegalidad de las empresas por cierto que siguieron despidiendo a mansalva y con las que terminaban de firmar este acuerdo que ratificaba las rebajas salariales.
Empresas más pequeñas de servicios petroleros como YPF-SP directamente han decidido cerrar sus puertas. Por estos días, si uno se dirige de Neuquén a Plottier puede ver a la vera del camino a sus angustiados trabajadores, a los que ellos dicen que se les adeuda dos meses de sueldo y la indemnización correspondiente, todo en el marco de esta conciliación que favorece a un solo lado.
El martes que viene se vence definitivamente la fecha impuesta por el Ministerio de Trabajo para la conciliación obligatoria. Un futuro incierto, pero que se vislumbra de despidos y más ajustes, es lo que se viene. Pereyra y sus secuaces de las cámaras empresarias del petróleo piensan extender un brindis que ya lleva más de un mes, sobre el cadáver de la familia petrolera.