Las pizarras, mamparas y postes ya no alcanzan para poner los rostros de las niñas, niños, jóvenes y mujeres desaparecidas en este país, en el que el número de militares en las calles y fosas clandestinas ha aumentado brutalmente en los últimos años.
Viernes 27 de abril de 2018
La situación se verá agravada con el aumento de efectivos militares y las facultades que otorga la Ley de Seguridad Interior.
Se han metido con nuestras conquistas laborales, nuestro derecho a la salud, a la vivienda, a un salario justo y una vida digna; se metieron con nuestro pan y ahora se están metiendo con lo más valioso y sagrado, nuestros hijos y hermanos.
Los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, Marco Antonio y los estudiantes desaparecidos en Jalisco en el mes de marzo son la punta del iceberg de un problema brutal en México: la desaparición forzada de jóvenes, producto de toda una política de criminalización de la juventud.
Si no se los lleva el militar o el policía, se las lleva el proxeneta (protegido por el Estado) para vender su cuerpo, sus sueños y su vida al mejor postor.
Existen cerca de 35 mil casos de personas desaparecidas desde 2007 a la fecha. Entre agosto y octubre de 2017 desapareció una persona cada 90 minutos, es decir, en tan solo 3 meses desaparecieron mil 411 personas, de acuerdo al Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas.
Se calcula que diariamente desaparecen 14 personas, de estas, la mayor parte son adolescentes y adultos jóvenes.
Estos números son más que escandalosos, considerando que vivimos en un país en “democracia”. Superan además el número de desaparecidos durante las dictaduras militares de Argentina (30 mil) y Chile (2 mil 500).
Este texto es un llamado a los jóvenes que se han organizado en los últimos años, estas líneas son para mis compañeros y compañeras trabajadores de la industria, de los servicios, de la maquila, del banco, del hospital.
Nosotros tenemos la fuerza que mueve el mundo cada día; la fuerza que construye los edificios, arma los autos, hace la ropa y garantiza todos los servicios, es la fuerza que genera los millones y millones de ganancias que se quedan los patrones.
Los jóvenes no son víctimas impotentes que esperan sentados a ser parte de la cifra. En los últimos años han salido a las calles luchando por el futuro, contra la entrega del país, la impunidad y la barbarie.
Estas líneas son un llamado a la unidad. Organizarnos y luchar en estos tiempos de barbarie es cuestión de vida o muerte.
Será la unidad de la clase trabajadora y sus aliados por excelencia, los jóvenes, los que frenen de una vez por todas la desaparición de nuestros hijos e hijas, de los jóvenes. No queremos más mamparas llenas, más fotografías en los postes, estamos hartos de la incertidumbre de saber si las niñas y mujeres o nuestra juventud regresarán o no a casa.