El mes de vacaciones en Chile tuvo poco de descanso, y mucho de anticipación de un año de crisis y lucha de clases, con las huelgas de Escondida, la amenaza de ruptura de la Nueva Mayoría, la debilidad del Gobierno ante los incendios, en la corrupción de referentes nacionales del régimen como Piñera.
Nicolás Miranda Comité de Redacción
Jueves 2 de marzo de 2017
Régimen y lucha de clases
El régimen sigue agrietado. El Gobierno manifestó su debilidad durante los incendios: sus mayores esfuerzos fueron criticados, sin ninguna de las medidas que tomó que pudiera revertir esa percepción. La Nueva Mayoría está virtualmente fragmentada, con la DC aprovechando el episodio de Mariana Aylwin con su viaje a Cuba para golpear por derecha y afirmar su “camino propio” (ir con candidato a primera vuelta sin participar en primarias de la Nueva Mayoría para llevar un candidato único). La derecha ve que se puede debilitar seriamente su principal candidato, Piñera, imputado en casos irregulares (por el uso de información privilegiada para negocios con empresas peruanas mientras era presidente y en medio del litigio marítimo con el vecino del norte). La prensa imperialista, The Economist, se pregunta por qué los chilenos odian a los empresarios.
Las grietas del régimen se profundizan simultáneamente con el desarrollo de procesos de lucha de clases, como la huelga de Minera Escondida. Aún en curso, lo más significativo tal vez, es que inmediatamente asumió un carácter político: no solo luchan por mejoras salariales. Se niegan a que la clase empresarial los ponga de rodillas, debilitando el sindicato y dividiendo entre trabajadores de primera y de segunda (al rechazar que en el contrato se establezcan peores condiciones laborales para los trabajadores nuevos que se puedan contratar). Para este mes de marzo que se inicia, además, se preparan las movilizaciones del movimiento de mujeres para la tradicional marcha del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y las movilizaciones por NO+AFP, el 26 de marzo.
Todo esto dinamita los efectos siempre esperados de las elecciones.
En un año de elecciones, ¿reconfiguración del régimen?
Ya todas las últimas elecciones, municipales, parlamentarias y presidenciales, están marcadas por la alta abstención, como expresión del rechazo y el malestar con el régimen, sus partidos e instituciones. Probablemente, vuelva a repetirse este año.
Pero, no solo habrá abstención. No sólo está marcado por la crisis de los partidos del régimen, y marcado por procesos de lucha de clases que, aunque aún no logran triunfos, sí imponen la agenda política nacional.
El proceso está atravesado por la constitución de nuevos partidos (en 2016, el número de partidos políticos legalizados se duplicó, pasando de 14 a 32), como manifestación de la búsqueda de nuevas expresiones o referentes políticos. Pero, no solo es cuestión numérica, o de una probable balcanización (fragmentación) del régimen: emerge un sector heterogéneo, diverso, de una nueva izquierda, con sectores anti-neoliberales, como el Frente Amplio, y sectores anti-capitalistas y socialistas de los trabajadores, como el Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR), junto a la discusión de sectores de trabajadores sobre la necesidad de tener partidos o candidatos propios. Todo lo que apunta a una reconfiguración del régimen, que solo podrá terminar de definirse, de configurarse, como resultado de grandes procesos de la lucha de clases, pero que estos procesos anticipan.
Probablemente, estos últimos no logren expresarse electoralmente en toda su profundidad, pero ya son una nueva realidad política, y la posibilidad de una fusión entre las nuevas expresiones políticas, con sectores de la clase trabajadora, del movimiento estudiantil, de las mujeres explotadas y oprimidas.